Tú dirás que no, que eres una bruja, pero los encuentro irresistibles. Matilda con sus cachorros.
Vino llorando, con un muñeco amarillo entre las fauces. Agitando el muñón de su no rabo. Pidéndome subir a la cama, cosa bastante rara en ella. Matilda, mi cachorra de schnauzer, acababa de ser esterilizada. A las molestias de la operación (lloraba muy quedo cuando se despertó de la anestesia) le siguió, días después, este extraño comportamiento.
Tomé el muñeco de goma. Era un plátano con una carita pintada que le había regalado Andrea para compensar la destrucción masiva que había perpetrado Trufo, su teckel, en una visita a mi casa. Matilda, en vez de morderlo y jugar con él, lo lamía despacito.