No estaba pensando en turismo convencional cuando estudié el plano de París por primera vez, hace años. Era julio y había ido a la capital francesa para pasar un año haciendo prácticas en una multinacional, por lo tanto tenía la certeza de que tendría muchas oportunidades para descubrir los rincones de la ciudad que quisiera. Lo que más me interesaba durante aquel verano era aprovechar de cada minuto con mi novio antes de que nuestra relación se convirtiese en una 'a distancia', en septiembre, cuando él tenía previsto empezar a trabajar en Londres.
Foto Venus O'Hara
Éramos aficionados al sexo en lugares públicos. Era algo que nos permitía salir de la monotonía aquella de 'en tu piso' o 'en el mío'. Además, me encantaba la espontaneidad. Por ejemplo, a menudo, cuando quedábamos para un café por el campus, nada más terminar la taza, íbamos en busca de aulas vacías –o de cualquier otro lugar- donde pudiéramos hacerlo. Nos daba morbo el riesgo de ser pillados aunque no fuera algo que deseáramos, en absoluto. En cierta manera, mi novio se convirtió en mi cómplice. Entonces, cuando miraba el plano de París, lo único que pensaba era que una nueva ciudad representaba nuevas oportunidades para nuestras aficiones sexuales.