A Mariano Rajoy no tiene pinta de que le vaya a caer nunca un rayo, ni paseando por Tres Cantos, por poner un ejemplo, ni de fin de semana en Quintos de la Mora ni en el avión oficial camino de Berlín para departir urgentemente con Angela Merkel nada más tomar posesión. Rajoy no es desde luego François Hollande, desde ayer presidente de la República francesa, esperanza blanca del socialismo europeo, baluarte frente a la austeridad teutónica y un político también de maneras bastante austeras. El presidente español no es un ser arriesgado ni precipitado ni arrojado. Rajoy tampoco es Artur Mas, el presidente de la Generalitat de Catalunya, que ayer, tras verse forzado a anunciar su tercer plan de recortes en menos de dos años, convocó a la prensa, les explicó sus planes durante una hora y les dejó preguntar durante otra. En Cataluña los periodistas lo consideran normal. Al parecer también en Francia y otros países occidentales o de larga tradición demócrata. Aquí no estamos bien acostumbrados.