Autor invitado: Luis Luna (*)
En estos tiempos en que se renueva desde distintos ámbitos cierta homofobia parece conveniente abordar un pequeño artículo sobre la literatura gay a través de la historia. Frente al desconocimiento –ya lo dejaba claro Valle Inclán en sus Divinas Palabras- es conveniente difundir el hecho de que las distintas prácticas condenadas por las tres religiones del libro se detectan desde el principio en las tradiciones literarias.
Imagen de Isabel Muñoz.
La amistad de Gilgamesh con Enquidu en la literatura babilónica, el amor de la poeta Safo, la camaradería entre Aquiles y Patroclo…todos estos ejemplos nos indican un amplio cultivo y desarrollo de la temática homoerótica. En la península de las tres culturas estaban fuertemente arraigadas como parte de la intimidad de los ciudadanos.
Para entender este fenómeno es interesante acudir no solo a las fuentes históricas legales, sino también a la literatura, a la alta literatura, si se nos permite este epíteto, que se desarrolló entre los distintos creadores hispanoárabes, hispanohebreos e hispanocristianos de la Edad Media que cultivaron una poesía erótica con imágenes de singular belleza.
Se trata de imágenes que, fuera de toda duda, se trasladaron de un lado a otro de la península y de una a otra religión. Por ejemplo: la archiconocida imagen de la gacela, cervatillo o corzo, que después utilizará el patrón de los poetas, Juan de la Cruz, en su bellísimo Cántico Espiritual, donde la traslación del poeta a una figura femenina en busca del amado es un tópico de la literatura árabe y hebrea. Esta imagen –numerosas veces disimulada bajo la traducción femenina de gacela, ocultando que en árabe clásico es un término masculino– nos asalta por todas partes, así como las asociadas metáforas de las flechas que penetran y el arco tenso, referencias claramente fálicas.
Safo y Erinne (Solomon, 1880).
Así pues, existe una codificación que regula las composiciones árabes, probablemente heredadas de la tradición griega, donde son habituales las composiciones de carácter homoerótico, lésbico y bisexual. Veamos una excepcional muestra de lo que venimos hablando:
¡Cuántas noches me han servido las copas
las manos de un corzo que me compromete!
Me hacía beber de sus ojos y de su mano
y era embriaguez sobre embriaguez, pasión sobre pasión.
Yo tomaba los besos de sus mejillas y mojaba mis labios
en su boca, ambas más dulces que la miel.
Ibn al-Kattānī, Tašbīhāt, núm. 177.
La mezcla de la poesía báquica con la poesía erótica es una constante dentro de las rígidas codificaciones de la temática árabe que gusta de recrear, como era habitual en la Edad Media, el modelo, introduciendo modificaciones y novedades propias de cada poeta, haciendo avanzar así la tradición. La figura del copero no es solo un calco de las aventuras de Zeus y Ganímedes, sino que es también una referencia explícita a la moda, instaurada entre las clases altas de la sociedad hispanoárabe, de tener harenes masculinos –como podemos encontrar en numerosos documentos históricos- y de utilizar cautivos para el servicio de las mesas.
Dentro del esplendor Omeya encontramos también al famosísimo poeta Ar-Ramadi, quien reivindica su bisexualidad en estos versos: «Extendía mi mano hacia el pavo real unas veces \ y otras me retiraba hacia la paloma torcaz.». Pero sin duda el más aclamado lírico de esta época es el cordobés Muhammad ibn Abd al-Malik ibn Quzman, o Ibn Quzman (c. 1080-1160), considerado uno de los grandes poetas medievales. Alto, rubio y de ojos azules, Ibn Quzman fue un bohemio irreverente que llevaba y hacía gala de una vida licenciosa. Su figura recuerda la del bagdadí Abu Nuwas en la corte de Harun al-Rashid, también completamente liberal en cuanto a su homoerotismo.
Tengo un amado alto, blanco, rubio.
¿Has visto de noche la luna? Pues él brilla más
Me dejó el traidor y luego vino a verme y saber mis nuevas:
tapó mi boca, calló mi lengua,
hizo como la lima con mis barruntos.
Safo y Faón (Jacques-Louis David, 1809).
También entre los poetas hispanohebreos se frecuenta el tema homoerótico. Si recordamos la relación entre David, el mítico rey de los judíos, y Jonatán, narrada en Samuel podemos darnos cuenta de cómo el amor entre iguales se aborda en la Biblia, bien como castigo, bien como alabanza o camaradería. Veamos unos versos concretos:
Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán,
Que me fuiste muy dulce.
Más maravilloso me fue tu amor
Que el amor de las mujeres.
Esta tradición va a ser recogida por los poetas hispanohebreos, bien que la homosexualidad entre dos hombres adultos era castigada con la lapidación. Sin embargo, la intimidad, con el esplendor Omeya, queda menos fiscalizada y la libertad se extiende también entre los influyentes y cultísimos habitantes de Sefarad. El esplendor sefardita, truncado por las políticas xenófobas de la Reconquista, ha sido poco estudiado, si bien su influencia se extiende por todo el occidente europeo.
Pero volvamos al tema del que venimos hablando. Lo primero que hay que aclarar es que el lenguaje hebreo, en contraste con el árabe, no contiene palabras explícitamente sexuales, de manera que debe expresarse mediante alusiones metafóricas: el joven amado era llamado "gacela" (en hebreo sebi, similar al sonido en árabe para sabi, "muchacho") o bien "cervatillo". Tal vez el poeta hispanohebreo más conocido en lo que se refiere al tratamiento homoerótico sea Samuel Ibn Nagrella del que reproducimos unos pocos versos:
Hermosa gacela, bendición enviada del cielo
en la tierra, sácame de la trampa. [de la pasión]
Sáciame con la caridad de tu lengua, [saliva]
como una jarra llena de buen vino.
Tú prevaleces sobre los héroes, y no con armas,
y sobre espadas, sin un ejército.
Curas al herido de muerte sin medicina
o curación alguna de la herida.
Dime, ¿hay un fin a tu vagabundeo [de hombre en hombre]
y por cuánto tiempo? ¿Cómo, oh cómo,
Puedes estar entre amigos y fusilarlos
con tus flechas y tu arco tenso?
Te regocijas en sus males, como un enemigo -
¿por qué alguien como tú hace esto?
Este lamento por la promiscuidad del amado, constituye una excelente muestra de lo que fue la poesía hispanohebrea, de una gran calidad e influencia. Esta alta cultura, el esplendor lírico del que estamos hablando, no se detectará en la poesía hispanocristiana hasta tiempo después, pero esta es una tradición más conocida, una tradición que, a pesar de los continuos intentos de soterramiento, se ha estudiado y se entiende.
(*) Luis Luna (Madrid, 1975) es poeta. Ha publicado los poemarios Cuaderno del guardabosque, Al-Rihla (El viaje) y Territorio en penumbra, ente otras obras. Imparte clases en la Escuela de Escritores. Ver también el blog Las afinidades selectivas.
Hay 6 Comentarios
Bueno, creo que soy de los mas antiguo de que el hombre fue echo para la mujer y la mujer para el hombre, no crítico a los homosexuales, por sus acciones, pero tao poco lo veo normal, el echo y esto ya viene desde tiempos antiguos y hoy lo dicen ser normal...pero veamos, en todos los aspectos no hay ninguna coherencia personas de mismo sexo compartir las misma cama.
Publicado por: restaurantes algeciras | 23/05/2012 9:34:00
No creo normal, el ato de hombre con hombre aun que lo intente escribir con, historias y filosofías esta el hombre y la mujer, no ambos mutuos.
Publicado por: restaurantes algeciras | 22/05/2012 12:09:43
Es muy interesante. De hecho siempre es bueno ver como la normatividad social y las reglas establecidas de iure son en realidad varemos que no se ajustan a la realidad de las personas de la época.
Publicado por: Madame Calvitie | 22/05/2012 11:37:26
Nunca he entendido el afán de los clérigos, sean de la confesión que sean, en dirigir la sexualidad del resto de los mortales... Como diría Mou, ¿por qué?
Alberto toro
Publicado por: Alberto Toro | 16/05/2012 23:12:45
Respecto a San Juan de la Cruz, creo que el libro Bibilico del Cantar de los cantares es una fuente de inspiracion mas cercana.
Publicado por: kailing | 16/05/2012 18:12:34
Al amor lo pintan ciego y alado; ciego para no ver los obstáculos, alado para saltarlos.
Publicado por: Stímulax | 16/05/2012 11:45:29