Autora invitada: Lara Sánchez, fundadora de ¡Vaya Berlín! (*)
BERLÍN, 2012. En la esquina de una calle residencial, cercana al distrito histórico, un gigantesco rótulo en amarillo y azul anuncia orgulloso la entrada a un local de intercambio de parejas. Franqueando su puerta, a plena vista de cualquier viandante, un collage de fotos da una idea de las posibilidades de su interior: camas redondas de raso, complejos aparatos eróticos, incluso útiles al servicio de las más retorcidas prácticas sexuales; al cuero, al desnudo o en rudas posiciones. No es el único lugar de la capital alemana que ofrece sin esconderse un espacio para la libre orgía o el hábito sexual más inimaginable; los hay casi a cientos (en la imagen, otro escaparate). Berlín se comporta así de desenfadada en numerosos aspectos y, en especial, en lo referente al cuerpo y sus placeres. Aquí no hay nada de lo que uno pueda avergonzarse porque se entiende y se exhibe que el hombre – además de trabajar duro – necesita divertirse.
Ambiente nada extraño en el Kit Kat Club. Foto de Stephan Mueller.
La exposición natural del gozo ajeno y compartido en esta ciudad viene de lejos. Se vive de tal modo que hasta el filósofo francés Voltaire le dedicó hace casi tres siglos la frase: “En Berlín uno no solo disfruta de libertad de pensamiento sino también del pene”. Lo dijo tras una prolongada estancia como invitado a la corte del mítico Federico el Grande; el excelente monarca prusiano recordado no solo por sus éxitos militares, sino también por su refinado gusto por las letras, las artes, y quizás la libertad sexual. Por entonces Berlín era una ciudad militarizada (de 145.000 habitantes, 33.000 pertenecían al Ejército) y la prostitución al servicio de los soldados era habitual.
De Federico se sabe que quiso escaparse cuando joven con el teniente Hans Hermann von Katte a Inglaterra, y que fue capturado por el rey, su padre, y obligado a presenciar desde la ventana de su prisión la ejecución de su supuesto amante. Décadas más tarde, ya sin la presión paterna, construyó el magnífico palacio de Sans Soucci (“sin preocupaciones”), donde relajarse con sus íntimos y tocar la flauta. No es de extrañar pues las palabras de Voltaire sobre Berlín; sobretodo al leer el poema que el propio Federico le envió para demostrar al mundo que el ciudadano del norte de Europa era tan capaz o más de conducirse pasionalmente en el amor y el roce que un italiano, un francés o un español. El poema, descubierto el año pasado por una filóloga de la Universidad Humboldt, relata de un modo nada pueril el éxtasis de una pareja envuelta en un mar de placeres, aludiendo incluso a sí mismo en los versos finales:
Afortunado quien nunca cae bajo la pompa del poder
y conoce el placer.
Porque un momento de pasión es
para aquellos que lo gozan
mucho mejor que todo un siglo de honor.
Magnus Hirschfeld (con gafas) y amigos. Éste médico luchó por la despenalización de la homosexualidad al inicio del siglo XX.
LA BABILONIA SOBRE EL SPREE. Pero sin duda en Berlín el disfrute erótico total para toda clase social y, en especial, para las mujeres, llegó con la intensa industrialización y el final de la primera guerra mundial. Ellas compartían espacio laboral y público con el hombre, dentro y fuera de las fábricas, y sobreviviendo también a la gran inflación, al hambre y el caos político de la República de Weimar. La noche se convirtió en el tapiz donde la algarabía diurna tomaba forma definitiva, el escenario de una emancipación sin precedentes por el que Berlín llegó a ser llamada la “Babilonia sobre el río Spree”. Las imágenes de prostitutas y cabareteras inundaban la ciudad casi de un modo honorífico; sus perfiles casi se confundían con el de la chica anónima que bebía, fumaba, escuchaba jazz y tomaba cocaína para iniciarse en la experimentación de mapas y puntos orgásmicos corporales sin temor. Los turistas con fajos de billetes de dólar, guiados por el manual del Berlín depravado’ de Curt Mureck (1931), también marcaron el ritmo frenético y fantasioso de la capital alemana en su Friedrichstrasse, la calle de más de 700 bares o clubes que hoy se muestra aburrida como una Gran Avenida de firmas de lujo a lo Nueva York.
'Dos chicas' (1928), de Christian-Schad, en la Neue National Galerie Berlin.
¿Hubieran sobrevivido en aquel Berlín salvaje las dicharacheras protagonistas de Sexo en Nueva York?. Quizás sí, aupadas por un aire de libertad extrema donde el romance casi perdía todo protagonismo frente al Carpe Diem lúdico. Pero quizás no, porque en aquella metrópolis asfixiada se dio un caso único de camaradería entre géneros, mujer y hombre, hombro a hombro, inapreciable en los episodios televisivos de Carrie Bradshaw y sus amigas (excepto en ocasiones por Samantha). Esa fortaleza social de la mujer, capaz del compadreo dentro y fuera de la cama, es clave a la hora de entender no solo a la casi autosuficiente mujer alemana de hoy, sino también a mitos eróticos alemanes como Marlene Dietrich, y la aparición a principios del siglo XX del personaje descarado del Ángel azul. También en forma de bombín, braga y chaleco sin nada debajo, encontramos trazos de la república sexual en la ficción de Christopher Isherwood y su Adiós a Berlín (escrita en un apartamento en el distrito gay de Berlín: Schöneberg), y su posterior adaptación con Liza Minnelli dando un do de pierna sobre la silla más caliente de la historia del cine.
El propio Isherwood narró en sus escritos la visita a uno de los hitos de la libertad erótica de entonces, el Museo del Sexo e Instituto para el Estudio de la Sexualidad, del médico judío alemán Magnus Hirschfeld. El científico desarrolló en este centro berlinés la teoría del ‘tercer sexo’, intermedio entre varón y mujer, y luchó por la despenalización de la homosexualidad, obteniendo en su campaña el apoyo de coetáneos como Albert Einstein, Thomas Mann o Stefan Zweig. Su labor, además de contribuir a la normalización de las prácticas sexuales no tradicionales (inventó el término travestismo), acabó siendo pasto de las llamas nazis. La primera tarea de Hitler y sus acólitos al hacerse con el poder absoluto fue derribar el centro y quemar la biblioteca.
NAZIS AL DESNUDO. Berlín fue para el III Reich la capital de la corrupción, la metrópolis infernal e impura que el nazismo deseaba ver hundida, a pesar de dominarla. Sin embargo, y aunque cerraron todos los clubes de la Friedrichstrasse, sus oficiales no eran ni mucho menos tontos, y para nada castos. Uno de los burdeles más significativos de la época fue el conocido como Salón Kitty, del que las SS se apropiaron enseguida para el gozo de pago y donde, curiosamente, se dio la paradoja del contraespionaje dentro del propio partido. Preocupados por la cantidad de información filtrada al exterior desde sus camas, Hitler y el temido nazi perfecto, Reinhard Heydrich, sustituyeron a las prostitutas habituales por jóvenes alemanas simpatizantes del régimen. Todo un guirigay, acompañado además de micrófonos ocultos, que llevó al pánico entre los altos rangos que hacían uso del prostíbulo, entre los que se encontraba el propio ministro de propaganda, Goebbels.
Escaparate Beate Ushe Museum, en Berlín.
Precisamente hoy Berlín disfruta de uno de los museos y tienda erótica más visitados de la capital gracias a una aviadora de la Luftwaffe nazi: Beate Ushe. La hábil piloto de combate (condujo el último avión que consiguió escapar de un Berlín totalmente cercado por el Ejército rojo) quiso ayudar a muchas de las mujeres que sufrían en la posguerra embarazos no deseados y fundó lo que actualmente es un emporio de artilugios para la armonía sexual. Su museo alberga además una colección impresionante de grabados, pinturas, fotografías y objetos que recorren la historia de la sexualidad de continente a continente y a través de los siglos. Viéndolos, uno se da cuenta de que –en cuestiones de prácticas amatorias– ya está todo inventado.
¿Y el Muro? ¿Cómo de represivo fue el comunismo hacia las libertades sexuales? Se sabe que en el Berlín oriental aquellos eran temas tabú, quizás insignificantes frente a demás privaciones mucho más dramáticas. Sin embargo, si hay un ejemplo de adaptación de ideas contra la cultura capitalista occidental en torno al cuerpo y sus placeres, es el FKK (Freikörperkultur). El movimiento nudista es poderoso e influyente aún hoy, en la capital reunificada; y uno puede desnudarse en Tiergarten, en pleno centro de Berlín, encontrándose curiosamente con que sus colegas de atributos al aire son mayoritariamente abuelas y abuelos, ex ciudadanos dignos del ideario marxista, orgullosos de mostrar arrugas o michelín.
Casos como el del culto al cuerpo libre en plena vorágine urbana son otra muestra del Berlín del disfrute. En esta metrópolis de la experimentación por antonomasia se conocen el pasado, presente y futuro de las relaciones sexuales, a una, dos, o varias manos, casi con mayor libertad que en la mítica Ámsterdam. Solo hay que recordar las míticas celebraciones de la Love Parade o recorrer locales de cueros y apariencias versátilmente transformadas, totalmente legales y a la vista de quien lo desee. Quizás su alcalde, Klaus Wowereit, que es gay declarado, sabía bien de lo que hablaba cuando dijo aquello de “Berlín es pobre pero sexy”.
(*) Lara Sánchez vive en la capital alemana, donde organiza tours del Berlín erótico, cinematográfico, arquitectónico y otros: http://vayaberlintours.blogspot.com/
Hay 9 Comentarios
Buen artículo, pero me decepciona que nadie (ni siquiera la Wikipedia) le haya comentado a la autora que el autor de Adiós a Berlín es Isherwood y no Asherwood. En fin, diremos hola a Berlín.
Publicado por: Ire | 20/01/2012 1:17:17
Precioso el artículo, preciosa la historia de un Berlín ardiente, donde sigue abierta la herida del corazón de Europa.
Publicado por: alguna friqui | 19/01/2012 23:16:40
¡Pues yo a los alemanes los veo muy sosos en lo erótico!
Publicado por: Uol Free | 19/01/2012 22:29:05
Muy bueno el artículo oye.
Publicado por: Rojo | 19/01/2012 21:20:22
Es curioso, la libertad en el sexo siempre se relaciona con el grado de promiscuidad que se practica.
Saludos.
Publicado por: El peletero | 19/01/2012 13:10:17
Gracioso el comentario de Benidorm...me recuerda que en los 60/70s las norteeuropeas ya nos enseñaron a hacer top less en España
Publicado por: Lara | 19/01/2012 12:24:56
Ciertamente Viktor, el buen señor está algo más a la derecha... en cuanto cuadremos la foto, aparecerá.
Saludos.
Publicado por: lola huete machado | 19/01/2012 11:42:34
En la foto acompañada por el pie "Magnus Hirschfeld (con gafas) y amigos." hay realmente alguien con gafas?
Publicado por: Viktor Bautista i Roca | 19/01/2012 11:20:43
Oigame usté buena mujer; ¿y no podría usté hacer un algo por traer criaturas desas a Benidorm aunque solo sea por renovar el género?
Andeeeee, questamos en Fituuuuuurrrr
Publicado por: carlos | 19/01/2012 10:46:34