Periodistas de RNE, TVE, Telemadrid, El Periódico, EL PAÍS y otros medios en la caravana del PP de 2000
Lo de los blogs, ya se presume, tiene un toque personal de striptease y vanidad. Te presentas ahí arriba con tu foto y la mejor definición de tí mismo. Lo del post de hoy ya va sin faja. La fotografía que encabeza esta sección me la envió hace unos días una compañera de televisión para recordar los buenos momentos de la caravana electoral del PP que pasamos juntos en el 2000, hace casi doce años. Cómo hemos cambiado, sí. Observen el tamaño de los teléfonos móviles, por no hablar del cuaderno azul que yo mismo porto mientas hablo para evidenciar mi sagacidad y cercanía a las fuentes populares que manejaban los nombres de los ministrables de José María Aznar. En la representación, Marco conecta con su centralita, Marta mira al objetivo, Toño medita y Ana guarda las formas. Se supone que el portátil está en el pupitre. También que ya había pasado la crónica. Y que estábamos a punto de abandonar los sótanos del pabellón polideportivo o de la plaza de toros donde nos habían resguardado ese día. Aznar había soltado su chapa. Podrían ser fácilmente las doce y media de la noche. En fin, no todo era cachondeo.
Algunos días nos levantábamos a las seis de la mañana para no perder el slot especial que Spanair había contratado entre Badajoz y Zaragoza, por poner el ejemplo de un vuelo rasante que recuerdo muy bien.
Llegábamos al nuevo aeropuerto temprano, nos hacíamos un autorretrato y unas risas, nos montaban un acto sectorial a media mañana para amortiguar el mensaje, pasábamos por el hotel para dejar el petate, comíamos algo (probablemente la mejor y más caliente ingesta de la jornada), llamábamos a base para recibir alguna instrucción o reprimenda y cogíamos el autobús hasta la localidad del mitin vespertino. Si hacía falta, la policía nos abría paso hasta la puerta trasera del auditorio. Accedíamos con personal de seguridad hasta nuestro corralito reservado. Y allí escribíamos. O en un vestuario femenino o... En un momento dado, irrumpía la música que anunciaba el séquito de Aznar.
Los periodistas locales y desplazados, y el público en general, aguantábamos como podíamos a los teloneros (las campañas oficiales duran 15 días pero algunas precampañas se alargan meses) hasta que sobre las nueve menos cuarto de la noche subía al estrado el cabeza de cartel. El candidato construía una idea y alcanzaba el momento álgido cuando le encendían el pilotito rojo para que supiera que tenía que cuadrar el total de los telediarios. Si hacía falta y había más conexiones en directo, Aznar podía perfectamente volver a empaquetar el mismo total. Si fallaba alguna conexión, el discurso se alargaba. También podía acortarse y hasta eliminar, expeditivamente, a algún orador poniéndole la música imposible para que se diera cuenta de que estaba fuera de hora, de lugar, de foco y... de lista.
Para completar la crónica había una mano de colaboradores de Aznar a los que no perder ojo: Carlos Aragonés y Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete y su jefe de prensa, para colocar el argumentario a los periodistas más o menos acólitos; luego relevados por Francisco García Diego y Alfredo Timermans; y Antonio Cámara, el amigo ex piloto, para descifrar el estado de ánimo o el humor del líder y su esposa, Ana Botella. Hubo un momento de hermetismo tal que también te podías creer que te daba alguna pista chafardear un rato con Estanis, el chófer del presidente. Pero, sobre todo, había que tener acceso al malagueño Pedro Arriola, asesor demoscópico. Arriola es el único que parece haber aguantado sin rémora el paso del tiempo. Ahí sigue, con Rajoy, con sus encuestas, y preparándole ya el debate del próximo lunes día 7.
El primero que se preocupó de subir el nivel de esas comitivas electorales del PP fue Rodríguez, hay que admitirlo. También de introducir pequeñas variantes en el guión para dar la sensación de que teníamos algún acceso al líder. Eso sí, con un control total de la escena. Un día era un desayuno en Córdoba, otro una copa de vino en un Parador, en el mejor de los casos concedía en pasarse por nuestra mesa tras cenar con su equipo en un reservado justo al lado en el mismo restaurante. Había que interpretar sus susurros entre las volutas de sus puros. No era de copas, en todo caso un vino solo de Ribera.
Luego se siguió el mismo estilo de Rodríguez pero menos autoritario con De Diego, más amable y simpático con Isidro Cuberos, y ahora más aséptico con Carmen Martínez Castro. Pero el hilo de conexión que facilitó todos esos tránsitos en el imponente departamento de comunicación del PP fue, es y parece que seguirá siendo en el futuro Marilar de Andrés, una institución en toda regla en el partido de la calle Génova. Casi no se concibe llamar al PP y que no te conteste, cuando ella considere oportuno, Marilar. Es un falso ogro. Profesional y eficiente.Tienen mala prensa entre algunos periodistas los jefes de prensa. No es justa. No entendemos bien su trabajo y, a veces, tampoco ellos el nuestro.
Un día de aquellos de mucha tensión, con Marilar pastoreando periodistas en la sede del PP, salió un miembro de aquel gabinete y advirtió: "¡Declaración institucional sin preguntas!". Y los periodistas allí presentes tragamos. Otro día, de más nervios y más agobio, Marilar ya mandó a su ayudante Elena Pastor con una misión que parecía imposible: "¡Rueda de prensa sin preguntas!". Despipote general. Hasta hoy.
Por favor Marilar, convénceles: ruedas de prensa con preguntas, contacto diario con los periodistas, y debates de verdad sin ataduras.
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