¿Sabían ustedes que Galileo Galilei (Pisa, 1564 - Arcetri, 1642), a quien llaman el padre de la ciencia (o al menos de la astronomía y de la física), era un tipo apasionado y sexual? Un heterosexual que nunca se casó y al que, para simplificar, se le llama 'mujeriego', pero que estuvo en una relación (posiblemente abierta) con una mujer 'de costumbres laxas', unos diez años. Con Marina Gamba tuvo tres hijos y no pudo reconocerlos legalmente por la distancia social entre un noble de baja nobleza y una amante 'meretriz', aunque se ocupó de ellos, al punto que adquirieron su apellido, eso sí, cuando la mujer 'de vida disoluta' ya hubo muerto.
No se arrancó el corazón para hacer ciencia. No debió dejar de sentir para ser racional. Pensar es amar, primero, y poner la carne en compromiso. Saber es desear, herejía. Y puede que el moralismo le llame 'vicio'.
Como dice nuestro querido y siempre citado filósofo Byung-Chul Han: "El Logos carece de vigor sin el poder de Eros".
Corazones arrancados, pero no en nombre de la ciencia. Foto de Emilio Schargorodsky.
Para hacer ciencia de esa que deja traza, hay que ser revolucionario, y amoroso. Y quizá tomar atajos, irse por las ramas. Para ser sabio, no basta con ser obediente. Galileo Galilei no fue 'recto': fue rupturista también porque necesitaba ganarse la vida, y entonces aguzaba el ingenio para alimentar a tres hijos que no llevaban su apellido sino el de la mujer que hacía enfadar a su madre.
Conocido también -o fundamentalmente- por ser víctima de un tribunal de la Inquisición, que lo obligó a abjurar de sus teorías (como la de que la Tierra no era el centro del universo), Galileo Galilei -hijo y padre de músicos- quiso asaltar los cielos antes de hora: la sociedad de su época (y la Iglesia de todas las épocas) no podían pensarse con un Sol dirigente del sistema planetario. Ni con un hombre que renegara del matrimonio como contrato social de conveniencia entre familias que se convenían. Ni con un hombre poco previsor que se dejara contagiar enfermedades de transmisión sexual porque le gustaba el sexo en Venecia, o que construyera péndulos, termoscopios y telescopios como trabajo manual, para llevar el pan a su casa.
'Procesión en la plaza de San Marcos' (1496). Aquella Venecia de Bellini, la de las procesiones y también la de pasárselo bien, que aquella era su fama.
Todo esto que les cuento, así, a borbotones, se me hizo carne a partir de una polémica radial, días atrás. Fue en un espacio nuevo en 'Hoy por hoy' de la Cadena SER, en el que Javier Sardá y Juan Carlos Ortega exponen, cada uno a su turno, argumentos enfrentados (uno de ellos,falso) sobre un mismo hecho o personaje de la Historia, para que los oyentes digan cuál de los dos está diciendo la verdad. Narraban supuestamente la vida de Galileo (Sardá decía que el astrónomo era célibe y moralista, mientras que Ortega citaba biografías verdaderas) y resultó que la mayoría de los oyentes creyó que era verdadera la idea del científico como un hombre mojigato. Una mujer fundó su suposición en que, si Galileo "estaba tan ocupado en estudiar y experimentar, no tendría tiempo para otras cosas".
Me pregunté si no es así como especulamos sobre las personas: si te ocupas de algo serio, entonces no puedes 'perder el tiempo' en el sexo, o en el amor y los sentimientos. ¿De eso se trata nuestro racionalismo?
Sabemos que hubo pensadores asexuados, muy probablemente vírgenes, como Immanuel Kant, el prusiano encerrado en Königsberg para siempre, intentando desvelar la estructura de la razón en la disciplinada soledad hogareña (hay un libro que bromea seriamente sobre el asunto, de un tal Jean-Baptiste Botul, pretendido fundador de la corriente filosófica del 'botulismo', escrito en realidad por el filósofo Frédéric Pagès). Lo cierto es que sí, hay gente que sublima todos sus deseos o que pone toda la carne instintiva al servicio de la mente. Sin embargo, siempre habrá que derribar el dogma, porque lo rígido no hace amor y lo impenetrable tampoco hace ciencia. El dogmatismo impide abrir brechas en lo mayoritario o romper con lo sólidamente establecido, por muy falso que sea. Hay que abrir poros hacia el otro.
Aunque nos asuste sentir, estos seres que somos hemos podido convertir nuestra sexualidad en Eros, para alcanzar la vida y magnificarla (o el erotismo como apropiación de la vida, en la filosofía de Georges Bataille). Con todos los riesgos del caso, porque existir es caso de riesgo.
La falta de 'rectitud' ayuda, a veces, a tomar caminos innovadores en ciencia, en arte y en aventura vital: "Eros conduce y seduce el pensamiento a través de lo no transitado, de lo otro atópico (...) Platón, en contra de la tradición, declara a Poros padre de Eros. Poros significa 'camino'. El pensamiento ciertamente osa adentrarse en lo no transitado, pero no se pierde allí. Eros, gracias a su procedencia, le muestra el camino. Filosofía es traducción de Eros a Logos", según el filósofo contemporáneo Byung Chul Han, a quien insistiremos en citar en este espacio.
Sigue Han: "El pensamiento en sentido enfático comienza por primera vez bajo el impulso de Eros. Es necesario haber sido un amigo, un amante, para poder pensar. Sin Eros el pensamiento pierde toda vitalidad, toda inquietud, se hace represivo y reactivo".
Dogma no hace ciencia. Dogma no hace amor.
Galileo enseñando al duque de Venecia cómo usar el telescopio. Fresco de Giuseppe Bertini (1825-1898).
Epílogo: A pesar de todos los sufrimientos que le procuró la Iglesia Católica, Galileo Galilei mandó a sus dos hijas mujeres a un convento, al poco tiempo de morir su madre. Con María Celeste, la mayor, mantuvo una correspondencia frecuente: "es una mujer de exquisita mente, singular bondad, y muy apegada a mí", escribió el hereje. Probablemente -aquí, especulo- Galileo no hacía sino asegurarse de que sus hijas aprendieran a leer y a escribir, y tuvieran tiempo para construir pensamiento, algo casi reservado a las monjas (o sea, las vírgenes) en ese momento del mundo. El resto de las mujeres, como su querida Marina, debían dejarse llamar 'putas' para vivir sus emociones, o convertirse en obedientes esposas, con la cocina como paisaje casi excluyente.
Hay 8 Comentarios
Muy buen artículo. Yo añadiría que el neurocientífico Antonio Damasio dice en su libro "El Error de Descartes" que las emociones y la razón no están separadas en el cerebro, sino que pensamos con las emociones.
Publicado por: Hermes Solenzol | 27/10/2016 4:43:29
Me inunda la pasión, me domina el amor, temo la desilusión pero guardo esperanza de forma reposada y tranquila viendo descender la luz apagándose el sol por el horizonte y el dia que se acaba, mi amor, la noche y sus sombras nos rodean y abruman, pero , de momento, parece que habrá un nuevo amanecer.
https://youtu.be/ndjsYdlluqY
Publicado por: Thor | 15/09/2016 23:25:42
Mañana me voy para cerca de ti, mi amor andaluz. Pero sin possibilidad de veerte en alguna calle de Lecce o Roma. El clavo peleó con la rosa. Saudades de ti, mi amor andaluz!
https://www.youtube.com/watch?v=PKnX6RwA0LM
Publicado por: Paula | 15/09/2016 20:53:32
Eso digo yo!!!!!! ¿y? cada uno se ilusiona o desilusiona con lo que puede, la vida es una rueda en la que los sentimientos y emociones se repiten hasta que se acaba.
Publicado por: Alba | 15/09/2016 19:41:12
Y?
Publicado por: Abracadabra Noticias | 14/09/2016 16:22:57
Paixāo, amor, desilusāo: coisas atemporais
https://www.youtube.com/watch?v=xhrpaq3ec0I&index=3&list=RDVdq-CcjaQvQ
Publicado por: Paula | 14/09/2016 12:45:00
La visión que tenemos de los personajes históricos suele estar bastante distorsionada. El hombre siempre ha sido proclive al placer y desenfreno, independientemente de su nivel intelectual.
Publicado por: DULCE | 14/09/2016 10:47:56
La pasión es ciencia y de su uso nacen los hijos que ya son ciencia pura, la mayor de ellas, por eso no hay que dejar de ser nunca apasionado en el amor, porque esa misma pasión te induce a las demás: la de investigar, la de crear, la de enseñar, etc..., en definitiva, la de vivir con algo de felicidad.
Publicado por: Manuela | 13/09/2016 23:43:49