El señor Rocco Schiavone es un cabrón con un alma inmensa. Ya hablamos de él aquí cuando nos sorprendimos con su debut en Pista Negra (Black Salamandra). Con su sentido maleable de su quehacer, sus métodos heterodoxos, su porro mañanero fumado invariablemente en el despacho, su mal humor impenitente y su escala de “tocada de cojones”, en la que un caso de homicidio ocupa el grado 10, Schiavone no es un policía al uso. Ahora, el policía creado por Antonio Manzini también es alguien que odia profundamente la injusticia, que cuando empieza un caso no vive hasta que no lo resuelve, huraño pero tierno, mujeriego pero enamorado para siempre de su Marina.
Tras La Costilla de Adán (Black Salamandra, traducción de Regina López y Julia Osuna), el bueno de Rocco sigue desterrado en la Aosta que tanto odia, con nieve y frío en Una primavera de perros (también Black Salamandra, mismas traductoras), una novela que navega por el sarcasmo, la acción, el policial puro y el drama con una facilidad sorprendente. Hablamos con el autor para que nos desentrañe alguna cosa más de su personaje, ese Montalbano de nuevo cuño que ya ocupa un lugar en nuestro corazón lector.
Y, por si dudan (que no deberían), les dejamos el primer capítulo de Una primavera de perros.
El secuestro de una joven destapa toda la miseria de una pequeña localidad, Aosta, a la que el subinspector Rocco Schiavone (ya no comisario, nunca, aunque nadie se acuerde) llegó en la primera novela de la serie desterrado por partir la cara a un pederasta violador, una escoria indeseable pero con un padre poderoso. Con un argumento sencillo y una trama policial impecable, Manzini nos deja pegados a la silla con un drama de sabor mediterráneo, pese a la nieve, y que recuerda al mejor Andrea Camilleri.
Pero que el humor del personaje, sus bajas pasiones, sus peculiaridades, no les despisten. Estamos ante un personaje complejo, con un poderoso punto de vista, que en cierta manera ama su trabajo, una labor que desempeña bien y que supone casi lo único que le salva de la desidia y la locura. Lean, si no, este fragmento de La Costilla de Adán:
“Pero para comprender el egoísmo, la rabia o la locura, Rocco debía meterse en el papel, como hacen los buenos actores antes de interpretar un personaje. Y, para meterse en el papel, debía entrar en la cabeza enferma de esa gente, enfundarse en su piel cochambrosa, mimetizarse y bajar a las cloacas para buscar con una antorcha la parte más indigna e inmunda del ser humano. Y debía permanecer agazapado ahí, en la cloaca, en la ciénaga, hasta que el culpable, el malnacido, se ponía a tiro. Después ya podía salir de nuevo a la superficie y lavarse. El problema es que tardaba días, a veces meses, en quitarse toda esa mugre. Y siempre se le quedaba una parte adherida a la piel”.
Les dejo, con el padre de Schiavonne.
PREGUNTA: Como personaje, Rocco está muy en forma y por lo que se ve en Una primavera de perros va a seguir adelante, con Loba, no sabemos si con Anna ni si en Aosta. Con su pena a cuestas, con el recuerdo cada vez más difuso de Marina… ¿Cómo se ha planteado el futuro del personaje? ¿Hasta cuándo?
RESPUESTA: El futuro de Rocco está en cada libro suyo. Como cada uno de nosotros, va por la vida con sus complicaciones, sus encuentros, positivos o negativos, y me gusta pensar que, como le ocurre a una persona de carne y hueso, no sepa bien qué le depara el futuro.
P: Sus novelas se leen de maravilla, como si fueran thrillers facilones, pero no lo son para nada. ¿A qué cree que se debe?
R: Me gusta afrontar cada historia con una escritura sencilla, que parece querer volar por encima de los hechos y los núcleos narrativos, pero que en cambio, al menos para mí, es muy compleja y difícil. Trato de devolver al lector la felicidad que siento cuando escribo un libro.
P: ¿Tiene en su vida personal un fatídico día como lo es para Rocco ese 7 de julio de 2007 (fecha clave en la vida del personaje, de la que es mejor no dar detalles para no arruinar la lectura de la primera novela)?
R: Por suerte, no. Aquel 7 de julio es una fecha terrible para Schiavone. Yo, por el contrario, las fechas tiendo a olvidarlas. Nací un 7 de agosto, y de niño, como era temporada de vacaciones, nadie se acordaba de mi cumpleaños. Ya se sabe: cuando estás en la playa los días son todos un poco iguales.
P: Se habla mucho del subjefe, que no comisario, Schiavone como sucesor de Montalbano pero ¿Cuáles son sus influencias a la hora de construir el personaje?
R: Es un cumplido que me honra y un maravilloso deseo. En realidad empecé a escribir a Rocco influenciado por un escritor inglés, Irvin Welsh, y un libro suyo que en italiano está traducido como Il lercio (Filth en versión original). Me gustaba la figura del policía sucio, medio bandido, con un sentido de la legalidad muy suyo y una ética que se adapta poco a la del resto del mundo. La primera versión de Pista negra era mucho peor, era un bandido con uniforme, un personaje negro y terrible. Luego, poco a poco, lo he ido suavizando, redondeando las puntas, le he hecho más humano y con un corazón grande y generoso. Pero se ha quedado un poco bastardo, manchado por aquel lodo que le había echado encima y que no se le ha quitado del todo.
P: En los últimos días ha estado en Dubái y en Valencia. ¿Cómo lleva el show business?
R: No lo sé. Voy por ahí y hablo sin entender ni por qué. Me encuentro a tener que contar mis libros a los libreros y vendedores, y sinceramente me encuentro como Rocco en la nieve. Creo que si dependiera de mí, mi editorial tendría grandes problemas de facturación. Por suerte hay gente que este trabajo lo sabe hacer bien. Me encierran en una habitación y me ponen a escribir. Del business de encargan otros.
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