¿Relegaremos nuestra naturaleza sexual a los confines de la corrección ciudadana? ¿Llevaremos a Eros a declarar en comisaría?
Hace unos días, en una mesa redonda sobre la mujer y el espacio público, una feminista francesa se quejaba desde el estrado de los piropos y los traumas que les quedan a las chicas por las cosas que les han dicho cada vez que han pasado delante de una obra en construcción. Decía la señora: "no puede ser que el espacio público sea un espacio sexual".
¿Y por qué no?, me pregunto yo.
Es el momento en que ciertas simplificaciones de género (beligerantes, incluso) se tocan con la idea machista de que un hombre no puede contenerse si una mujer "lo tienta" (a hacer algo malo, se presupone). Es el momento en que, con semejantes alusiones acusatorias, lo sexual deja de evocar su naturaleza de comunión sagrada entre los seres humanos.
Sexual no es sinónimo de violento. Por algo Eros desistió de dañar a la bella Psique y tiró la flecha al mar, subyugado de amor por ella, el alma.
No hace falta aclarar que no defiendo el acoso callejero, pero he de decir que me exaspera que desde plataformas "progresistas" se demonice "lo sexual", así dicho, con tono de criminalidad latente. Somos seres sexuados y, por tanto, en donde estemos, estamos con nuestra sexualidad a cuestas.