Seth estaba preparado, cámara en mano. Y Buster estaba juguetón. Era un día normal, en un entorno conocido. Seth, el fotógrafo, planeaba hacer una sesión con Buster, el perro, en el jardín trasero de una casa de California (EE UU). Y como si una fuerza bruta empujara al modelo, éste, sin pensar en el protocolo, se lanzó a la piscina. De forma literal. El objetivo: su pelota de tenis. Él mismo la lanzaba al agua y después se tiraba a por ella. “Estaba tan emocionado que me contagió el entusiasmo”. Eso es lo que dice el fotógrafo, que transformó la sesión sin darse cuenta en una pasarela acuática.