Por Oswaldo de Rivero*
En las entrevistas de prensa sobre mi novela La isla de Príapo, la pregunta común fue: "¿cómo un diplomático que ha escrito libros sobre relaciones internacionales ha llegado a escribir una novela tan insólita sobre una pandemia que hace perder la erección a todos los hombres de la Tierra?
La isla de Príapo no está desconectada de mi experiencia diplomática, porque los últimos años de mi carrera estuve involucrado en las infernales guerras civiles de Liberia, Sierra Leona, Somalia, Dafur y el Congo. En todos ellas, la atrocidad más constante tenía que ver con la erección. Eran violaciones seguidas de muerte y cuando no lo eran, las mujeres sobrevivientes y sus niños se convertían en parias que terminaban poblando los campos de refugiados.
En la mitología griega, Príapo era un dios de la fertilidad. En este fresco pompeyano, Príapo pesa su miembro junto al fruto de su tierra.
Cuando preguntaba a las organizaciones humanitarias ¿por que la violación es la atrocidad más frecuente en los conflictos?, la respuesta era siempre más o menos la misma: "para combatir se necesita testosterona y el combate armado produce más testosterona. En un mundo así, no hay seguridad para las mujeres".
Entonces me pregunté cómo sería el mundo si la testosterona no funcionara, si todo el género masculino se volviera impotente y perdiera su arma más poderosa.