"Ponte fuerte para no volver a caer", te dicen las amigas, después de la tercera ruptura y sus consiguientes "perdón", en el último mes y medio. El caso es que uno no siempre cae porque está (o estuvo) frágil. A veces, caemos y nos reconciliamos una y mil veces porque nos sentimos fuertes, lo suficientemente fuertes como para indagar por qué meandros continúa su locura y por qué atajos retomamos la nuestra (nuestra neurosis): queremos saber qué sentimos frente a esta pareja turbulenta, entender y entendernos, para seguir reciclando (sentimientos, modos o status) o para llegar a un final que nos deje 'en paz'. Para escribir la telenovela de esta relación con comas, paréntesis, puntos y seguido y un punto y aparte conclusivo (ese que permite dejar de cavilar al infinito). Un epílogo bien redactado.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
La pareja es un relato y no queremos perdernos nada. Algunos somos tan curiosos con todo lo que se narra, que hasta queremos asistir -aun en carne viva- al desenlace de nuestra historia. A veces, necesitamos explorar todos los rincones, los pliegues de más sombra, y que una emoción nos duela de verdad para dejar de darle vueltas al asunto. Para convencernos. Hay otros momentos en que, por el contrario, la idea de una herida no del todo cerrada (que puede volver a escocer) nos hace preservarnos.
Hay quienes usan un preservativo emocional casi sin excepción.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
Algunos somos de los que no se pierden pena ni línea por escribir del propio culebrón, y puede que por eso aceptemos las muchas vueltas, interpretaciones y explicaciones. A veces, aunque la razón nos indique el camino contrario, sentimos que el otro nos sigue habitando el cuerpo y optamos por abrirle la puerta y dejar que el ocaso vaya llegando, lento.
¿Preferimos durar y languidecer para no quedarnos con demasiadas preguntas y poder ser tajantes, entonces sí, cuando nos asalte la nostalgia?
¿O es en la escritura del culebrón donde radica el placer?
Tráiler de 'Amor mío/ Mon roi' de Maïwenn.