Los tacones de Prince, lo que le hicieron doler durante toda su vida, y al fin tomando antiinflamatorios para los tremendos dolores de espalda. En estos días, leyendo lo de los calmantes, sus padecimientos resistentes a los analgésicos, su metro cincuenta y pico, su tremendo sex-appeal de un metro cincuenta y pico, su talento sin tacones, pensé en las veces que mi fisioterapeuta me dice: "no se te ocurra usar tacones". Me acordé también de los juanetes de mi abuela y de sus dolores de juanete, durante largos años de madurez, y de cuando ella -que había sido reina de belleza en algún carnaval lejano de principios de siglo- me decía: "no hay que usar zapatos puntudos, porque los pies se deforman".
No hace falta hablar de geishas de pies vendados ni de mujeres africanas con cuellos elongados, ni de las quejas de las chicas-percha photoshopeadas, basta con fijarnos en nuestras masoquistas conductas cotidianas de subordinación estética. Y sacar pecho desnudas, con las imperfecciones de la vida verdadera de los cuerpos verdaderos, porque eso es lo que les gusta a quienes están con nosotros/as. Ah, por cierto: no creo que haga falta tampoco pasarse al otro lado, al de los primerísimos primeros planos de estrías, celulitis y cicatrices, para reivindicar los cuerpos verdaderos.
El erotismo, una vez más, no tiene nada que ver con las formas perfectas.
Una tremenda Tarsila do Amaral, en 'Antropofagia'.
El caso es que hoy quería reírme un poco de nuestros trucos para disimular falencias, como pedirle a la peluquera que nos corte los mechones de adelante más largos que el pelo en la parte de atrás, a fin de tapar papaditas o mofletes (y que es más o menos como ponerse por dentro del pantalón la camisa por atrás, y dejarla suelta por delante, para esconder pancitas).
Y mientras recopilaba las locas maneras que tenemos las mujeres de gestionar nuestras obsesiones, pensé que los hombres también hacen por esconder cosas que no les gustan, pero que no suelen contarlo (y mucho menos reírse de ello). Me parece que lo hacen de una manera más solemne, y mantienen largamente el secreto del disimulo, quizá porque sienten que es un poco frívolo (o femenino) andar fijándose en cómo ser coquetos.
Todo esto, a la larga, nos delata, y en los momentos álgidos. Por eso, lo mejor es tomárselo con gracia, o poder narrarlo con humor y reírnos de nosotros mismos. A propósito, me acuerdo de una vez, la única, en que me puse una braga de esas inmensas, altísimas, con faja reductora para aplanar la tripa. Había una gran fiesta de viejos amigos y yo no tenía intención alguna de quitármelas frente a nadie. Pero sucedió que allí me reencontré con un gran amor platónico de la adolescencia y esa noche fue justo la de dejar de ser amigos platónicos. Y, a pesar de mi pensamiento circular en torno al horror de la braga, no pasó nada del otro mundo, creo que él ni vio aquella faja, y además, todo el amor urgente que allí sucedió duró una profunda década.
Justamente, en estos días, decíamos en este blog esto de que 'fuera de eros, todo es miedo', a propósito de las tensiones que se aflojan y los pavores que se diluyen cuando Eros, el verdadero, entra en escena. Ahí es justamente cuando todas estas pequeñas obsesiones cotidianas de los mofletes, las orejas, la papada, los pechos desinflados (que se rellenan con sujetadores), las estrías de la cadera o la pancita prominente se desvanecen. Ahí, desnudos, es cuando los hombres pueden confesar las suyas, sus pequeñas vergüencitas frívolas. Para la anécdota, vaya este par de experiencias: un novio que creía que tenía las piernas demasiado largas y, por tanto, usaba siempre la camisa por fuera, para producir el efecto óptico de compensar el largo del torso (realmente era una idea suya, para nada acorde con la realidad de su físico); otro chico que conocí estaba preocupado porque no se notaran sus pezones por debajo de la ropa (¿vieron que a Federer se le adivinan las tetillas debajo de sus camisetas con patrocinio?) y, en este caso, se abría el penúltimo botón de la camisa para que la tela de la camisa abultara a esa altura.
Me dan mucha ternura estas pequeñas preocupaciones masculinas sobre cosas que a nosotras realmente nos tienen sin cuidado. Entonces, en espejo, puedo imaginar que nuestras tonterías de autoboicot femenino no tienen ningún sentido, tampoco. Dentro de Eros, no hay miedo.
Hay 8 Comentarios
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Publicado por: porno | 15/05/2017 23:33:10
Menudo lio nos hacemos con los complejos tontamente ;)
Publicado por: citas ocasionales | 14/11/2016 21:36:35
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Publicado por: xnxx | 30/05/2016 9:00:45
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Publicado por: Charlie | 23/05/2016 15:15:34
Hay a quien los complejos no se les pasan ni en plena actividad y llevan a que la dejemos por imposible y entonces los hombres tenemos que fingir. Aquí lo expongo http://luisbermejo.com/blog/223-fingir-orgasmos-masculinos/
Publicado por: Luis | 11/05/2016 14:34:56
Con sexo y sin complejos, algo que deberíamos practicar más. Gran post !!
Publicado por: Haz El Amor y No la Guerra | 10/05/2016 14:43:41
Los hombres también, coquetos por supuesto, tenemos o hemos tenido en ciertas ocasiones y edades, trucos para esconder, enseñar o disimular barrigas, paquetes, musculitos, etc.....todo va unido al acto de agradar la vista de l@s demás y como no, la propia.
Publicado por: Dámaso | 08/05/2016 10:09:27
Mi padre era ortopedista y tenia pavor a tacones. Podiamos (yo e mi hermana) cuando jovencitas, salir de minifalda, transparencias, escotes profundos pero para usar tacones, habiamos que esconderselos en el bolso y cambiar en la calle y quitarselos antes de llegar en casa. Un dia, el nos pilló y hizo un largo sermón.
A los hombres les gustan mucho más los tacones do que a las mujeres, porque los tacones dan la ilusion de cullos más grandes y firmes, pero son un muy malos para la columna vertebral y espaldas. Ellas usan para agradar.
La misma cosa se pasa con la lanceria: a 95% de las mujeres les gustan las braguitas blancas de algodón (y son mucho mas saludables), pero usan los colores fuertes para agradar a los hombres.
He tenido un novio que tenia una colecion de braguitas, pero eran todas de algodón, blancas, o de colores pastel. El decia que ellas huelian bien mejor que las negras de tejido sinteticos.
Entonces: tacones, medias de red y lanceria exquisita: sólo en el cumpleaños de tu novio (se a él le gusta).
Publicado por: Paula | 07/05/2016 18:56:11