Recuerdo cuando glosamos Galveston, ese noir del sur, esa oda a los huérfanos y al amor, ese impactante debut en la novela de Nic Pizzolatto publicada en septiembre de 2014 por Black Salamandra. Había entusiastas, pero también detractores, muchos, imagino, por esa actitud tan española de atacar al que triunfa. Y Pizzolatto, con True Detective y con Galveston estaba saboreando la gloria. Antes de ese éxito y de la tormenta personal que ha vivido después, el autor estadounidense se estrenó con La profundidad del mar amarillo, un libro de relatos que ahora publica Black Salamandra (con traducción de Maia Figueroa).
En este libro hay de todo: retratos de perdedores, de gente que ve frustrados incluso sus más patéticos y paupérrimos anhelos, historias de gente que no es capaz de comunicar, de que el mundo les vea. Hay miedos e historias sobre el miedo y el fracaso. Hay una violencia sorda. Hay paisajes, esa esencia de todo noir del sur de EE UU, con evocaciones a James Lee Burke. Hay vida y muerte. Pasen y vean.
El libro descoloca al lector desde el inicio. Hay relatos que definitivamente no son negros pero da igual. Una muestra de ello es Pájaro fantasma, el primer cuento. Una desconcertante y poética historia de un guarda forestal joven pero con un oscuro pasado que trata de controlar su vida con orden, rutina y meditación oriental y que ve cómo todo se descontrola con la llegada de la joven Erica y la vuelta del miedo, el terror a perder lo que amamos.
Como todo buen libro de relatos, tiene altibajos y algunos que me dejan igual. La vigilia de Amy, el segundo, es uno de ellos.
Pero, como si se creyese esa teoría de que para que un cuento bueno resalte es mejor rodearlo de otros normales, Pizzolatto nos suelta a continuación 1987, en las carreras. Una tremenda historia contada como si estuviera escrita en los márgenes de una novela de gansters, en el fuera de plano de una película de cine negro, en los cuadernos desechados de un escritor meticuloso que crea personajes que luego no usa. Un hombre, David, que tiene la historia de su derrota escrita en el rostro. Divorciado, no se sabe apañar con su hijo adolescente, Andru, no tiene suerte con las apuestas y mucho menos con Therese, la mujer fatal e inalcanzable. Y de fondo, un mafioso, una pérdida y un hipódromo para desembocar en un final en el que no sabes si sentir pena por Dave o sonreír por su hijo.
Dos orillas tiene esencias de los temas que preocupan a Pizzolatto. Entornos del medio oeste y el sur de EE UU, tipos que no pueden seguir su vida porque se enamoraron de la persona equivocada y suplen su ausencia con quien pueden. Hay una muerte por explicar y una historia de un timo tan lamentable que no sabes si no es simple mendicidad. Pero todo eso son sólo medios para mostrar existencias rotas en un pueblo de Luisiana y hacer un pequeño homenaje al maestro Raymond Carver en un final desesperanzador.
Inmensos cielos vacíos
Hablábamos del paisaje, tan esencial para entender cierto noir estadounidense. Campos inmensos de colores recalentados, paletas de azules para el atardecer, grises, negros y naranjas pugnando por su espacio; pequeños pero significativos detalles amarillos; extensiones interminables de asfalto, ciudades de aparcamientos, amplios cielos vacíos descritos con fuerza y autenticidad por Pizzolatto. En un momento dado, el personaje de uno de los cuentos, Tierra acosada, apunta con acierto: “Si vives en las praderas y no ocupas los días con algo, el tiempo y el sol acaban volviéndote majara”.
Y llegamos al cuento que da título al libro, La profundidad del mar amarillo. Una historia sobre los límites del amor y los deseos. Un triste, enternecedor y a la vez patético viaje del joven Bob y su antiguo entrenador de fútbol desde Porth Artur (Texas) a California en busca de la hija de este y amor imposible de aquel. La idea: secuestrarla para alejarla de la industria del porno, pero la realidad con la que se encuentran es bien distinta.
Hay un monólogo interior casi al final que creo que explica gran parte de lo que quiere hacernos llegar el autor con este libro:
Ahora puedes imaginar la próxima historia, tu segunda historia. Pero sin demasiados detalles; no compongas una visión a la que te vayas a cerrar ni crees una idea en la que te puedas perder. No mires un mapa para calibrar la profundidad del Mar Amarillo, no imagines la forma de sus olas. No te entretengas con la idea de los padres que has perdido, la chica que perdiste. Resiste el impulso de explicar sus historias porque en algún momento tendrás que comprender que una respuesta y una solución no son la misma cosa, y a veces una historia no es más que una excusa.
El gremio de ladrones, mujeres extraviadas y Sunrise Palms tiene dos personajes notables a través de los que se ven errores y horrores de dos vidas al margen en C.B. veterano de guerra deformado, camello y perista con un porvenir oscuro, y en Hoyt, un joven extraño que vive para satisfacer la necesidad que cubre todas sus carencias afectivas y vitales: robar.
Nepal es un cuento al que no veo sentido en este libro, simplemente.
Pero después vuelve por todo lo alto. En busca y captura (traducido por Magdalena Palmer) recupera el paisaje de refinerías abandonadas y vastos campos, de familias disfuncionales, gente con serios problemas para relacionarse y personajes sombríos, inquietantes en su mediocridad cotidiana. Y ves que la historia empieza mal e imaginas que termina peor y sientes mientras lo lees que a Pizzolatto le debe gustar Richard Ford.
Tumbas de luz es el último relato. Una oscura desaparición de una mujer marca la vida del protagonista, su hundimiento. Se supone que le ha pasado algo terrible, pero aquí no hay artificios, no hay trampa, no hay cartón. La realidad, tal cual. La soledad de cada personaje, en crudo. La vida, con sus grises y sus negros. La trama, utilizada para mostrar el enorme sinsentido que puede llegar a ser todo. Una historia de derrotas anunciadas para rematar un libro bello y triste.
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