Emperrados

Sobre el blog

El día en que un chiquitajo o un gigante peludo entra por la puerta cambia tu vida. Aunque nadie te hable en casa, tú ya tienes asegurados fiesta, perplejidad y cariño. Somos unos cuantos autores con ganas de contar su peculiar verdad sobre perros y gatos. Coordinados por Matilda, una schnauzer (superdotada, cómo no) adicta a los calcetines de Ana Alfageme

Sobre las autoras

Ana AlfagemeEn una de sus vidas, Ana Alfageme es periodista en EL PAÍS, donde durante 26 años ha saltado desde la información científica y social a los sucesos y la cultura. Hoy trabaja en proyectos especiales. Su aventura más nueva y apasionante es compartir techo con Matilda y sobrevivir para contarlo aquí.

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Alojamiento, salir y más

¿Qué edad tendrías si fueses un perro?

Por: | 31 de mayo de 2013

Benmeg

Matilda tiene seis meses. Es decir, estaría a punto de iniciar el preescolar, porque, humanamente, ya cumple los tres años y medio. Con estos cálculos (un año perruno equivale a siete nuestros) confiaba en que viviera hasta los 14, es decir, que llegara a convertirse en una perrita centenaria. 

Pero la BBC, que tantas veces alerta de todo tipo de noticias, me ha amargado el día. Mi schnauzer miniatura no cumplirá los 12 años. Y la cosa viene de la perra de Ben Carter, un periodista de la cadena pública británica. Su perra Meg había fallecido a los 19 años y cuatro meses, que es como decir que había dejado este mundo con 135 años humanos. "Ninguna persona ha pasado de los 122", escribe Carter. Así que revisó la ley del 7 a uno. 

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¿Por qué mi perro aúlla a las ambulancias?

Por: | 27 de mayo de 2013

Husky

Entre las muchas cosas que seguimos sin entender de nuestros perros, las sombras de sus comportamientos instintivos son probablemente las más llamativas. Da igual el amor o la educación (buena o mala) que seamos capaces de transmitirles. Allí al fondo, más allá del “sit”, el “plas” y el “quieto”, vive un animal emparentado con el lobo que conserva pautas de conducta de un reino que no es el nuestro.

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Ideas para “cansar” a tu perro

Por: | 23 de mayo de 2013

La foto (2)

Coco necesita hacer mucho ejercicio para quemar energía.

Los perros urbanitas necesitan una elevada dosis diaria de ejercicio para quemar toda esa energía que acumulan y a la que difícilmente pueden dar rienda suelta en una vivienda de ciudad. Una necesidad que no tiene un perro que vive en el campo, por donde se pasea más o menos a sus anchas. Entre los perros urbanitas, aquellos que viven en una casa con jardín tienen una cierta ventaja, pero incluso ellos necesitan estímulos físicos y mentales para mantener una correcta calidad de vida.

Por supuesto, las exigencias varían en función de la raza y de la edad de la mascota. No necesita el mismo nivel de actividad un dogo alemán que un chihuahua ni un perro joven que uno viejecito, que ya empieza a tener problemas articulares. Pero todos necesitan moverse. De lo contrario, los zapatos, las alfombras o los jarrones serán las víctimas más propicias a la hora de liberar su ansiedad y tensión. Por no hablar del círculo perverso en el que entran los perros con escasa actividad física, que de forma inmediata sufren fuertes ganancias de peso, eso les provoca mayores dificultades de movilidad y, con el tiempo, problemas en las articulaciones que no hacen más que agravar los problemas de peso y así cada vez peor.

Claro que siempre hay que tener unas precauciones mínimas, como evitar las horas de fuerte calor en verano, llevar agua para hidratarle si el ejercicio se prolonga y tardamos en llegar a casa y avanzar poco a poco con nuestra mascota. Un perro que apenas camina unos 15 minutos al día no puede pasar a correr hora y media de un día para otro.

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Un milagro en directo en Oklahoma

Por: | 22 de mayo de 2013

 Si existiera una versión perruna de Lo imposible, sería esta. Una anciana relata a la cámara que cubre en directo la devastación del tornado de Oklahoma. Viste una bata y habla en medio de los escombros (lo que era su casa en Moore, una ciudad semidestruida por estos fenómenos en tres ocasiones en los últimos 15 años). Barbara García y su familia, es decir, un perrito, se habían encerrado en un baño para esperar a que escampase. "Era algo que tenía planeado", dice la mujer a una reportera de CBS. "Se fue la luz en el aseo, estaba sentada en mi taburete. No perdí la consciencia, pero grité para llamar al perro y no contestó ni volvió. Seguro que tiene que estár en algún lado". El paisaje del desastre no invita a la esperanza: "Así es la vida en la gran ciudad", murmura  Y entonces...

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Por qué Alemania es el paraíso (para los perros)

Por: | 21 de mayo de 2013

Janine

Janine Kramer, educadora canina, con sus galgos Zipi y Zape. /NOELIA CAMACHO

Por NOELIA CAMACHO


 "Zipi, Zape: ¡Fuss!" Janine Kramer casi no grita, pero los dos galgos vienen corriendo y se colocan cerca, muy cerca de ella. Como si la misteriosa palabra germana significara algo más que el “juntos” que yo penosamente le berreo por todo el parque a mi perro. Porque el “fuss” de Jani emana autoridad, verdadera autoridad alemana. Tiene 32 años, es experta en educación canina y vive desde hace más de una década en España. Con ella vamos a intentar descubrir qué secretos encierra el paraíso perruno por excelencia: Alemania.

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Confesiones de un 'dueñastro' de perros

Por: | 18 de mayo de 2013

Tango
Tango, pensando qué habrá hecho él para merecer esto.

A veces tengo perros sin tener ni idea de cómo se tiene un perro. Esto último no lo sabe el resto del mundo, que me ve pasear a Tango y a Boira por Malasaña con la sonrisa con la que Morgan Freeman hacía lo propio con MIss Daisy y debe tomarme por la máxima autoridad mundial en estos dos tusos. Pero lo sé yo. Y lo que es peor, me temo que lo saben ellos. Deben pensar que soy un lunático al que de vez de en cuando le da por perseguirles sin motivo aparente, gritando su nombre como Mel Gibson clamaba por la libertad en Braveheart, con la correa en una mano y 300 bolsitas de plástico en la otra. La triste realidad está en algún lugar entre esas dos imágenes. Soy un estereotipo, una caricatura, una estampa repetida de vez en cuando por parques de todo el mundo. Soy un dueñastro.

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Se llama Shanti, pero lo que ha costado

Por: | 16 de mayo de 2013

Al fin tenemos nombre: Shanti. Han hecho falta casi tres meses de debates familiares para dar con el nombre de nuestro nuevo perro, el segundo que llega a casa; un nombre que nos convenciera y le pegara. La cosa no ha sido fácil. Todos sabemos que va a ser uno más de la familia y decidir cómo llamarle ha supuesto más discusiones que las del Concilio de Nicea, aunque más amistosas.  El nombre tiene un porqué.

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Mujeres que corren… con perro

Por: | 13 de mayo de 2013

  Corriendo-con-perro

Hay un conocido movimiento en Twitter que propone a las mujeres que salgan a correr, #mujeresquecorren se denomina. Una iniciativa que surgió como una cita de amigas con una afición común y que luego se ha convertido en un punto de encuentro mucho más amplio. Yo era una de esas mujeres que soñaban con salir a correr y divertirse mientras lo hacían, claro. La satisfacción que podía percibir en gente cercana que practicaba ese deporte me hacía desearlo con más fuerza. Pero todo era en vano.  Lo intenté varias veces, pero nunca fui capaz de engancharme a una mínima rutina. Me aburría soberanamente. Probé distintas formas: con música, con un plan de entrenamiento, a mi aire, acompañada, sola, por la mañana, por la noche… Por supuesto, lo primero que hice fue comprarme un par de zapatillas y todo lo que yo creía que era la equipación necesaria, como hago siempre que me empiezo a practicar un nuevo deporte. Ni por esas. Las zapatillas quedaron relegadas a un rincón del armario y la ropa, reciclada para el gimnasio.  Hasta que llegó Coco a mi vida.

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Se busca perro con metrobús

Por: | 11 de mayo de 2013

 

El hombre, que iba a ir sentado a mi lado en el avión, exclamó al ver el transportín rojo con mi cachorra dentro:

-Yo no viajo con un perro, por principio. Los perros, a la bodega, que es donde tienen que estar.

Su señora, también de mediana edad, asentía.

A nuestro alrededor, decenas de cachorros de raza humana chillaban o lloraban con grave riesgo para nuestros tímpanos. La excitación del fin de las vacaciones de Semana Santa. La azafata y yo nos miramos. La pobre Matilda guardaba silencio, como suele hacer cuando viaja. Podíamos haberla liado, porque, salvo en Ryanair, se puede viajar con los perros en cabina si son pequeños. Mi mitad peleona musitó: "Algunos humanos deberían viajar en bodega", pero creo que no me oyeron. Mi parte zen, auxiliada por la azafata, solucionó la cosa cambiándome de sitio (menos mal que había) para colocarme al lado de una familia chiflada por el hecho de volar con una perra pacífica.

Nadie dijo que moverte con tu perro fuera sencillo. Quizá bastante más si el tuyo es un chihuahua y no un labrador. Si pesa poco, podrás ir en la cabina del avión con él o ella, igual que en tren (dentro de un transportin, procura que sea cómodo y que se acostumbre). Del autobús, en general olvídate, salvo que, como decía mi potencial vecino del avión, te parezca bien que pasen el viaje a oscuras entre las maletas. Pero ¿qué ocurre si vives en Madrid, tu perro es grande y quieres llevarlo a un parque que está lejos de tu casa?

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De gato a perro en 100 días

Por: | 09 de mayo de 2013

GATO

Nos definimos por nuestras elecciones. Hasta las más nimias. Tendemos a dividir el mundo en dos opciones, un ying yang sin puntos de encuentro. Sin grises. Blanco o negro. Cocacola o Pepsi. McDonalds o Burger King. PP o PSOE. Perro o gato. Para bien o para mal, la vida es más compleja. Si no me creen ahí quedan mis últimos 20 años de existencia, con Lucas primero y ahora con Gaspar.

Desde pequeño me he criado rodeado de animales. Recuerdo los inviernos en Asturias jugando con los xatos –terneros en bable- por las cuadras, persiguiendo a las gallinas o pitas por el corral o pasando las tardes de verano en los praos vigilando las vacas de mis tíos con un mastín hormonado de ladrido gutural. Ya en Madrid, tuve periquitos –Pirri y Valentín-, hamsters –Tom y Jerry, qué original-, una cotorra –Willy- y hasta un pato, al que bauticé Lucas en honor de los cartoons de los Looney Tunes. Lucas el pato terminó en las fauces de un perro maleducado, y su nombre lo heredó el siguiente eslabón animal en la familia.

Se trataba de un gatito de pocas semanas, que se ganaba la vida robando lo que podía por las pescaderías del mercado Maravillas. Mi hermano mayor le rescató cuando un tendero le iba a dar matarile y se lo trajo a casa. Durante 17 años fuimos inseparables. Tras su muerte, pasados unos 100 días, Gaspar, un golden retriever de 37 kilos al que le encantan los niños y robar el pan a las ancianitas por la calle, entró en el clan. El nombre, por si se lo preguntan, no tiene ningún componente político con el Partido Socialista (Zarrías) ni Izquierda Unida (Llamazares) o mi pasado en Deportes (Rosety). A Gaspar le llamamos Gaspar por el Rey Mago: llegó a casa un 5 de enero, y el nombre le vino al pelo. Literalmente. Por su color entre pelirrojo y castaño. Aunque seguimos con la duda de no haberle llamado Scooby Doo.

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El País

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