Eros

De los romanos nos viene la pareja puritana

Por: | 12 de agosto de 2016

Cuando leí Las memorias de Adriano, la novela de Marguerite Yourcenar, guardé especialmente en la memoria alguna escena de sodomía y un concepto: alguien que es penetrado es humillado. Es decir, en la Antigua Roma, los hombres poderosos podían ser homosexuales y, de hecho, tenían amantes varones o mujeres, sin perder su dignidad, siempre que fuesen ellos los que penetraban. Es bastante conocida, por ejemplo, la vida del joven y deificado amante de Adriano, Antinóo, por el que el emperador ardía de amor y deseo, en contraposición a la indiferencia que cultivaba por su esposa Vibia Sabina.

Esto era así antes de Dios. Es decir, antes del nacimiento de Cristo y de cualquier atisbo monoteísta. Pero fue legándose, antes y después de Adriano (Publio Elio Adriano, Roma, 76 - Baia, 138), antes y después de Cristo.

El lugar del menosprecio es el del rol femenino, el de la recepción, nos decía Mohamed El Morabet acerca de la moral heteronormativa en el Islam. Es decir, un hombre que penetra, que mantiene su rol activo, aunque sea con otro hombre, conserva y aumenta su valía de macho, según esta Historia de la Humanidad que nos vienen contando los hombres, sin diferencia de idolatrías ni de fronteras. En cambio, recibir debilita. Y tener sentimientos debilita.

"Había tres horrores supremos para un romano: acostarse con su hermana, tener sexo con una sacerdotisa virgen o dejarse sodomizar", asegura el historiador especializado Paul Veyne. Otro signo de debilidad era el cunnilingus, ¿cómo iba a practicarse algo que hacía parecer al hombre sometido a la mujer?

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'Sátiro y Ninfa', mosaico romano de la Casa del Fauno de Pompeya. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Fotografía de Wolfgang Rieger.
 
Profesor del College de France y coautor de varias obras junto a Michel Foucault, Veyne explica, en una entrevista con el periódico francés L'express, que las únicas mujeres letradas del imperio romano (las que tenían derecho a aprender a leer y a escribir) eran las 'esposas' de la aristocracia, nunca las 'concubinas'. El matrimonio era eso, 'matrimonio', en orden a continuar el linaje.
 
Esto nos lleva a la conclusión de que el matrimonio cristiano, en realidad, existió antes de que pudiéramos intuir que seríamos cristianos (y quizá por una estricta ley de ventaja a favor de los hombres).
 
"No se trataba de amor sino de matrimonio, que era algo más serio. El matrimonio es un deber ciudadano (...) El mundo romano no es otra cosa que esclavitud. La esposa es una pequeña criatura (como llamaba Foucault a la gente que desdeñaba). Uno le pega, a veces. Y si uno accede a tratarla con indulgencia es a causa de su dote o de su noble padre. La esposa está allí para 'hacer' niños y para aumentar el patrimonio. Ella no es más que una herramienta en el oficio de ser ciudadano, un elemento de la casa, como son los hijos, los esclavos liberados, los clientes y, en el último peldaño, los esclavos", enumera Veyne.
 
El patrón tenía derecho a servirse de su mujer y de todos los esclavos, tanto niños como niñas, para su placer. También existía la opción, perfectamente lícita, de liberar a una esclava para hacerla 'concubina'. Eso sí, ningún hijo fuera del matrimonio sería reconocido por el patrón y, por lo tanto, los 'bastardos' -aunque todo el mundo lo supiera- no tendrían ningún derecho a la herencia. "El matrimonio es, pues, un acto cívico, una obligación casi militar y los dos aspectos se confundían en el Imperio Romano", asegura el historiador.
 
El amor se hacía con la luz apagada, "de lo contrario, el sol se mancha" (solo los libertinos lo hacen durante el día); el marido no debe ver a su esposa desnuda.
 
Una cosa sí llama la atención, a la luz de esta época actual en la que el 43 por ciento de los niños españoles nace ya fuera de la institución matrimonial, y es que el matrimonio en la antigua Roma también era una unión privada: no hacía falta pasar por el equivalente a un cura o un funcionario municipal, ni se firmaba contrato alguno, sino "un compromiso de dote". Y uno se divorciaba de la misma manera, cuando alguno de los dos dejaba de tener ganas de seguir.
 
 
Tráiler de 'Calígula' (1979) de Tinto Brass.
 
Aunque el puritanismo del amor reglado en la Antigua Roma nada tenga que ver con las orgías que imaginó Tinto Brass en la inolvidable Calígula ni con la picaresca del popular Satiricón, Veyne asegura que, si bien profundamente machista, la sociedad romana permitía a las mujeres más libertad que la Antigua Grecia (donde eran tratadas como 'niños irresponsables'). "Podían divorciarse cuando querían y el marido no sabía si seguía casado o no. Por ejemplo, Messaline, esposa del emperador Claudio, se divorció y se volvió a casar sin hacérselo saber. Alcanzaba con enviarle al cónyuge una carta de aviso, al menos por cortesía", aclara Veyne.
 
"Con frecuencia, una mujer rica no casada ejercía de mantenida. Si un hombre establecía un vínculo con ella, ella tenía el derecho de solicitar una pensión. Si ella era viuda, ella administraba sus bienes con toda libertad y podía establecer el testamento que quisiera. En Roma, 'la caza de la viuda' era uno de los modos de amasar una fortuna", continúa el catedrático francés.
 
Eso sí, el adulterio femenino daba autorización al marido a un castigo en el que cualquier atrocidad estaba permitida: "si un marido sorprendía a su mujer con un amante, podía llegar a hacerla orinar por todos los esclavos y el personal de servicio o llegar a la castración, con total legalidad".
 
"No hay que buscarle coherencia a esta moral" -clama Veyne-, toda vez que los maridos no desfloran a sus esposas en la noche de bodas, sino que las sodomizan. Roma es una sociedad militarista en la que los gladiadores violan en grupo a las cortesanas, que están allí "para eso", en la que se envalentona a los jóvenes para ir al burdel, en lugar de verse con mujeres casadas: "lo importante es no llevar el desorden a las familias".
 
En fin, el amor era un gran riesgo, quizá porque necesitaba de reciprocidad (donde el placer femenino también cuenta). El historiador cita un texto de aquella época "Es mejor acostarse con esclavas, porque si comienzas un juego de adulterio con las mujeres mundanas, estás obligado a hacerlas disfrutar". Y ellas tenían, según las leyendas urbanas, un apetito voraz que hacía que los hombres se distrajesen de sus deberes. El deseo de los hombres es, desde siempre, claro, solamente una debilidad pasajera.
 
Moralistas, emocionalmente reprimidos y, por tanto, machistas irredentos, nuestros antepasados romanos legaron graciosas esculturas de desnudos que, entonces, solo poblaban sus fantasías de belleza. Nos legaron el ideal prohibido de la belleza y el amor que todavía seguimos intentando hacer realidad.

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Desde luego que no hay nada nuevo bajo el sol, al menos en lo que a estos temas se refiere, en cuestión de prácticas, claro. Incluso quien se atreve a decir las cosas y quien se reprime de ellas, sigue siendo patente en nuestros días.
Atrévete a decir ¡Sácatela! http://luisbermejo.com/blog/289-sacatela/

El matrimonio conlleva que con el paso de los años se termine cayendo en una rutina aburrida. En cambio, la búsqueda del placer sexual sin ataduras siempre será mucho más gratificante.

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Sobre el blog

Ni enciclopedia ni consultorio sexual al uso. He aquí un rincón erótico festivo dedicado a las relaciones y la atracción entre seres humanos, esa faceta que nos hace la vida más placentera, tierna, amorosa, plena… Un blog coral, con cinco autoras de todo origen y condición, que apuesta por el juego, la provocación, lo sensual y el sexo como acto libre, adulto, compartido, real o ficticio, siempre divertido... Eso sí, si tu mirada no es amplia y tolerante, mejor no te detengas aquí. Coordina Analía Iglesias. No sólo se admiten firmas invitadas, sino que son deseadas.

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Anne Cé. Nació en el sur austral (Argentina), en un tiempo beatle y en un país con altísima densidad de psicoanalistas y jugadores de fútbol. Periodista, quizá incluso a su pesar, narra lo que se le ponga delante. Y narra, y narra. Un día descubrió que el simple roce de una clavícula le erizaba la piel y entonces comprendió por qué le gusta tanto abrazar a un hombre.

Esther Porta. Segoviana, fue becaria en el mítico Tentaciones y allí hizo de todo hasta que sus conocimientos de sexo la convirtieron en Beatriz Sanz. Y gracias a ella, publicó artículos semanales de sexo, dos libros y fue reclutada como sexperta guionista del programa de Canal +: 'Sex Pópuli'. Cuando casi se le había olvidado (lo de escribir de sexo...) se mete a bloguera. Y aquí está, con tantas ganas de sexo (del uno y del otro) como siempre...

Venus O'Hara, de Reino Unido, con raíces irlandesas. Modelo fetish, actriz y escritora. Licenciada en Ciencias Políticas y Francés, reside en Barcelona, ha sido columnista sexual en varias revistas, tiene su propio blog de fetichismo y es creadora de 'No sabes con quien duermes', un confesionario para personas que llevan una doble vida. Publicó su primer libro junto a Erika Lust, 'Deséame como si me odiaras', en 2010.

Tatiana Escobar, de Venezuela (1976), ha escrito ensayos y poesía en español. Traductora y editora, en 2004 abrió en Madrid junto a sus socios la primera boutique erótica de España, La Juguetería Erotic Toys, para no tener que vivir de la literatura. Desde entonces vive del sexo. Y escribe, a veces, para sus amigos.

. Madrileña. Soñó con escribir y pronto descubrió una vía: el periodismo. Pero como tampoco valía narrar sobre cualquier cosa, eligió suerte y remató la faena con un posgrado en Sexología. Ha trabajado en suplementos de salud y medios especializados. Con la práctica ha acabado por darle un toque más sensual a sus letras. Y con ellas sueña en escribir, ahora, un libro.

Ilustracion
Venus O'Hara, Anne Cé y Silvia C. Carpallo, según 'Mi Petit Madrid'.

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Lux eróticaLux erótica. "Escribir sobre sexo era la propuesta y me sentí estimulada. Después de tantos años como periodista cultural y con mucha vida hecha en torno a la información y a la actualidad, tenía ganas de ponerle carne a la crónica. Porque nuestra más genuina actualidad como personas pasa por el relato del erotismo. Porque de atracción y de relaciones hablamos todo el tiempo en este tiempo occidental con ciertas libertades individuales garantizadas y rebosante de espíritu lúdico pero también algo desafectado y con nuevos descompromisos adquiridos...". Anne Cé.

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