La retirada de la Thatcher española y madrileña es un aviso en toda regla a Mariano Rajoy. Y, además, en otro momento crítico para el líder del PP y presidente del Gobierno. Ninguno de los gestos, declaraciones, intervenciones e incluso de las recurrentes meteduras de pata de la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, son inocentes. Jamás. Eso no ha sucedido nunca. Y esta decisión final tampoco. Aguirre no ha querido dejar claras, ajenas a las múltiples interpretaciones y análisis, las razones últimas de su marcha de la primera fila política. Y eso tampoco es casual. Si la razón única y definitiva fuera la sanitaria o la familiar la podría haber dejado sentenciada. No quiso. Y eso abre el abanico de las opciones y dirige la mirada hacia su evidente mala relación con Rajoy, con la cúpula del partido y del Gobierno.