Cien años de perdón

Por: | 15 de marzo de 2016

 

Uno tiene tantos libros que leer y tan poco tiempo que la situación se convierte en insostenible. El montón de los-que-hay-que-leer-sí-o-sí crece y crece, pero más o menos se puede gestionar. De los clásicos que me encantaría revisitar o leer por primera vez me olvido. Y aquella promesa de intercalar uno en francés entre toda la vorágine de novedades traducidas o libros en inglés comprados a distancia se ha quedado en casi nada. Pero todavía me queda otro montón, el de los-que-voy-a-leer-tarde-o-temprano. De ahí saqué, con dos años de retraso, la sorprendente y poderosa Te quiero porque me das de comer (David Llorente, Alrevés) y de ahí saco ahora con más tardanza aún Cien años de perdón (Claudio Cerdán, Versátil).

Con un personaje protagonista que es un desgraciado integral, una descripción triste y sórdida  del Mediterráneo más turístico fuera de vacaciones, mucha violencia, una buena dosis policial y algunos hallazgos notables, Cerdán nos deja una novela que recuerda a Andreu Martín, a Juan Madrid, a los padres del género que dejan en todas sus obras una pátina de desesperanza.

 

El inspector Ramos es un tipo curioso, por decirlo de manera amable. Estudió filología, algo que le sirve para no poner faltas de ortografía en los informes; descubrió lo fácil que era corromperse cuando estaba en las prácticas del Cuerpo Nacional de Policía; le llaman Mierda de Perro por un desgraciado incidente; vive en un surrealista apartamento de verano, triste y solitario en invierno; su mujer está en una secta y sus hijos adolescentes le odian; es amigo de un vecino maltratador, basura machista; ya no es un buen poli, ni quiere serlo; es violento, trilero, sucio, desesperado. Y, sin embargo, me gusta como personaje. En esos días enteros que se pasa deambulando por Alicante, al margen de la ley o actuando en paralelo a ella, me recuerda algo a esos policías de James Ellroy junto a los que tanto tiempo he pasado.

Ramos y su joven compañero Fonsi (curtido en la vida dura cuando se infiltró en grupos nazis) extorsionan, pegan palizas, amenazan y chantajean. Y de vez en cuando también resuelven algún caso. Cuando se encuentran con un montón de dinero en las bolsas de basura de un viejo con síndrome de Diógenes que se suicida y se dan cuenta de que han estado cerca de tener solucionada la vida, Ramos se vuelve loco. Da un paso más, trata de robar el dinero, ahora custodiado como una prueba, a toda costa, se hunde un poco más en el fango.

Su contacto con la mafia rusa marca un punto de no retorno interesante y arriesgado. Hay un par de veces que me quedo de piedra con el desarrollo de la historia. Hay otras veces, las menos, que me cuesta algo creerla, pero me divierto y me dejo llevar por la rabia del protagonista y la fuerza con la que está escrito. He aquí un poco de la filosofía del amigo Ramos: 

"No es la primera vez que vendo mi alma, pero puede ser la definitiva. En este trabajo debes moverte rápido si quieres conseguir algo. Eres un zurullo que flota en un océano de mierda, pero un excremento al fin y al cabo. Y si te descuidas, te puedes hundir. Ese es el motivo de colocar pruebas falsas, de buscar cabezas de turco a los que cargarles el marrón. Esa y no otra es la razón por la que voy a atracar un furgón cargado de dinero. Para seguir flotando en este mundo miserable". 

El final es impactante y duro, coherente con la novela. Pasen por el mundo de Cerdán si no han tenido ocasión. Eso sí, lleven protección, porque la vida mancha y esta novela está llena de realidad, de mierda, de vida.

Hay 2 Comentarios

No estoy de acuerdo. La novela es de 2013 y la película de 2016.

Cien años de Perdón, es un film de producción hispano-argentina, basado en un caso real ocurrido en Buenos Aires, hace algunos años, donde unos ladrones ingresaron a la sucursal de un banco, y finalmente huyeron de la escena por un río subterráneo , que les llevó al Rio de la Plata y arribaron a Uruguay. Cuento todo esto, porque luego de leer este post nos sentimos algo confundidos. Cordiales saludos.

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