Estos días se esconden debajo de la mesa, la cama o donde pillen cuando se huelen que les vas a sacar de paseo. Mi perra Matilda ha desarrollado una especial habilidad para ocultarse en lugares lo suficientemente inaccesibles como para que tengas que arrastrarte como una culebra debajo del mueble de la cocina o entre las bajísimas patas de un sillón del salón para pescarla. Por supuesto, con temibles gruñidos por su parte.
Se coscan de que salir a más de 30 grados a la sombre no tiene nada de planazo. Y eso que has esperado al momento en que ya no hay sol. Así que, una vez cazados y en la calle, ven una migaja de césped y se revuelcan como si no hubiera un mañana. O plantan sus reales (o, sea, la tripa) sobre la hierba fresca y te miran como diciendo: "Que trote Rita, que yo estoy aquí divinamente".
Nuestros colegas pueden sufrir, como nosotros, golpes de calor. Ocurre en estas épocas, cuando los perros han hecho ejercicio intenso a altas temperaturas o han sido confinados en espacios calientes y sin ventilación (ojo, ni un minuto en el coche sin ventilar). Lo reconocerás si jadea con frecuencia y presenta sequedad en la boca. La mucosa puede estar incluso oscurecida o enrojecida por la vasodilatación. Su temperatura puede alcanzar los 41 grados centígrados. Los casos más graves pueden aparecer con ataxia, perdida de consciencia y convulsiones. Hay que salir corriendo al veterinario después de tratar de bajar su temperatura gradualmente (usar un espray de agua y colocarle bajo el aire acondicionado, pero no remojarle en exceso y súbitamente, ya que el retorno de la sangre periférica a alta temperatura hacia los órganos centrales puede empeorar el cuadro).