Sus ladridos le salvaron la vida. Vita —una perra mestiza, de tamaño mediano, orejas pequeñas y ojos negros como el petróleo— estaba condenada a morir en un matadero clandestino de Zhanjiang, una ciudad al sur de China. Su destino cambió gracias a uno de los investigadores encubiertos de la organización española Igualdad Animal, que en abril de 2013 recababa pruebas contra el comercio ilegal de carne de perros y gatos en el gigante asiático. A diferencia de los demás animales —echados en los rincones, abatidos y aterrorizados—, Vita se mostró alegre y vivaracha al ver al activista. “No paraba de ladrar. Se movía de un lado a otro. Buscaba afecto y cariño”.