Damos y recibimos orgasmos tan generosa o mezquinamente como damos y recibimos la vida, las cosas de la vida: una sonrisa, un destello de luz sobre el agua quieta, la llamada de un amigo, o la ola naciendo y muriendo sin morir el océano. Si estamos entrenados en el agradecimiento y nos atrevemos a habitar las sensaciones de cada momento vital, las gracias se volverán placer.
El éxtasis es la cumbre de nuestra animalidad y mientras más conectados estemos con nosotros, menos camuflados nuestros sentidos (menos disimulados nuestros procesos químicos y orgánicos naturales), más atentos podremos estar a las sensaciones que procesa nuestra cabecita y ser, de verdad, al menos en ese instante, un ser completo hecho de espíritu y respiración.
Habitar. Penetrar. Damos orgasmos como somos. Nos damos y nos entregamos. Sabemos recibir. La complicidad con el compañero de orgasmo o de éxtasis, sea o no nuestra pareja en otros frentes de la vida, es la clave de la entrega. No importa si el nuestro, el femenino, dura en ttorno a los 20 segundos y el de los hombres, aproximadamente seis. También se puede jugar con el desajuste. La ruptura y la asimetría posibilitan el encastre de emociones y de cuerpos.
Hablemos de orgasmos compartidos (los otros, los solitarios, nos hacen bien para liberar tensiones, pero esta vez queremos elevarnos con ellos a un lugar mejor, ¿lo divino?).
Obra de Daniela Guglielmetti, fundadora de 'Dibujo a Domicilio'.
No hay que entender el misterio, tampoco explicarlo, sino (de nuevo) habitarlo. 'Habitar' en el sentido 'heideggeriano' del término: "estar satisfecho, en paz, llevado a la paz, permanecer en ella" (Martin Heidegger, Conferencias y artículos).
Y aunque hemos perdido, según intuyen chamanes y antropólogos, algunas técnicas arcaicas del éxtasis, podemos amar e intentar encontrar el éxtasis original y reencontrarnos en él. Ver a Dios en la fusión.
Como dice Valerie Tasso: "Dios aparece mucho más en los orgasmos que en las charlas teológicas".
La química cerebral tiene otras respuestas, no siempre tranquilizadoras para quienes defienden el sexo desprovisto de afecto. Porque, efectivamente, el goce sexual puede disparar el amor. ¿La razón hormonal? "Quizá porque la actividad creciente de la testosterona asociada con el deseo sexual puede incrementar la actividad de la dopamina, que es el neurotransmisor del romance. Esto es, la hormona del deseo sexual puede producir una combinación de sustancias quimicas en el cerebro asociadas con la pasión romántica: una elevada actividad de la dopamina central y una menor actividad de la serotonina central. De ahí que los adolescentes y adultos jóvenes que tienen sexo con 'solo un amigo' son biológicamente susceptibles a enamorarse", según la hipótesis de la antropóloga Helen Fisher.
Como sea, en lugar de cuidarse de los orgasmos (y del amor), habitarlos. Esa es mi propuesta. Desatarlos y vivirlos, y aunque sean inabarcables con palabras, intentar retener sus particularidades. Anotarlas.
Cada momento extático es diferente y podemos aprender de él sobre nosotros. Pero también podemos aprender de los orgasmos de nuestro compañero. Desde afuera y de adentro: diferentes abordajes habrá a cada lado, por supuesto. En nuestro caso, con nosotros/as mismos/as, podemos abismarnos hacia las sensaciones más profundas, sentir el aire del precipicio, la tensión o la distensión, la materia de los sentimientos (amor, gratitud, vínculo con lo vivo o apenas desahogo). También las contracciones del cuerpo, sincronizadas o no con el pulso. Entonces acariciar al ser espíritu que respira y late.
Desde mi afuera, puedo sentir también al otro y procurar cohabitar la satisfacción, pero difícilmente sienta con él la potencia y la velocidad de su caída, hacia su propio precipicio. Alguna vez hablamos aquí de los hombres silenciosos (sé que en muchos casos, una férrea educación religiosa está detrás de tanto asombroso silencio), y ¿qué hay de los espasmódicos, de los que parecen echar rayos con sus descargas eléctricas? Hay quienes, incluso, quedan como electrificados durante un largo rato, con todo el cuerpo sensible a cualquier mínimo roce.
Alguien me confesó que, tras una discusión que habíamos tenido, en un largo abrazo de reconciliación, había estado a punto de llegar a un orgasmo, sin habernos siquiera quitado la ropa. La pura emoción.
¿Hay orgasmos, entonces, que ocurren sin frotar, sin necesidad de que la situación erótica nos lleve al límite?
También hay orgasmos que desencadenan las palabras explícitas, fuertes, inesperadas, especialmente en medio de momentos de ternura. Como confesaba Venus O'Hara, días atrás, si estamos en un instante emocional dulce y espetamos un "fuck me, please" o "fóllame" o "niques moi fort" o "cogeme", desataremos un éxtasis primitivo. Y sonreiremos. Reiremos juntos, claro.
Cálido refugio. Bien lejos de un simulador de orgasmos táctil para tu tableta, con vulvas pixeladas para aprender a tocar, por cierto.
'La petite mort', un simulador de orgasmos femeninos.
Hay 2 Comentarios
Deberían abrir una oficina con el lema:
Orgasmos solidarios. como aquella moda de orgasmos gratis. Por cierto, que sean fingidos.
Publicado por: Abracadabra Noticias | 23/06/2016 14:20:07
En el momento que se alcanza el orgasmo, es el mejor momento del día. Todo se olvida y solo aparece el placer, el goce y el disfrute
Publicado por: DULCE | 23/06/2016 9:07:09