04 enero, 2007 - 21:14
La moral de un pixel
Recapitulemos. Decenas de personas se han pasado a lo largo del día por el quiosco creado por Laylah y Atlante para Cibarp@is en los terrenos de Apogee. La charla ha sido muy animada, desde los sistemas políticos a los problemas de transporte, pasando por el amor y la prostitución virtual a la promoción artística. Vamos por partes.
Si tuvieras que ponerle un nombre al sistema de normas que rige Second Life, ¿cuál elegirías? Lyryco se inclinaba por el de dictadura, dado que es la empresa que desarrolla el juego la que decide qué se puede y qué no se puede hacer. No hay elecciones democráticas, pero según apuntaban Highgrowth o Lila, lo que establece Linden Labs son “unas mínimas normas de convivencia”, y además los Lindens hacen mucho caso a los residentes… No todo el mundo debe estar de acuerdo, dado que ya hay quien ha formado una especie de grupo de oposición, “algo así como el movimiento de liberación de SL” que exige una carta de derechos para los residentes.
De la política pasamos a los medios de transporte. Más que el metaverso parece que nos hemos montado en un taxi en Madrid. Varios residentes apuntan que después de teletransportarse han sufrido transformaciones en su aspecto. “Yo siempre pierdo las coletas”, dice Anna Begonia. Otros pierden parte de la ropa y a Líala le brillan las zapatillas después de cada viaje. Deslumbrante.
Conocemos también a una pareja; ella presta sus servicios sexuales a cambio de dinero y a él no parece importarle. “Lo que vendes son los pixeles, no tu cuerpo”, apunta alguien. ¿Tienen moral los pixeles? ¿Es esto cuestión de moral. El cibersexo está en alza, no digo más.
Vuelve el tema de las bodas y parece que el trabajo de diseñador del vestido o el de casamentero está bien pagado, por una ceremonia un cura virtual puede llegar a cobrar 1.500 lindens, la moneda local. Pues habrá que estudiarlo, ¿Dónde está el seminario? Porque si se puede hacer dinero de ello, seguro que alguien lo ha construido. En un entorno en el que no se puede morir (¿no?), en el se olvida esa motivación clásica de los juegos, la supervivencia, el ánimo de lucro se convierte (como en la RL) en algo que mueve montañas. Pero lo llaman segunda vida.
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