Las etiquetas son en ocasiones complicadas de digerir. Ahí tenemos la de tartan noir, que sirve tanto para su responsable primero, William McIlvanney, como para obras tan dispares como las de Val McDermid o Ian Rankin. Eso sí, todos son escoceses y eso de alguna manera se nota.
Peter May (Glasgow, 1951) forma parte de esa tradición a la que es capaz de dotar de una fuerza lírica y de una mirada a veces desesperada que conmueven. Responsable de la excelente trilogía de la isla de Lewis (publicada en España por Grijalbo y de la que daremos alguna pista más abajo) May llega hoy a las librerías españolas con Entry Island (Salamandra Black, traducción de Cristina Martín), una novela negra que transita sin problemas por los territorios de la novela histórica e incluso romántica, un canto a la belleza de los paisajes extremos, una historia de gente que sufre y de gente que le busca un sentido a la vida. Y, también, un misterio clásico y absorbente que hay que resolver.
Pueden leer aquí los primeros capítulos.
Con este post seguimos con la serie dedicada a las estrellas de BCNegra que iniciamos ayer con el homenaje a Camille Verhoeven, el gran personaje de Pierre Lemaitre. Les dejo también el programa completo.
“Una brisa ligera empujaba las nubes por un cielo de color añil, en el que las estrellas brillaban como si fueran joyas engarzadas en ébano. Había salido la luna, casi llena, y reflejaba una luz plateada e incolora. Al fondo, se oía el rumor del océano, el lento y seguro respirar de la eternidad” . Así es Entry Island, situada a 1.367 kilómetros de Montreal, en las islas de la Magdalena, en el golfo de San Lorenzo. Un lugar en el que el cielo tiene tonos que ni conocemos, en el que se pueden ver arcoiris atravesando cielos de color ceniza, una pequeña maravilla de acantilados imposibles y belleza pero en el que es una mierda vivir. Los días son cortos, los inviernos interminables, el viento eterno, hay poco con lo que ganarse la vida.
Sin embargo, el empresario James Cowell se ha sobrepuesto a todo y se ha hecho rico con el comercio de la langosta. Ahora Cowell ha sido asesinado y el detective Sime Mackenzie y otros siete compañeros (eso son medios, viva Canadá) se desplazan hasta las islas para resolver el crimen. La principal sospechosa es la inquietante esposa del magnate, Kristy, una mujer que no sale de la isla (dos kilómetros de ancho y tres de largo) para nada. Pero hay muchos candidatos porque el amigo Cowell era un indeseable.
May nos cuenta la vida miserable de Mackenzie, su insomnio perenne, su estado depresivo a raíz de su divorcio, y la investigación que lleva a cabo con sus compañeros. Hay un pequeño problema, y hasta aquí contaremos, un ligero inconveniente: Mackenzie se obsesiona con Kristy y además duda de su culpabilidad.
May también describe con fuerza la preeminencia del paisaje (me recuerda a James Lee Burke), del cielo, la claustrofóbica vida de los habitantes de la isla, el estremecedor poder de los elementos. Y surgen de nuevo los temas clásicos: la pérdida, el amor imposible, la isla, las raíces perdidas, los odios ancestrales entre familias que comparten un espacio reducido, el bilingüismo y las brutales injusticias sociales de ahora y siempre.
Al tiempo, en un ejercicio arriesgado, arriesgadísimo, pero que da resultado, May nos cuenta la vida de un antepasado de Mackenzie, un ser humano marcado por la pérdida, el dolor y la vida miserable de los escoceses que primero fueron explotados por los terratenientes venidos del sur e impuestos por Inglaterra y luego expulsados por esos mismos señores cuando se dieron cuenta de que era más rentable tener ovejas que personas. 150.000 escoceses fueron expulsados de una tierra que, por otro lado, no daba ni para vivir dignamente. Entre ellos, el Sime Mackenzie del siglo XIX.
Sus peripecias están bien, recuerdan a las novelas de aventuras, a las grandes narraciones de los colonos del Nuevo Mundo, pero lo más interesante es el papel que esa historia juega en la investigación que llevan a cabo en Entry en pleno siglo XXI. Sime sabe que la clave está en los diarios que narran las vicisitudes de su antepasado y no duda en recurrir a ello. Es ahí donde la novela se la juega: llega el momento de unir los dos planos y May lo consigue no sólo gracias a su oficio, sino a la intensidad de las historias.
La novela es un canto a la lucha por la vida y la dignidad. Es también un artefacto negrocriminal que funciona de principio a fin y conmovedor recorrido por tierras inhóspitas, lejanas, duras y bellas. Si han leído más de Peter May, no se pierdan esta. Si no han leído nada, empiecen por aquí. Vive le noir!
UNOS APUNTES SOBRE LA TRILOGÍA DE LEWIS
May ha escrito también las series The China Thrillers y The Enzo Files, pero es más conocido por la trilogía de la isla de Lewis, un excelente ejercicio literario.
La trilogía se inicia con La isla de los cazadores de pájaros (Grijalbo, como todas las demás), una novela en la que el crimen a investigar por Finn MacLeod es sólo la excusa para retratar un lugar, sus gentes, odios y frustraciones y describir con belleza y profundidad los paisajes que marcan la vida de los habitantes de estos parajes. Es genial como presenta al personaje, un policía que vuelve a la isla después de 18 años, cómo te cuenta su vida, sus manías, sus miedos, con pocas frases; cómo resuelve la muerte de su hijo con un silencio.
El hombre sin pasado tiene un planteamiento interesante: un cadáver encontrado en una turbera apunta a un crimen cometido hace décadas. El problema es que el único que puede explicarlo es un anciano con Alzheimer, el padre de Marsaili, amor eterno de Finn. De nuevo, un viaje a las miserias de un tiempo pasado que siempre vuelve.
El último peón cierra la trilogía y es quizás la menos vibrante, aunque también la más personal, la que más implica a Finn y su pasado, la más dura. El final, como todos los finales de May, es directo, violento, con un punto de esperanza. Lo dicho, lean y disfruten.
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