"Adiós sofá", le dije antes de verlo salir por la puerta, empujado por tres estudiantes italianos. Para muchos, se trata de un mueble que sirve para ver la televisión o para echarse la siesta. Pero yo no hice ni una sola siesta en él (a pesar del tiempo que llevo en España, no domino tal arte). Tampoco veía la televisión, porque no lo tengo. Para mí, mi sofá era lugar para estirarme después de un día largo, o para leer. Pero más importante: era mi lugar favorito para tener sexo.
Venus O'Hara por Lars Koudal.
Hay muchos motivos para hacerlo en el sofá: el principal es que ofrece comodidad y mucho más variedad que una cama. Por ejemplo, al ser más bajo y más estrecho que un lecho estándar, en la posición del misionero, la mujer puede situar un pie en suelo y tener mucho más control... Además, la espalda del sofá da mucha estabilidad a la hora de hacerlo a cuatro patas, a pie, o con la mujer encima (si tenéis sugerencias de más posturas en el sofá, serán bienvenidas en los comentarios).
Sexo en el sofá no solo es una alternativa a la cama; muchas veces es preferible. En los años que mi querido sofá y yo llevábamos juntos, vio bastante más vida que mi cama. Además, diría que he vivido unos de los momentos más emocionantes de los últimos años en él. Uno que destaca: la primera vez que estuve con una mujer: una experiencia inolvidable que acabó luego en la habitación.
Pero esto no es lo habitual, considero que la cama es un espacio mucho más íntimo, y para mí, es un lugar para dormir, y sola. Querer tener sexo con alguien no es sinónimo de querer pasar la noche juntos. Además, en mi caso, suelo dormir fatal (no aguanto los ronquidos) y no soy nada productiva el día siguiente. En cambio, en el sofá, se mantiene una distancia emocional y por lo general, después de sexo, uno no se apalanca tanto como en una cama; entonces, resulta mucho más fácil echar a alguien después.
Por ejemplo, un bostezo o simplemente decir "tengo sueño" desde un sofá significa "ya es el momento de irse", mientras que desde una cama se puede interpretar como "apagamos la luz y dormimos". Es más, así no ensucio mis sábanas. Y para proteger el sofá de sudor, manchas, o ADN en general, pongo una tela, que es mucho más fácil de limpiar que tener que cambiar las sábanas cada dos por tres.
Después de una velada de sexo en el sofá, vuelvo a mi cama limpia para dormir sola y siempre me despierto relajada y feliz el día siguiente, acordándome de los acontecimientos de la noche anterior. lo cual me deja con ganas de más, en lugar de agobiarme.
Venus O'Hara
Después de tantos momentos bonitos en mi sofá, sabía que era momento de un cambio. La noche antes de regalarlo a los estudiantes italianos decidí que necesitaba el último sofargasmo para despedirme de él, como se debe. Cuando lo sentí, me cogió por sorpresa total ya que parecía interminable: era como si estuviera consumida por la energía de todos los recuerdos... como si hubiera un espasmo por cada orgasmo que había experimentado ahí. Me pregunto si sus nuevos dueños sentirán esa energía...
Ahora me toca bendecir uno nuevo, y me emociono al imaginar cómo, cuándo y con quién será.
Y a ti, ¿te gusta hacerlo en el sofá?