"Ponte fuerte para no volver a caer", te dicen las amigas, después de la tercera ruptura y sus consiguientes "perdón", en el último mes y medio. El caso es que uno no siempre cae porque está (o estuvo) frágil. A veces, caemos y nos reconciliamos una y mil veces porque nos sentimos fuertes, lo suficientemente fuertes como para indagar por qué meandros continúa su locura y por qué atajos retomamos la nuestra (nuestra neurosis): queremos saber qué sentimos frente a esta pareja turbulenta, entender y entendernos, para seguir reciclando (sentimientos, modos o status) o para llegar a un final que nos deje 'en paz'. Para escribir la telenovela de esta relación con comas, paréntesis, puntos y seguido y un punto y aparte conclusivo (ese que permite dejar de cavilar al infinito). Un epílogo bien redactado.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
La pareja es un relato y no queremos perdernos nada. Algunos somos tan curiosos con todo lo que se narra, que hasta queremos asistir -aun en carne viva- al desenlace de nuestra historia. A veces, necesitamos explorar todos los rincones, los pliegues de más sombra, y que una emoción nos duela de verdad para dejar de darle vueltas al asunto. Para convencernos. Hay otros momentos en que, por el contrario, la idea de una herida no del todo cerrada (que puede volver a escocer) nos hace preservarnos.
Hay quienes usan un preservativo emocional casi sin excepción.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
Algunos somos de los que no se pierden pena ni línea por escribir del propio culebrón, y puede que por eso aceptemos las muchas vueltas, interpretaciones y explicaciones. A veces, aunque la razón nos indique el camino contrario, sentimos que el otro nos sigue habitando el cuerpo y optamos por abrirle la puerta y dejar que el ocaso vaya llegando, lento.
¿Preferimos durar y languidecer para no quedarnos con demasiadas preguntas y poder ser tajantes, entonces sí, cuando nos asalte la nostalgia?
¿O es en la escritura del culebrón donde radica el placer?
Tráiler de 'Amor mío/ Mon roi' de Maïwenn.
Si se trata de tener elementos para las respuetas del después, nos regodearemos confeccionando el checklist, en los días y semanas posteriores, y marcaremos con un aspa mental cada sensación revivida tras el penúltimo tropiezo:
- Lo que me atrajo es lo que ahora me repele. Como en la película Amor mío/Mon roi de MaÏwenn, Tony está furiosamente atrapada por el encanto de Giorgio y ese mismo charme del maldito encantador de serpientes (genial Vicent Cassel) es lo que la eyecta de la escena del 'nosotros', o del 'juntos', apaciblemente.
- Lo que antes era confianza, dejarse llevar, soltar lastre, descansar sobre su pecho, ahora es tensión. Incluso sensación de asfixia y contracción muscular.
- Quien antes te hacía sentir deseable, ahora arroja casi sin excepción una mirada de juicio sobre ti. La desnudez te pesa frente a quien hasta hace un rato era un pedazo más de tu carne.
- Cuesta reírse, ya no hay lugar para la complicidad y, en cambio, cada frase es un malentendido. El entusiasmo trocó en sospecha. La especulación es mezquindad.
- Lo que antes era ilusión (arreglarse, ir a comprar lo que le gusta comer, poner flores en la mesilla) ahora es 'bueno, no hay nada mejor que hacer, y mientras surge otro plan...'
- ¿Será la última vez que tropiece? Tampoco lo sabe la protagonista de la película (excelente en su rol Emmanuelle Bercot, premiada en Cannes por este trabajo): cuando todo el público podría traspasar la pantalla gritándole "esa relación es tóxicaaaa", ella no oye nada. Dicen las malas lenguas que semejante romance (o capítulo de severa autodestrucción) se inspiró en una historia tumultuosa de varios años que vivió la directora con Luc Besson, siendo ella muy joven.
- Hay que perdonarse, eso sí, porque además sabemos que nadie puede vivir sin aferrarse a una ficción.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
No hay reglas de juego. Es verdad que, en ocasiones, después de un desencuentro viene un hermoso reencuentro. Pero cuando la magia se ha diluído, la vuelta es tibia, desabrida, no se parece a lo que imaginábamos. Pasa como con las casas de la infancia, que uno las recuerda inmensas y entrando el sol por todos lados, y cuando, de adulto, las visita, resulta que son pequeñas, oscuras, sin gracia.
Lo que nos defrauda, al fin, nunca es el otro, sino las propias expectativas.
¿Hasta qué punto el goce no está precisamente en el infortunio?
En términos psicoanalíticos, el goce (o lo que popularmente se llama la felicidad) es algo individual, y muy singular. "La felicidad íntima de cada sujeto es incluso desconocida para el propio sujeto, quien ignora hasta qué punto es capaz de gozar de aquello que lo hace sentir desdichado", explica el psicoanalista Gustavo Dessal.
De ahí que quizá no sea tan absurda esta necesidad de escribir el relato -aunque doloroso- y recorrerlo en sus ínfimos detalles, o volver y volver con nuestra desdichada pareja-síntoma, para seguir habitando el guión.
Fotos de Emilio Schargorodsky.
En la reescritura del epílogo, puede que te den ganas de acariciarle la cabeza, como a un chiquillo, porque lo ves desbordado por emociones que no sabe adónde lo llevan. Quizá es que por fin lo puedes ver, después de haberlo disfrazado de protagonista de tu culebrón (o el vuestro). Tú vuelves a la rutina de la vida cotidiana sin telenovelas... por un rato.
Hay 3 Comentarios
Las relaciones se mantienen mientras hay complicidad uno al otro, cuando los defectos de cada uno se repetan y cuando uno es tolerante con el otro. Y ante todo existe confianza. Cuando todo esto se pierde, se pierde la llama y si se está en pareja es por estar en una zona de confort que no gusta que se rompa o simplemente por el miedo a estar solo.
Si una relación se mantiene en el tiempo es por amor y simplemente porque ya les va bien a los dos estar así.
Publicado por: Marc Barcel | 02/08/2016 17:20:37
Otras veces ocurre que convives con una persona porque uno de ellos se ha sentido solo y el otro porque , por distintos motivos, le convenía esa relación, pero cuando ese motivo dejó de existir todo cambió y esa persona, en cierto modo prefería vivir su vida; por otra parte, la primera persona se dió cuenta que realmente a quien amaba era a otra persona, entonces ambos hablan y se plantea una separación o divorcio amistoso, de mútuo acuerdo.
Muchas veces las relaciones se mantienen por no estar solos o por motivos muy dispares.
Publicado por: Inés | 01/08/2016 7:44:18
Lo normal es que una relación se mantenga mientras se soporte aquello que no nos gusta del otr@. Si por alguna razón, la llama se extingue... es probable que la ausencia avive, por un breve lapso de tiempo, los buenos recuerdos.... los buenos deseos... Pero si no hay cambio, si no se aceptan las imperfecciones, si no se quiere o desea "a pesar de" (en lugar del ingenuo "por"), lo mejor es poner a esa historia un punto final, en lugar de unos suspensivos....
Publicado por: Manolo Blog | 30/07/2016 17:45:44