Autor invitado: Josep Giralt (*)
Catherine Deneuve, en 'Belle de Jour', 1967.
"¡Por Dios! ¡Cúan moral es el pueblo cuando no se le da la oportunidad de ser libertino!". (Marques de Sade)
La lógica del orden social es muy compleja. No sólo reprime a través de la culpa, también fomenta que se tengan deseos, pero solo los deseos que ese orden social ha decidido que se pueden tener.
Luchar por mantener una conciencia propia supone, la mayoría de las veces, lo mismo que atravesar el desierto en solitario. El sistema posee una gran habilidad, se encarga sutilmente de neutralizar cualquier atisbo de libertad. Pero no se puede vivir indefinidamente en el frente. En la vida siempre llega un día en el que las circunstancias se tuercen. Uno comprende entonces que debe aprovechar esa oportunidad para luchar por la construcción de uno mismo.
Si no queremos vivir una vida estéril, sintiéndonos como seres alienados, no nos queda otra opción que la de abandonar esa calma interior imaginaria que produce la comodidad de saberse parte del rebaño. En realidad es el orden social el que dictamina qué situaciones van a ser calificadas como “normales”. Conceptos como matrimonio, amor, sensualidad, monogamia, fidelidad o familia son administrados según sus intereses. Se hace en forma de leyes, de esloganes, de catecismo o de ideas falsas. Lo mismo que una campaña de marketing orquestada para la captación de almas. Almas que, sin saberlo, viven abducidas por la moral de sus amos.
Gore Vidal reflexiona sobre la situación en el libro Sexualmente hablando: “La mayoría de los hombres-homos o heteros-aceptarían encantados la oportunidad de tener relaciones sexuales con quinientas personas diferentes; pero difícilmente les va a brindar tal oportunidad una sociedad que les quiere bien casados para hacer de ellos trabajadores dóciles y consumidores leales. A nuestros gobernantes no les conviene tener a la plebe buscando plan por ahí, como hacen ellos”.
El valiente que se atreva a violar los códigos será considerado siempre un outsider y sufrirá las consecuencias. ¿Qué suicida prefiere la autonomía de su propio deseo al deseo gregario y comunitario?
El amores imaginarios de hoy se centra en Belle de Jour. La visión de Luis Buñuel sobre la vida de una mujer burguesa, Séverine Sérizy (Catherine Deneuve) cargada de traumas infantiles y en perpetua búsqueda de experiencias sadomasoquistas. Una mujer obsesionada por sentirse poseída y deseada. Séverine busca a través de experiencias sexuales límite encontrar un cierto sentido a una vida aburrida, hueca y sin más proyecto que el de parecer una musa perfecta.
Séverine es joven, hermosa, elegante y refinada. Encarna la imagen de la perfección, del bienestar y la elegancia. Nada hace suponer que en realidad es como un jarrón roto. Casada con un prestigioso cirujano, Pierre Sérizy (Jean Sorel), sufre un desorden interno que choca con el orden preestablecido en el que vive. Su marido, profesional de éxito, es al mismo tiempo símbolo de protección. Es tan correcto, tan medido, que ella se ve incapaz de liberarse y mantener relaciones íntimas con él. Su perfección supone para ella un verdadero obstáculo a la hora de materializar sus necesidades y fantasías sexuales.
Escondida detrás de una aparente normalidad, se siente incapaz de controlar su voluntad y empieza una doble vida que implica un reto y al mismo tiempo un peligro. Con el deseo de superar sus represiones, decide ponerse a trabajar como prostituta por las tardes. Utiliza la prostitución como liberación a su vida burguesa.
La mayoría de nuestros instintos naturales son cuidadosamente corrompidos desde la cuna. Como en las novelas románticas francesas del siglo XIX, el deseo se convierte nuevamente en en el motor que logra transformar a un ser humano y su voluntad.
Belle de jour es el canto a la búsqueda de un destino no establecido, a la lucha por ganarle una batalla a la nada, al propósito de obtener un pensamiento libre de ataduras. En definitiva, al intento por establecer el fin de la condición pasiva y el libre pensamiento a todas las formas dominantes.
Sin embargo, Séverine todavía no sabe que “querer conocer es también alejarse de la felicidad”. Es la misma historia de siempre: el precio de la inteligencia es la inocencia perdida, es cometer un pecado y hacer trizas la apacible cotidianidad. Por eso la mayoría de los mortales permanece en el rebaño, satisfechos de haber pasado por la vida felices y sin riesgos.
Madame: No esperaba verte ahora. Como te fuiste a toda prisa esta mañana. Pensé que te había asustado. Entra. Pon tus cosas aquí. Conocerás a las otras dos chicas muy pronto. Mathilde y Charlotte. Ambas son muy agradables. Mis niñas tienen que ser educadas y muy alegres. Tienes que disfrutar de tu trabajo. La semana pasada se fue una de mis chicas. Muy bonita, pero era demasiado vulgar, demasiado mala. Siéntate. ¿Cuál es tu nombre?
Séverine: No quiero….
Madame: No quiero tu nombre verdadero. ¿Crees que mi nombre es Anais? Tenemos que celebrar tu llegada.
Séverine: No gracias, Madame.
Madame: Sólo un poquito. Tenemos que encontrarte un nombre. Sencillo y bonito. Fácil de recordar. Pensemos juntas. (Se escuchan unas risas y la voz de un hombre) Es el Señor Adolphe, uno de nuestros clientes. Ya verás, es divertido. ¡Tengo una idea! ¿Quieres llamarte Belle de Jour?
Séverine: ¿Belle de jour?
Madame: Como sólo vienes por las tardes... Sólo si tú quieres. Pareces nerviosa. Relájate. A las 5 ya habrás acabado, no te preocupes. ¿Hay alguién esperándote? ¿Un novio? ¿Un marido? No quiero ser una entrometida. Bésame. (Se escuchan de nuevo voces en otra habitación).
Madame: Las chicas están sedientas. Esperáme ahora vuelvo.
(*) Josep Giralt es periodista y reside en Barcelona. [email protected]
Hay 9 Comentarios
Una cosa es como nos ven y otra muy diferente como somos, y lo más importante es como nos sentimos.
Catherine Deneuve se siente ahogada en su realidad... y yo me pregunto ¿cuántas veces no nos hemos sentido así?
Publicado por: Make | 23/01/2012 22:59:16
Con tanto reality, no creo que la película sea extrapolable al momento actual.
Publicado por: Uol Free | 23/01/2012 21:59:19
Siempre deseamos lo que los demás desean, de manera mimética, la verdadera falta de libertad es eso, la ausencia de criterio, no la existencia de reglas.
Publicado por: El peletero | 23/01/2012 20:51:09
"Es la misma historia de siempre: el precio de la inteligencia es la inocencia perdida, es cometer un pecado y hacer trizas la apacible cotidianidad". Certera síntesis de tu entrada, Josep. Me ha encantado el artículo y he recordado todo aquel cine de la insatisfacción contra el orden social establecido... Antonioni, Fassbinder, Buñuel, claro. Gracias!
Publicado por: anne cé | 23/01/2012 20:01:17
Tengo suficiente con mi vida...las bolas chinas. Un juguete sexual libra a muchas del abismo por cuyo filo anda belle de jour. Lo que antes hacían los curas ahora lo hacen los dildos. Energía sexual controlada. Recomiendo "El malestar en la cultura" de Freud.
(Carla perdona, pero no es nada personal, sino una reflexión producida por tu comentario)
Publicado por: snopes | 23/01/2012 18:26:56
Hay quien no puede con la primera así que como para tener una segunda... ni siquiera con esto entre la piernas...
Publicado por: blog bicis eléctricas | 23/01/2012 16:01:19
Y al final nos encontramos en tesituras dónde no sabemos que camino escoger... porque en realidad parece que no existe el camino correcto salvo el del corazón y el de la aceptación del error y la imperfección humana.
Publicado por: Juan | 23/01/2012 15:59:08
Tengo suficiente con mi vida, asi que lo de llevar una doble vida no va conmigo. Ahora, lo que tambien tengo claro es que en mi vida no olvido el placer, la sensualidad y disfrutar con mi pareja.
Publicado por: Carla | 23/01/2012 10:44:12
Querer conocer también es salirse de una monotonía que a menudo termina en el abismo. Solo se avanza si se conoce.
Publicado por: Marta | 23/01/2012 10:40:42