Autor invitado: Luis Luna
Un niño mira de cerca el sexo de su hermana, alimentando en secreto al animal que acabará devorándole. Con esa imagen comienza la novela Hiere, zarza negra, de Claude Luis Combet, quien narra una parte de la existencia del genial poeta austríaco Georg Trakl (1887-1914), cuya obra tenemos la fortuna de apreciar gracias a la traducción de Reina Palazón para la editorial Trotta.
Adentrarse en los textos del austríaco es, como dijo Rilke, sentirse “conmovido, asombrado, vislumbrado, perplejo...”. Se trata, pues, de un ejercicio deseable, si entendemos los textos poéticos como una oportunidad para el ascenso y el ocaso el propio lector. Se trata, entonces, de recuperar la posibilidad de catarsis frente a un artefacto literario del calibre de las composiciones expresionistas del poeta.
Esta catarsis viene provocada por la reinterpretación literaria de una de las vidas más atormentadas de la literatura universal. Efectivamente, Trakl se adentra en numerosos abismos antes de suicidarse, en 1914, con solo 27 años: drogadicción, alcoholismo, incesto. Así lo describe su gran amigo Von Ficker: “Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos parecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía hacerse entender, era bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó ‘liquidando’ por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma".
Esa fragilidad, la lucidez que destacan quienes le conocieron choca desde el primer momento con la despiadada manera de construcción social que tienen las ciudades para el poeta. De ese sentimiento nace la culpa, culpa de ser y de sentir lo que siente por su hermana, con quien ha compartido juegos infantiles y se ha iniciado en la pubertad.
Comienza así una perversión como estructura vital que pueda sostener un edificio que él considera enfermo desde sus raíces. El castigo, la evasión y el horror surgen ante sus ojos sin descanso en un mundo que camina hacia una confrontación mundial. Y sin embargo sus obras se adentran en un simbolismo que deja apenas traslucir su tortura interior. Una ojeada rápida podría arrojar el saldo de un poeta lamentándose, como dijo Rilke, ante un “mundo imperfecto”, con una nostalgia exacerbada hacia el mundo ideal de la niñez. Veamos un texto representativo:
A diario llega el sol amarillo sobre el cerro.
Es hermoso el bosque, la bestia oscura,
el hombre que caza o que apacienta.
De rojo asoma el pez en el verde de la alberca.
Bajo el cielo redondel
boga leve el pescador en su barca azulada.
Sin prisa va a sazón el racimo, viene el grano.
Al caer callado el día,
bien y mal ya están dispuestos.
Al entrar la noche,
leve alza el caminante el peso de sus párpados;
de la oscura garganta el sol despunta.
Y sin embargo, la sombra de la pasión que siente por su hermana, adicta como él a las drogas, divorciada rápidamente de su marido y lastimada por un aborto, se alarga sobre él, fascinándole y destruyéndole a un tiempo. Sus poemas se tiñen entonces del niño nonato y de la figura promisoria de la amada. Eros y thánatos de la mano, manejando los hilos de una bestia frágil, demasiado frágil, si se nos permite parafrasear a Nietzsche. Para contemplarlo es pertinente que terminemos con sus versos, asomarnos a esa ventana cuyo lenguaje, en palabras de Wittgenstein, “deslumbra”:
Silenciosa va a dar al lindero del bosque una bestia oscura;
en el cerro acaba quedo el viento de la tarde,
enmudece en su queja el mirlo,
y blandas flautas del otoño
callan entre los juncos.
En una negra nube
navegas ebrio de amapolas
la alberca de la noche, el cielo de los astros.
Aún resuena la voz de luna de la hermana en la noche del alma.
Hay 5 Comentarios
Buen tema tratado! http://serendipity-fotografia.com/
Publicado por: julio35 | 26/08/2012 11:43:17
Desde la infancia nos educan a amar a nuestros familiares de una modo asexual y siempre considerando que entre familiares es una aberración, pero si son mayores de edad y los dos están de acuerdo, pues adelante.
Publicado por: IntimSecrets | 26/08/2012 10:53:47
Muy buen tema para divulgar en los medios masivos.
Delicado la forma en que se maneja.
Publicado por: Hoteles | 26/08/2012 0:44:47
Me hubiera gustado conocer el lado de la historia visto por su hermana. ¿Quien manejaba y quien era manejado?
Carla
www.lasbolaschinas.com
Publicado por: Carla | 25/08/2012 20:57:48
el incesto de txitxilo
http://www.youtube.com/watch?v=Dd8ZU-y6a_Y
Publicado por: txitxilo | 25/08/2012 9:16:23