Rosalía Iglesias, ayer, a la salida de la Audiencia y antes del ingreso en prisión de su marido.
Luis Bárcenas es tal pozo sin fondo de conocimientos y sabidurías del entramado interno del PP durante veinte años que puede convertirse ahora, y eso es lo que más teme la dirección nacional del partido, en un campo de minas. Por eso ha ocurrido todo lo que ha ocurrido dentro del PP durante estos meses de componendas, frases incomprensibles, declaraciones surrealistas y comportamietos kafkianos. Por eso salió en su día, en 2009, Mariano Rajoy a declarar en público que nadie podría probar nunca su culpabilidad y por eso María Dolores de Cospedal, su evidente y presumida rival interna, batió todos los récords en las marcas del absurdo con el total de 1,52 minutos más doloroso, cómico y dramático que se recuerda en la historia mundial de la política para defender su indemnización de despido en diferido.
Este post tiene por objeto aclarar un malentendido repetido muchas veces y que, además de no ser del todo cierto ni exacto, podría tener algunos significados que nunca se han revelado. El asunto tiene que ver con el supuesto nombramiento por parte de Rajoy de Luis Bárcenas como tesorero del PP teóricamente en el muy polémico XVI Congreso que ese partido celebró en Valencia en 2008. No es verdad. No fue nombrado en ese cónclave. Allí fue ratificado. Ya llegó a esa cita como tesorero, aunque nadie sabe muy bien explicar por qué. Y lo de la fecha, claro está, no es una anécdota.
Bárcenas fue nombrado tesorero nacional del PP por una ejecutiva del partido celebrada justo antes de ese congreso de Valencia. Hasta esa fecha era solo gerente del partido, a las órdenes del entonces tesorero, Álvaro Lapuerta. Él no quería ser nombrado durante aquel conflictivo congreso porque no quería ligar ni relacionar su puesto o su ascenso a las batallas internas que se libraron entonces, especialmente con el grupo de los liberales encabezados por Esperanza Aguirre, que sopesaron presentar la candidatura rival a la de Rajoy. Quiso resguardarse. Y el presidente del PP se lo consintió.
Rajoy ascendió a Bárcenas, por tanto, casi en secreto, en una ejecutiva anterior al congreso, sin publicidad ni anuncio público ni alharacas de ningún tipo, y luego el congreso simplemente le refrendó. Pero es que, además, esa designación llegó también con cuatro años de retraso según lo previsto. Algo que tampoco se ha contado ni se ha explicado jamás. Al congreso anterior, organizado en Madrid en octubre de 2004, Rajoy llegó tras perder las elecciones generales frente a José Luis Rodríguez Zapatero tras ser designado a dedo por José María Aznar. Entonces ya se planeó todo para que Bárcenas asumiera la función de tesorero. Lapuerta, teóricamente, quería retirarse. Era ya muy mayor. Tanto se programó hasta el más mínimo detalle que se incrustó a Bárcenas en las listas electorales del partido en 2004 como senador por Cantabria (pese a que es natural de Huelva y se crió en Extremadura) para que pudiese disfrutar de la condición de aforado, como se hace habitualmente en los partidos con los tesoreros. Ya entonces se habló ese traspaso de poderes con Lapuerta y con el propio Bárcenas, se apalabró todo y al final no se produjo el cambio. Nunca se explicó la razón.
Los enigmas relacionados con Bárcenas se acumulan ahora en el PP. Hasta hace nada, apenas cuatro años, muy pocos dirigentes tenían relación con él. Solo unos pocos. Los miembros más seleccionados de la cúpula, el mando real, que entraban de repente en su despacho y le encontraban con las dos pantallas de sus ordenadores "jugando a la bolsa". No se cortaba, les animaba a seguir su ritmo. Los demás, los mandos intermedios, le temían más que otra cosa. Solo subían a su despacho cuando había problemas para justificar sus facturas o para reclamar alguna subida salarial. En eso era estajanovista, lo que ahora ha provocado esta reacción de enorme malestar entre muchos empleados cuando han conocido la cuantía de su tremenda fortuna. Llegó a suceder que Bárcenas les ponía muchas pegas para pagar algún exceso de sobremesa en carretera (unas copas o unos puros de más con los que se agasajaba al propio presidente tras el desplazamiento a un mitin) y los interesados de esa intendenica tener que acudir directamente a Rajoy para pedirle ayuda y que convenciera del pago al extesorero. Pasó incluso con alguna mariscada.
Las negociaciones salariales fijas, y ahora sabemos también que los complementos, dependían de su peculiar tabla salarial. Y de esa negociación no se libraban ni los secretarios generales, que teóricamente eran sus jefes. Uno de ellos no dio crédito el primer día que llegó a su despacho y recibió la llamada en la puerta de Bárcenas. La visita no era de cortesía. El entonces tesorero quería saber cuánto quería ganar de sueldo al mes el nuevo alto cargo. Tras la sorpresa de la pregunta, el secretario general del PP le pidió que le enviase por carta la cifra con el importe exacto del sueldo que ya ganaba hasta entonces su antecesor. Quería tener esa prueba por si acaso.