“Para no ir demasiado lejos, tomemos el caso de Adán y Eva”, escribía el poeta chileno Nicanor Parra en una de sus reconocibles piezas de poesía visual. Nadie más ingenioso que el último Premio Cervantes para mofarse de los principios (y los finales) del amor.
Continuamos hoy con los devaneos que nos ocupan desde el anterior post acerca de los infinitos comienzos y los seguros finales de las relaciones romántico-eróticas entre dos personas.
Una de las imágenes de la serie 'Sentimiento de agobio', de Ilde Sandrin.
Hace algún tiempo, por influjo de mi admirado Enrique Vila-Matas, fui con ansias a repasar la obra del cineasta italiano Roberto Rossellini. Llegué a Viaggio in Italia (1954), con Ingrid Bergman y George Sanders, buscando ese no comienzo y quizá el no fin de la historia de un matrimonio en plena crisis.
Decía el escritor barcelonés que, en Viaggio in Italia, Rossellini había arrancado contando la historia desde cualquier punto, en medio de una situación intrascendente en la inmensidad del cosmos (más precisamente, cerca de Nápoles). A partir de la comprobación de esa libertad narrativa, Vila-Matas reflexionaba sobre el orden que había impuesto el franquismo como idea para todo, una noción que habían tenido que asimilar sin vueltas los españoles de su generación.
No cabe duda que para cualquier mandamás, las cosas empiezan por el principio y acaban en el final, en rigurosa fila militar. Y es que, a veces, nos sumergimos en la temporalidad de las puras sucesiones, sin gozar de ese ahora que ignoramos de dónde viene y adónde va, sin entender la densidad del presente, sus infinitas capas, sus improbables comienzos y no comienzos, igual que sus posibles finales o sus apenas puntos y seguido.
Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, con Ingrid Bergman y George Sanders.
Así volví a ver la película de Rossellini, preguntándome por las elecciones narrativas del director italiano, hasta un desenlace: cuando el personaje de Ingrid Bergman le dice a su marido que lo quiere (y yo creo que por puro miedo los dos se dicen que mejor seguir juntos). Entonces, Rossellini decide que allí mismo escribirá la palabra "fine". Me quedé pensando que el gran Roberto, y posiblemente cada uno de ustedes, y yo, sabemos que ese "te quiero" era apenas un punto y coma de otro final posible, del más seguro de los finales, que quedó fuera de metraje.
Mientras disfrutaba, días atrás, en el Teatro Real de Madrid, de Vida y muerte de Marina Abramovic, esa ópera de un tiempo sin límites entre lo folklórico y las maquinitas (exquisitamente usadas), con magnífica puesta de Bob Wilson, con el inmenso Willen Dafoe como maestro de ceremonias, emocionándome con la manera en que el amigo Antony canta la vida de la artista de Belgrado, volví a preguntarme sobre los comienzos, los recomienzos y los finales sinfinal.
Apenas una muestra de lo conmovedora que puede ser una ópera en este tiempo: Vida y muerte de Marina Abramovic.
Pensé en las idas y vueltas en el tiempo de la pareja, no solo porque en esta obra de arte total, este relojito perfecto que es Vida y muerte…, se alteren las partes del relato para ahuecarte más el alma con las cosas dichas muchas veces y en diferentes tonos, sino porque la artista elige hablar de una relación de amor-odio, ternura-venganza, perdón-humillación, desde un lugar confesional muy cercano a casi todos los mortales. Esa relación, que en algún momento se termina cuando “ya no soporto su olor”, se reinicia porque… vaya a saber por qué, quizá porque somos así de contradictorios y de trágicos para leer nuestras emociones y hay momentos en los que creemos que vamos a morir bajo el cielo serbio sin la presencia del otro, momentos que preceden a anticlimax monumentales.
De no tolerar su olor o detestar el ruido que hace al respirar, pasamos a reconectar con el otro, mágicamente, con un mero rozarse la punta de un dedo. Así en la vida de Marina Abramovic como en la existencia entera. Y así en el sexo: de yacer desganados/as por la rutina a redescubrir a nuestro partner en un gesto mínimo, un beso justo en un lugar perfecto o una palabra que calce en nuestro deseo y lo desboque.
Y luego, por fin, con finales de ópera a toda orquesta o más prosaicos, nuestros vínculos también son objeto de relato (y de muchos relatos, incluso contradictorios): para empezar, el que escribimos para nosotros mismos y nuestra supervivencia, o para defender nuestra dignidad frente al implacable juez interior, y los que ideamos para salir airosos ante los demás, por decirlo de algún modo.
Habitualmente narramos con algarabía nuestros escarceos y primeros encuentros amorosos, aunque nos cuesta ser igual de minuciosos o sinceros con los finales de amistades, novios, esposos o amantes. Yo elijo hacer autohumor (a medio camino entre la piedad y el autocastigo). Entonces, cuando me dejan, soy la primera en presentarme como la caricatura más absurda del rechazo y provocar mi propia risa. Y si te han dejado por teléfono, como me pasó no hace mucho, en plan “peinada y sin visita”, y con proyectos románticos armados, puedes echar mano a más sarcasmo aun... Uno entre tantos mecanismos de defensa. ¿Tú cómo te lo cuentas?
Como sea, para la historia con mayúsculas que es la historia de la propia vida, siempre podemos parafrasear a Fidel Castro con aquello de “la historia me absolverá”.
Hay 10 Comentarios
Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
Publicado por: Sex Shop | 23/04/2012 15:35:17
Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
Publicado por: Sex Shop | 23/04/2012 15:33:16
Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
Publicado por: Sex Shop | 22/04/2012 22:32:44
Muy buenooooo!!!!!!!!!!!!
Publicado por: Sex Shop | 22/04/2012 22:29:59
A veces el anticlímax se produce antes del comienzo. ¡Mirad si no lo que no-empezó con un liguero y remató en una bañera!
Publicado por: Uol Free | 22/04/2012 0:49:55
Disfrutemos de la lujuria, el sexo y la pasión, hagamos el amor cada día y jamás digas que no.
Publicado por: Erotica Shop Online | 21/04/2012 18:55:31
Y luego, denostamos a la infidelidad... cuando debería considerarse un acto de amor el que un marido permitiese a su esposa liberar su sexualidad en camas ajenas o propia.
Publicado por: Alberto Toro | 21/04/2012 13:25:12
Chapeau
Publicado por: snopes | 21/04/2012 2:43:55
Chungo, muy chungo despertarte junto a alguien y caer en la cuenta que esa persona que ocupa la cama todas las noches es una perfecta extraña. Duele de cojones. Como dice Sabina: "Lo atroz de la pasión es cuando pasa, cuando, al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos"
http://elgatocuanticodesheldon.blogspot.com.es/
Publicado por: Sheldon | 20/04/2012 13:47:15
Sencillamente magistral.
Suelen decirme que la mayoría de los relatos de desamor de mi blog tienen finales abiertos, y yo siempre respondo: "¿Y cual no lo tiene?". Porque en esta vida, lo único que marca, en realidad, un punto y final, es la muerte.
Y con respecto al humor como método de defensa contra el dolor, me parece el recurso más maduro y, desde luego, el menos indigesto. Yo también lo utilizo.
Me reitero antes de despedirme: Magnífica entrada.
Un saludo
Publicado por: María Sánchez | 20/04/2012 10:21:35