NOTA DEL COORDINADOR: Hoy tenemos la suerte de que Marta Marne nos regale su tiempo y su trabajo para contarnos lo que ha ocurrido estos días en Pamplona negra, otro de esos maravillosos sitios a los que no nos da la vida para ir. Las fotos son de Rubén López, otro ser generoso, otro amigo. Lean y disfruten.
MARTA MARNE
Los entendidos en literatura dicen que acertar una vez y publicar una buena novela puede ser un golpe de suerte, pero que la prueba de fuego viene con la segunda. Y esto también puede aplicarse a los festivales negro-criminales. Quizá tener un buen puñado de ideas se puede lograr una vez. Pero no dos. Cuando realizas una primera entrega en la que todo el mundo, sin excepción, afirma que es impecable, novedoso, original y enriquecedor, el listón queda muy arriba. Pero Carlos Bassas ha vuelto a lograrlo.
En más de un par de ocasiones me quedé mirándole para ver si salía humo de esa maquinaria que no debe descansar ni de noche ni de día. El número de festivales actuales es ingente y lograr aportar algo nuevo es prácticamente imposible. En Pamplona Negra hemos tenido interrogatorios judiciales, cómic en directo, lecturas dramatizadas, música y hasta gastronomía. Y todo ello desde un punto de vista literario ¿Puede pedirse más?
Mi llegada a tierras navarras fue el jueves, con lo que me perdí la charla inaugural de Dolores Redondo, la recreación de uno de los crímenes de sus novelas por parte de la Policía Foral de Navarra (donde hubo que dejar a gente fuera en unas instalaciones de más de 400 butacas), la conferencia de Berna González Harbour y un interrogatorio judicial que recreó uno real. Pero quedaba mucho camino por andar.
Desde su arranque, el cine siempre ha estado muy presente en Pamplona Negra. No solo se proyectaron tres películas españolas de los 80 basadas en novelas negras (Asesinato en el comité central (1982), Crónica sentimental en rojo (1986) y Fanny Pelopaja (1984)) sino que asistimos al mano a mano entre Alexis Ravelo y Elio Quiroga, el encargado de adaptar al cine la novela ganadora del Premio Hammett 2014, La estrategia del pequinés. Hablaron de dificultades e inquietudes por parte de ambos, qué introducir en la película y qué dejar fuera. Y es que no debemos olvidar que estamos ante dos lenguajes muy dispares y los métodos de trabajo no pueden, ni deben, ser iguales.
Uno de los platos fuertes de la semana fue la actuación de Antonio Altarriba y Keko, guionista y dibujante respectivamente del cómic Yo, asesino. Son muchos y muy complejos los procedimientos que intervienen en la creación de un cómic y no solo nos los explicaron sino que nos los mostraron: a partir del guión de algunas viñetas determinadas escritas por Altarriba, Keko nos enseñó en directo cómo convertir ese texto en imagen, qué puede aportar, qué licencias puede permitirse respecto del guión original, cómo se convierte un texto en una imagen fija.
El viernes arrancamos con una charla informal con varios autores vasco-navarros: Mikel Santiago, Carlos Ollo, Mikel Alvira, Estela Chocarro, Susana Rodríguez y Maribel Medina. Informal en toda regla: en una cafetería, con el público rodeándoles y abordándoles con sus dudas y preguntas acerca de sus procesos creativos, de la elección de sus títulos y la eterna pregunta: cuánto de ellos mismos hay en sus personajes. Un encuentro cercano y accesible con una alta participación por parte del público.
A continuación el maestro Andreu Martín nos dio una lección acerca de cómo aprender a leer. Y qué mejor manera de enseñar a leer que leyendo: por ello tras su charla nos hizo una lectura dramatizada de un fragmento de su última novela La violencia justa, y de El corazón delator de Edgar Allan Poe. Fue uno de esos momentos mágicos,en el que todos conteníamos el aliento ante la majestuosidad de su interpretación, en el que no se oía ni tan siquiera la respiración de la persona que estaba a tu lado.
De ahí pasamos a hablar de veracidad y verosimilitud con Empar Fernández, Toni Hill y Félix G. Modroño bajo la supervisión de Alejandro Pedregosa. Todos coincidían en que la verosimilitud es mucho más importante y trabajosa de lograr. En sus novelas introducen un alto grado de inspiración en sucesos reales o de datos históricos veraces, y eso no siempre es fácil de trasladar al papel.
Aunque la verdadera banda sonora de la semana fue el sonido de las muletas de Carlos Bassas sobre el suelo de Baluarte, para cerrar la noche del viernes, tuvimos música y literatura con Javier Manzano. En la sesión Rock & Noir pudimos asistir a la interpretación musical de Manzano de diez novelas negras. Tangos, rumbas, coplas, jazz y hasta pop, pero poco rock. Fragmentos de diez novelas de su elección y música que aparece, o no, en ellas.
El sábado abrieron el día Juan Ramón Biedma, Carlos Salem y Claudio Cerdán de la mano del capo de las Casas Ahorcadas de Cuenca Sergio Vera. Vera supo dirigirles con maestría para que nos hablasen acerca de sus procesos creativos. Si son escritores de brújula o de mapa, si arrancan una novela sin saber bien hacia dónde van o saben de sobra el punto final antes de arrancar. La conclusión fue clara: para crear una buena novela es necesario tener claro lo que vas a poner en el papel antes de empezar, o probablemente no te salve ni un buen GPS. Otra cosa es que durante el viaje decidas cambiar de carretera, pero sabiendo perfectamente dónde terminará todo.
Otra de las premisas del festival era la comida. Yanet Acosta jugó con nosotros al Quién es quién de la comida dentro de la literatura negro-criminal. Carvalho, Montalbano, Maigret, Marlowe… Comidas y bebidas que no solo aparecen en sus novelas, sino que sirven para crear ambiente, para escenificar y para describir personajes. Una selección exquisita y sabrosa. Como remate, el chef Enrique Martínez Burón nos preparó un par de platos y un cocktail para deleitar nuestros paladares: Tacos de salmón con pasta negra, hamburguesa de tartar de solomillo de potro y un Singapore Sling.
El cierre vino de la mano de Carlos Zanón, Marcelo Luján, David Llorente y Manuel Barea coordinados por el director del festival Carlos Bassas. Hablaron sobre otras formas y otros estilos, los suyos, La gran belleza como querían llamar a la mesa originalmente. Si sus textos se caracterizan por algo es por tener una forma diferente, una mirada distinta, como puntualizaba Zanón. Ahí está la diferencia, la negritud está en su manera de enfocar las situaciones más que en una adaptación a los cánones del género negro. Buscan estilos arriesgados y tratan de involucrar como ninguno a los lectores en sus novelas, haciendo que formen parte del juego. Porque de eso se trata: de que el lector sea una parte más de la novela.
Esta conclusión resume a la perfección la intencionalidad de Pamplona Negra de este año. Carlos Bassas fue docente, y eso se nota. De algún modo ha tratado de aproximar al lector una serie de temas y que de ese modo conozca lo que sucede al otro lado: los procesos policiales y judiciales, cómo se da vida a un cómic, qué impulsa a los autores a escribir, cómo leer mejor, qué clase de técnicas se emplean para crear el esquema de una novela, cómo hacer que el lector sea parte de ella. Pamplona Negra ha conseguido nuevamente un punto de vista distinto, una mirada novedosa. Quizá no es mejor, pero desde luego es innovadora y única.
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