No, no nos referimos al revuelo acerca de las mujeres que viajan solas, aunque no cabe duda de que desde aquí defendemos firmemente el derecho de una mujer a viajar sola (sola, incluso, sin otra mujer). Queremos hablar, en las vísperas del Día Internacional de la Mujer, sobre la presencia social de la mujer y su representación en el arte o en los medios de comunicación. Sí, y esto en el fondo tiene mucho que ver con cada episodio de juicio moral sobre las mujeres y con los reproches que nos autoinfligimos las damas, todavía hoy.
"Desde su más temprana infancia (a la mujer) se le ha enseñado a examinarse continuamente. Y así llega a considerar que la examinante y la examinada que hay en ella son dos elementos constituyentes, pero siempre distinos, de su identidad como mujer. Tiene que supervisar todo lo que es y todo lo que hace porque el modo en que aparezca ante los demás, y en último término ante los hombres, es de importancia crucial para lo que normalmente se considera para ella el éxito en la vida. Su propio sentido de ser ella misma es suplantado por el sentido de ser apreciada como tal por otro", afirma John Berger en 'Modos de ver', un ensayo colectivo de 1974 que él lideró.
"La presencia social de una mujer es de un género diferente a la del hombre. La presencia de un hombre depende de la promesa de poder que él encarne. Si la promesa es grande y creíble, su presencia es llamativa. Si es pequeña o increíble, el hombre encuentra que su presencia resulta insignificante. El poder prometido puede ser moral, físico, temperamental, económico, social, sexual... pero su objeto es siempre exterior al hombre. La presencia de un hombre sugiere lo que es capaz de hacer para ti o de hacerte a ti (...). La pretensión se orienta siempre hacia un poder que ejerce sobre otros", escribe Berger, y lo hace para comprender la manera en que hombres y mujeres han sido representados en las obras de arte, a través de la Historia. Aclara que esto lo dice "según las costumbres y convenciones que al fin se están poniendo en entredicho, pero que no están superadas ni mucho menos".
Tengo la sensación de que nada de lo que Berger sugería, en los años 70, ha perdido vigencia. "La presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma, y define lo que se le puede hacer o no. Su presencia se manifiesta en sus gestos, voz, opiniones, expresiones, ropas, alrededores elegidos, gusto; en realidad todo lo que ella pueda hacer es una contribución a su presencia. En el caso de la mujer, la presencia es tan intrínseca a su persona que los hombres tienden a considerarla casi una emanación física, una especie de calor, de olor o de aureola".
"Una especie de calor" o, como me dijeron hace poco, reprochándome cierta supuesta expresión pública (e indeliberado gesto) de ternura sensual: "es que toda tú eres afecto, no puedes evitarlo". Y, entonces, uno no sabe si se trata de un piropo o de un latigazo por falta de decoro.
"Nacer mujer ha sido nacer para ser mantenida por los hombres dentro de un espacio limitado y previamente asignado -continúa el maestro Berger-. La presencia social de la mujer se ha desarrollado como resultado de su ingenio para vivir sometida a esa tutela y dentro de tan limitado espacio. Pero ello ha sido posible a costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe contemplarse continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente por la imagen que tiene de sí misma. Cuando cruza una habitación o llora por la muerte de su padre, a duras penas evita imaginarse a sí misma caminando o llorando".
En tanto mujer, uno no puede perderse de vista. Ninguna mujer puede dejar de sacar el espejo para supervisarse y ver si lo que hace lo hace con el pudor requerido, y esto sujeto a grados diferentes de exigencia en las distintas sociedades, pero en todas aún muy presente.
Queridos lectores, prepárense para la siguiente cita, porque es lapidaria. Sigue Berger: "Los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas. En consecuencia, el aspecto o la apariencia que tenga una mujer para un hombre puede determinar el modo en que este la trate. Para adquirir cierto control sobre este proceso, la mujer debe abarcarlo e interiorizarlo. La parte examinante del yo de una mujer trata a la parte examinada de tal manera que demuestre a los otros cómo le gustaría a todo su yo que le tratasen. Y este tratamiento ejemplar de sí misma por sí misma constituye su presencia".
Esto es: estamos presentes en el espacio público solo a condición de un trabajo singular y permanente, autointerpretadas y metainterpretadas, sin descanso. Ni una broma podemos hacer sin que ello tenga una consecuencia frente al tribunal social. Jamás ser demasiado expresivas, mucho menos brillar (en el sentido húmedo del término).
"Los hombres actúan y las mujeres aparecen -refuerza Berger-. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a ellas mismas mientras son miradas. Esto determina no solo la mayoría de las relaciones entre hombre y mujeres sino también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión".
Desnudo con almohada blanca, de Amedeo Modigliani.
Ese oscuro objeto del deseo, decía Luis Buñuel."¿Cómo será ser mujer? (...) desespero por sentir alguna vez como ella siente, de sentir siquiera por un instante una de esas emociones de gracia con respecto a sí misma o al vivir de otros o de desesperación absoluta que el hombre no conoce", planteaba el poeta Macedonio Fernández (1874-1952). ¿Cómo expresa ese objeto supervisante y supervisado el amor?, nos preguntábamos en este blog y nos respondíamos con letra femenina.
"Sobre la mujer se debe hablar tan solo a los varones", le hizo decir Nietzsche a Zaratustra (Así habló Zaratustra). "Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo. El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo -continúa Nietzsche por boca de Zaratustra-. ¿Pero qué es la mujer para el hombre? Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juegos (...) La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero este es más niño que aquella. En el varón auténtico se esconde un niño que quiere jugar. ¡Adelante, mujeres, descubrid al niño en el hombre!". Todo para concluir en una singular y controvertida oda a la madre del posible Übermensch ("Superhombre"), a la que "obedece desde la plenitud del amor".
Volvemos al arte y a Berger, a la preñez y el sacrificio. Al cabo de su descripción del lugar social de la mujer, John Berger habla del desnudo como tema insoslayable de la pintura europea, y que tiene a las mujeres como protagonistas, como "visiones". Todo empezó con la punición de la desnudez, Adán y Eva, y las representaciones de aquel paraíso en que ambos quedaron con una hoja de parra en los genitales, por desobedientes. ¿Cómo no? Eva se tienta y come el fruto prohibido e incita a su pareja a hacerlo, y por tanto recibe el castigo divino, que incluye su dependencia del hombre ("parirás con dolor los hijos; buscarás con ardor a tu marido, que te dominará", dijo Dios). Lo sorprendente, opina Berger, es que "se culpa a la mujer y se la condena a quedar supeditada al hombre. Con relación a la mujer, el hombre se convierte en agente de Dios".
El capítulo de Modos de ver de la BBC que aquí os proponemos recorre los modos de representación de la mujer en la pintura al óleo europea, sobre todo, en los desnudos hechos a medida del voyeur masculino, a este lado del cuadro. Remata el crítico de arte: "tú pintas a una mujer desnuda porque disfrutas mirándola. Si luego le pones un espejo en la mano y titulas el cuadro Vanidad, condenas moralmente a la mujer cuya desnudez has representado para tu propio placer".
Un capítulo (subtitulado al español) del programa 'Modos de ver' de la BBC, conducido por John Berger, dedicado al desnudo femenino en la pintura europea.
Al cabo de estas reflexiones, intuyo que si nos 'escuchamos' el cuerpo -que está conectado al alma-, e intentamos expresarlo sin pereza intelectual, nosotras mismas seguiremos encontrando algunas respuestas a nuestra sexualidad. O daremos con nuevas preguntas, entre la languidez (o pasiva disponibilidad) de las musas desnudas y las corrientes talibanas que aplanan las diferencias del otro y que anulan la tensión erótica de la alteridad.
Hay 6 Comentarios
Hay veces que algunas mujeres son capaces de hacer sufrir de forma intensa al hombre. o si no escucha esta canción de Pablo Alborán, que en algo se habrá inspirado ¿no?
Publicado por: Tamara | 09/03/2016 1:31:10
Si el hombre es un lobo para el hombre, imaginad que es la mujer para la mujer.
Acabo de escuchar un RELATO ERÓTICO XXX a dos voces que me ha estremecido de placer: http://luisbermejo.com/blog/hotel-lujurioso/
Publicado por: JHANI | 08/03/2016 11:51:23
La peor enemiga de una mujer son las propias mujeres, las que más la envidian y peor la evalúan. Así somos las mujeres entre nosotras, en vez de desearnos lo mejor, esperamos que las demás no alcancen nuestro nivel.
Publicado por: DULCE | 07/03/2016 18:07:04
Si, parece como que hay una competición cada mañana en cada mujer o incluso cada holmbre
Publicado por: Abracadabra Noticias | 07/03/2016 17:02:19
Pitágoras de Samos dijo: “Elige una mujer de la cual puedas decir: Yo hubiera podido buscarla más bella pero no mejor”.
Napoleón I dijo: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”.
Oscar Wilde dijo: “Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche”.
Es decir que todos lo grandes hombres, y los que no, siempre han dicho algo sobre las mujeres (bueno o malo).
Artistas, escritores, filósofos,… todos han tenido una visión distinta de la hembra.
Sin embargo, lo mejor de todo, es que pese a sus visiones, las nuestras y las de todos, nadie consigue sentirse nunca en nuestra propia piel. Jamás llegaran a pensar como nosotros pensamos. Nunca serán capaces de ver el mundo con nuestros ojos.
Eso si, lejos de culparles por no llegar a sentirse féminas, le alabamos el echo de mirar e intentar plasmarnos para ser admiradas en el tiempo. Lejos de eso… ¡Nada mas!
No dejéis de seguirnos a Luís y a mi en su blog: http://luisbermejo.com/blog/ni-contigo-ni-sin-ti/
Publicado por: PAULA J. | 07/03/2016 3:45:51
Yo lo sé como pisar en el corazón de una mujer
https://www.youtube.com/watch?v=5cdUjQOnXqY
Publicado por: Paula | 07/03/2016 0:51:53