Por Martha Zein*
Mirar culos es nacer dos veces. Si, he escrito "mirar culos" y no tetas o paquetes o sonrisas o torsos o chocolatinas musculadas o lo que nos plazca a cada quién. Afirmo que mirar culos nos renace y puedo argumentarlo.
Para empezar, fijarse en el trasero ajeno implica que su dueño/a está en movimiento; es difícil contemplar unas nalgas sentadas y las recostadas pocas veces se nos ofrecen a la vista. Esto hace que el asunto tenga algo de aparición, de encuentro, un regalo fugaz para nuestras retinas, porque el trasero nos pasa por delante de los ojos al margen de nuestra voluntad. Además, implica que su portador/a se mueve (camina, baila...), es decir, despliega la energía de los seres vivos cuando se relacionan con el entorno, aunque sea de manera inconsciente (al movernos no controlamos todo lo que sucede), y eso transforma de alguna manera nuestro espacio en el momento preciso en el que lo compartimos con ese trasero fugaz. El paseo marítimo, la calle, el pasillo del hotel... cambia de ritmo por un instante.
Esto puede suceder con la observación de cualquier otra parte placentera, lo sé, pero si destaco la capacidad regeneradora de mirar "esto" (culo) y no "aquello" (todo lo que no es culo) se debe a un valor añadido: todas las espaldas terminan en el mismo lugar, incluida la del gato de mi vecina. Hombres, hembras y viceversos son portadores/as de dos nalgas. No importa el género o intergénero al que se pertenezca, todo el mundo puede encontrarse con un culo al que hacerle la ola. Todo el mundo está, pues, en ambos lados de este juego.
Una vez aclarada la razón por la que elijo nalga y no pezón, paso a subrayar el componente sensual del mirar: este acto no tiene otro fin que el de disfrutar contemplando. No se trata del primer paso de un cazador, no hay voluntad de posesión, no se necesita saber más de su dueño.
Simplemente, la vida te hace un guiño y te saca de tus quehaceres para decirte: "¡Eh, tú! Eres una persona sexuada, tus sentidos están en pie, los placeres no te olvidan".
No importa tanto que se encuentre el trasero ideal como el acto de buscarlo; se trata de estar al tanto de la armonía, de saber esperarla, de celebrarla. A los seres humanos la belleza nos detiene el paso, el ojo deja de vagar por el espacio para detenerse ante "algo" excepcional cuya contemplación conecta con la armonía, el reposo de la respiración. Esta es la forma de mirar a la que me refiero: contemplar para quedar fascinado/a, sin más interés que reconocer que hay algo ahí fuera que nos cautiva, tan sencillo como un trasero en movimiento. Es ese trayecto el importante, porque son los mismos dos primeros pasos que damos cuando nos enamoramos: te miro y aquí me quedo.
Nuestra parte "ave" despierta. Una parte del cortejo del cisne, por ejemplo, consiste en atrapar la mirada de la hembra con los movimientos acompasados de su cuello, los giros de cabeza y cómo la zambulle en el agua. El pavo real despliega la luz que irisan sus plumas.
Dibujo a domicilio.
Quizá se trate de algo atávico: el animal que palpita en nuestro ADN recuerda que hubo un tiempo en que olíamos el culo de nuestros semejantes en busca de feromonas que indicaran su predisposición al acto sexual... Qué más da, simplemente detén tu mirada en unas nalgas: volverás a conectar con la vida.
Recomiendo hacerlo al menos dos veces al día. Si al caer la tarde aún no lo has hecho, sal y mira, no importa si no es la nalga ideal. Sal de sus monólogos productivos, Eros no tiene por qué ser rentable (no tienes por qué buscar pareja, ni ligar, ni hacer amigos/as), levanta la libido mucho antes de que tengas que echar mano de ella.
Prueba. No es necesario más que salir a la calle conectado/a con el deseo, algo imprescindible para celebrar la vida. Si el trasero pasó a tu lado y esperaste a verle por detrás, si te detuviste a contemplarle hasta el final, de alguna manera rebañaste el hallazgo. Si fuiste a posar los ojos directamente a ese rincón del cuerpo sin detenerte en la identidad de su dueño/a, iniciaste el camino de la contemplación desinteresada. En ambos casos te detuviste un instante ante el espectá-culo de la vida, cesaste tu devenir cotidiano para permitirte un momento de excepción. Hazlo. Es fácil, se puede compartir o hacer en solitario. Con este sencillo acto trenzarás tus murmullos interiores con sonrisas íntimas, te acostumbrarás a salir al encuentro de lo que sucede cotidianamente a tu alrededor, disfrutarás con la abundancia que habita en los pequeños detalles. De alguna manera, nacerás de nuevo.
(*) Escritora, autora de documentales y narrative coacher. Imparte talleres sobre las narrativas del Eros, centrándose en las trampas del lenguaje, los límites de la representación y la poética del deseo. Colaboradora en el espacio radial 'No apagues el llum' de IB3.
Hay 2 Comentarios
Hay culos que son ideales para no dejar de ver, una maravilla que contemplar una vez y otra vez hasta desgastarlos visualmente
Publicado por: DULCE | 04/10/2016 13:57:10
El deseo del culo que veo...
interesante
Publicado por: Abracadabra Noticias | 03/10/2016 12:17:32