Sobre el autor

Javier Casqueiro

. Soy un enfermo de la información política. Redactor jefe de España y Política. Gallego, cocinillas y cosmopolita. Me encanta mi familia, el cine y las series norteamericanas, la NBA, el Barça y las autobiografías de enormes estadistas.

Sobre el blog

Me enerva que las jóvenes generaciones de periodistas ahora en las facultades y escuelas de periodismo solo quieran ser corresponsales de guerra. Ratifico que los partidos políticos y la información política en España también tiene complicadas trincheras que sortear y que los periodistas tan fácilmente descalificados como de moqueta y tenedor también corren sus riesgos, si hacen bien su trabajo. Yo lo intento hace años. En mi experiencia no todos los políticos son ladrones ni vagos ni maleantes. No está escrito en ningún lado que los políticos y periodistas de antes fueran mejores necesariamente.

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¿Dónde está la confianza y la credibilidad prometida?

Por: Javier Casqueiro | 28 dic 2012

Rajoyhoy
Mariano Rajoy es, de siempre, un hombre previsible que presumía de su sentido común y que actuaba desde el orden, la normalidad y sin ocurrencias ni estridencias. El ahora presidente del Gobierno y su equipo defendían en el pasado que en cuanto Rajoy llegase a La Moncloa volvería la confianza y la credibilidad a España y simplemente con eso ya se enderezaría la marcha del país y se recuperaría el pulso en los mercados internacionales. En fin. Algún medio lo denominó prima de confianza Rajoy. No ha sucedido. Es evidente incluso para muchos de sus desconcertados partidarios. Las encuestas, tanto de Metroscopia como las oficiales del CIS, lo que reflejan tras un año de mandato es que Rajoy ha perdido gran parte de su crédito político e incluso la confianza entre los votantes del PP. La gran mayoría considera que improvisa mucho. Y es cierto. Es una de las grandes sorpresas que ha deparado su equipo, que se vendió hace un año como de experimentados profesionales de los cuerpos de élite del Estado (abogados y economistas) y que ahora se ha demostrado que no se tenían bien preparada la lección. Esas figuras o se han quemado o han desaparecido. Y Rajoy sigue en su escondite.

Hace un año el equipo de comunicación de Rajoy sostenía que al presidente del PP no podía pasarle lo mismo que al expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que se exponía demasiado. Para eso, creían, estaban los ministros. Y es verdad que Zapatero no ponía cortapisas a las preguntas, ni a las ruedas de prensa ni a las comparecencias en general. El PP, hasta en eso, pretende negar la evidencia. Es de traca si no fuera tan serio. El argumentario oficial diario del PP, divulgado hoy por la Cadena SER, intenta vender a Rajoy como el presidente que ha situado el Parlamento en el centro de la vida política y desmentir la realidad de que gobierna por real decreto gracias a su mayoría absoluta. La contundencia de los datos es dramática: no ha querido debate de la nación en su primer ejercicio, ha sacado adelante el récord de 29 reales decreto sin acuerdo y acude al Congreso por obligación, tras las cumbre europeas y para las tasadas sesiones de control.

Además, se ha olvidado de su programa y de sus promesas sin rubor, según le ha convenido. Ese sentido oportunista de la política no parecía propio de su curriculo pero lo ha acogido sin problemas para estupor de la prensa anglosajona, como el Financial Times, que cuestionaba ese mismo estilo de su antecesor. El mismo influyente diario económico que le ha recomendado dejar de mirar a corto plazo y empezar a gobernar por el bien de España y no del PP.

¿Dónde está la confianza y la credibilidad prometida? Nadie la ve. Ni en España ni fuera. Ni en el ámbito económico ni en el político. Las principales instituciones del país, y no solo el presidente del Gobierno, La Moncloa y el Parlamento, están en peores condiciones que hace doce meses. Cuando se le pidió una valoración sobre el crédito que aún le concede a su palabra ante tanto incumplimiento recurrió a lo más fácil pero ya demasiado manido: el anterior presidente me lo dejó tan mal que no he tenido más remedio que hacer todo lo que a mí no me gusta para que España no se hundiera en la quiebra total.

La última rueda de prensa de Rajoy en 2012 ha sido un ejercicio de marianismo excelso. Apenas una hora de exposición pública a los periodistas y la nación, 14 de discurso propio y el resto de respuestas cansinas a una quincena de intervenciones de los expertos que le siguen habitualmente y a los que se les agolpan las ideas y las cuestiones, lo que facilita las escapatorias del presidente.

Conclusiones, pocas. Sobre la situación económica pide comprensión y solidaridad y acepta que ha decepcionado a casi todos. Es ahí cuando recurre siempre a la herencia recibida de Zapatero, una coletilla que no debería consentir más a su inteligencia y a la de todos los ciudadanos. Llevaba el dato muy preparado y lo soltó varias veces: "Si no hubiera hecho estas reformas España estaría en un déficit superior al 11% (el doble casi de lo previsto) y sería insostenible". Estaríamos en quiebra, casi donde estamos.

Sobre Cataluña ofreció diálogo, negociación, tender puentes y hablar todo lo que que quiera con Artur Mas para recomponer la relación destrozada pero, eso sí, sin aceptar cambios sustanciales ni en el pacto fiscal, ni en la agenda soberanista del nuevo Gobierno catalán ni en nada que no esté ya en la intocable Constitución. Es más, lo dejó bien sentado, de lo que quiere charlar con Mas cuando le reciba es de cómo salir de la crisis.

El equipo del presidente se debatía sobre si aprovechar la ocasión -Rajoy no suele conceder ruedas de prensa- para lanzar el mensaje de que España empieza a salir ya del túnel. Al final lo hizo pero muy contenido. Auguró que se notarán las mejorías en el segundo semestre. O no. No quería meter la pata ni hipotecarse demasiado. 2013 parece ahora un ejercicio demasiado lúgubre también para la credibilidad y la confianza actual en Rajoy.

El País

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