Un momento casi fugaz. En cuestión de segundos, las extremidades de uno y otro se confunden, y casi sin que te des cuenta, estás dentro de una orgía de sensaciones. Pero tampoco te paras del todo a disfrutarlas, porque, rápidamente, él está dentro de ti. Dentro, fuera, dentro, fuera. La temperatura sube, tus piernas tiemblan, y… todo acaba igual de rápido, pero igual de intenso. Vamos, un “aquí te pillo, aquí te mato” de toda la vida. Un plato que gusta ver de vez en cuando en el menú, pero que acaba siendo frustrante cuando se repite demasiado.
La fotografía "Gaviotas" de Allan Teger, de su colección Bodyscapes, invita a tomarse el cuerpo como un lugar de descanso
Vivimos en una sociedad en la que todo es “rápido”. Parece que siempre vayamos con prisa, y nos paramos a disfrutar de los pequeños placeres casi sólo en vacaciones. Y resulta que ha tenido que ser una nueva moda, la que ha venido a llamar nuestra atención, para que empecemos a tomarnos la vida de otra manera. Se denomina “slow life”, y su principal estandarte, hasta ahora, era el "slow food".
Nacido en Italia, este movimiento invita a tomarse la comida no sólo como una necesidad que satisfacer, sino como un placer con el que deleitarse. Así, no se trata sólo de “masticar despacio”, sino de consumir productos frescos, promoviendo el autocultivo, pero también la creatividad en el momento de cocinar, así como la tranquilidad y la buena compañía en el momento de ingerir. Siempre con calma, siempre saboreando.