"He dado todo. Me he vaciado", decía unos días atrás Rafa Nadal, para graficar su enorme entrega en su penúltimo partido de singles de los Juegos Olímpicos de Río, el que perdió contra Juan Martín del Potro.
Tengo la impresión de que la fisiología masculina impulsa a los hombres a formular ese tipo de figuras retóricas para explicarse en todos los frentes de la vida. Generosidad o inevitable descarga de dones, este 'darlo todo' hasta quedarse seco (o vacío) también remite al acto fundacional del sexo.
Obras del artista argentino Diego Arrascaeta. Mixta sobre papel.
Hablamos sin querer-queriendo del eterno y a la vez sensual desequilibrio entre nuestro continuum femenino de deseo y su refracción inmediata, irremediable. El cambio de dirección súbito de un rayo de luz tras la expulsión del líquido seminal, la flaccidez, el vacío, satisfacción, completud o sensación de rechazo hacia el mundo. ¿Y ahora qué? Su 'petite mort' y nuestra consecuencia en la causa múltiple de nuestros orgasmos.
Jugarse el resto, porque el segundo puede ser mejor, y el tercero seguro que es diferente.
Obras de Diego Arrascaeta. Mixta sobre papel.
Por cierto, ¿expresa o no voluntad de dominación la práctica de la eyaculación en la boca o en la cara del/la partner?
He leído sobre algunos casos de dolor de cabeza abrupto y potente en hombres jóvenes, en el preciso instante de la eyaculación, como consecuencia de una caída repentina de los niveles de serotonina y acetilcolina en el cerebro. También he sentido yo misma alguna vez esa sensación absolutamente efímera de omnipotencia y rechazo al contacto con un otro cualquiera, al cabo de un clímax en solitario... Ese 'no importarte nadie' ni querer a nadie cerca dura ese preciso instante infinitesimal en que somos reyes/reinas del mundo de las puras sensaciones (supongo que debido a un abrupto cambio en las relaciones entre cargas de neurotransmisores cerebrales).
Aunque raramente nosotras nos quedamos secas, o vacías. Casi siempre la humedad nos humedece aún más. A veces toca pedir un poquito más de aguante al trozo de compañero que queda en pie. A él suele parecerle sexy esta relajación suya puesta en negro sobre blanco de nuestro ardor.
Obras de Diego Arrascaeta. Mixta sobre papel.
Dos caras de la misma moneda. El periodo refractario que ha ayudado a la evolución, porque así el macho puede seguir dispersando su semilla tras la pausa. Y el orgasmo múltiple de ellas, que algunos antropólogos interpretan como la razón de la promiscuidad femenina; es decir, la necesidad evolutiva de la mujer de tener varios partners consecutivos en el momento de la ovulación. En ambos casos, se trataría de asegurar la fecundación y de este modo contribuir a poblar aquel planeta (porque este, a esta altura, está superpoblado: o sea que podemos usar métodos anticonceptivos, siempre, o ser monógamos y/o asexuados, y seguir intentando el placer como nos plazca).
Y todo esto, finalmente, conduce nuestro speech al callejón sin salida de esta moda tan extendida (supongo que por el porno) de la eyaculación sobre la cara del o la compañera/o.
En eso leemos un artículo en la revista francesa Les Inrocks en el que se preguntan si esta es o no una práctica humillante para el receptor/a. Y entre las muchas opiniones sobre si eyacular sobre la boca o la cara del partner sería una demostración de dominación, o, al menos, la voluntad de dominar, damos con la mirada de un sexólogo que es una especie de William H. Masters galo. Se llama Jacques Waynberg y desacraliza el poder del pene erecto o, para decirlo de otra manera, lo pone en su verdadero y fugaz lugar de la Historia. Y sobre la práctica que comentábamos, señala lo siguiente: "Es un juego de dominación/sumisión, parecido al ‘perrito’, pero el sentimiento de dominación que aporta la ‘eyaculación facial’ es imperfecto. Parece más apropiado inscribir la dominación en el conjunto ritual que va más allá de la eyaculación, porque eyacular está bien, pero inmediatamente viene el período refractario (cuando el hombre ha eyaculado y su pene vuelve al estado de flaccidez), que echa por tierra esa toma de poder, que –al fin– ha sido extraordinariamente breve".
Obras de Diego Arrascaeta. Mixta sobre papel.
Este tipo de clímax es, a juicio de Jacques Waynberg, un "falso amigo”, que pone en duda la práctica de dominación por el inminente periodo refractario y el "terror" que este ocasiona. Ese punto final a la excitación permite a la mujer que, "con nada más que un repaso de Kleenex, se enjugue el semen del cuerpo y firme el fin de la sesión de dominación".
Tanto poder para tanto anticlímax nos llevan a la conclusión de que la mujer, al no tener pene, ni tener que sostener erección alguna, puede considerarse portadora de un falo simbólico que nunca decae. Ni con la edad ni tras el squirting (que no es pis).
Obras de Diego Arrascaeta. Mixta sobre papel.
Epílogo. Para el psicoanálisis, el valor del falo como símbolo viene dado justamente por la naturaleza de un órgano que no siempre está erecto, que disminuye su volumen (su poder) y, en este sentido, su límite indica también la 'falta'. Para la mujer, "el complejo de castración no es un nudo necesario", afirma Roland Chemana, especialista en la obra de Jacques Lacan. Sobre el falo: "Si Lacan dijo del hombre que no es sin tenerlo, también pudo decir que una mujer ‘es sin tenerlo’, lo cual ciertamente indica una ausencia, pero poniendo de manifiesto la afirmación de un ser. Y en el fondo, en ciertos textos, también deja entender (y a veces lo dice) que lo es y lo tiene a la vez". Precisamente, "porque el órgano no está en su posesión, una mujer no tiene nada que perder. En este sentido, ella es incastrable. Esto es apenas una paradoja: si no lo tiene, lo tiene. ‘La mujer –dice Lacan en La angustia– (…) no carece de nada".
Hay 1 Comentarios
Los límites de la dominación mediante la eyaculación facial o en la boca son puestos por la pareja, tanto por quien da como por quien recibe. Si a los dos les gusta esta técnica, el encuentro será perfecto.
Publicado por: DULCE | 19/08/2016 8:44:48