Hay algo irresoluble en las relaciones humanas que las hace atractivas, impredecibles, turbulentas, apasionantes e imposibles de ordenar sistemática y jerárquicamente. La dinámica humana, nuestras contradicciones, nuestra animalidad, el contexto cultural (religioso, económico, político o de tradición familiar), la intimidad compartida con o sin otras afinidades, como las intelectuales o las metas prácticas comunes, nos llevan a fracasar cada vez que intentamos definir las relaciones que tenemos o las que deseamos.
Dice Adonis que "el amor nunca se encuentra en una situación de inmovilidad que permita determinarlo o definirlo; al contrario, se halla siempre en un permanente estado de movimiento y transmutación, pareciendo incluso que no está, o que no existe".
Cuando Eros entra en juego, la tensión sexual es la corriente alterna que impulsa el movimiento y, entonces, queremos que la cabecita se ponga en sincro para intentar definir lo que sentimos. Siguiendo con la analogía físico-eléctrica, eso que sentimos es una corriente variable en la que las cargas cambian el sentido del movimiento de manera periódica. De ahí el poco éxito de nuestras intentonas racionales. Nos faltan palabras o texturas para describirnos y, así, nos acercamos torpemente con las herramientas de las que disponemos y, de bruces contra el límite, tomamos consciencia de que el discurso es un ente diferente al del cuerpo indefinible, o los cuerpos, o el espacio compartido.
Hay pocos síes o noes redondos y el 'no' nunca es del todo 'no', pero tampoco el 'sí' está exento de vagas ráfagas de otras nubes. Por ejemplo, cuando estamos con alguien que nos gusta mucho (o estamos dando el 'sí' en el Registro Civil o el altar) y, de repente, pasa un algo que le vemos, o una duda nuestra en el estómago, o un vértigo, y ni siquiera podemos verbalizar el viento o el miedo, y menos relatárselo a alguien, ni a nuestra mejor amiga, porque no queremos nublar una definición que nos ha quedado bien, que nos calza en ese momento de nuestra vida, y porque tampoco sabríamos decir (¿qué?) en las palabras de las que disponemos.
Días atrás, escuchaba el podcast de un debate en una radio marroquí sobre las relaciones actuales en las sociedades urbanas musulmanas, cuyos hombres ya no son polígamos y con mujeres que son profesionales, también trabajan fuera y deciden cuándo quieren ser madres. Se preguntaban los expertos -sociólogos y psicólogos- por qué seguía habiendo infidelidades en las parejas si ahora los chicos y las chicas urbanos/as de clase media se casan siendo amigos y pares, pudiendo hablar de casi todo y compartir las cargas y el placer. Cada uno intentaba voluntariosamente una respuesta, y ninguna sonaba satisfactoria (supongo que ellos mismos sentían que hacían agua al intentar definir eso que no se amolda al power-point de las tendencias sociales). Una psicóloga decía que en sus pacientes ella constata, una y otra vez, que el concepto del deber (esposa-madre) obstruye totalmente al del placer.
Es muy intranquilizador reconocer que ni siquiera siendo seres de buenas intenciones nos conformamos en el matrimonio y con la monogamia. Resulta disruptivo porque no hay explicaciones claras a lo que va diciendo y desdiciendo el cuerpo, o el corazón, o a lo que tenemos que ir reprimiendo. Hay, eso sí, acercamientos a tan complejo asunto, reflexiones que intentan ayudar a sobrellevar los naturales celos, el natural afán de posesión y la natural pulsión de libertad y de búsqueda. Somos mimosos y necesitamos refugio, pero también somos curiosos y nos pueden los estímulos, la adrenalina, aquellas luces más lejos. En la sociedad occidental han surgido los poliamorosos (allí están nuestros amigos de Golfos con principios) y los anarco-amorosos, los activistas que sensibilizan contra las trampas del amor romántico, las sociedades libertarias para dar rienda suelta al afecto sin moralina y los militantes del hecho individual (desde lo identitario hasta lo sexual). Sin embargo, la velita romántica sigue ahí encendida, y la soplamos y queremos apagarla, pero también hay razones evolutivas para ensoñarnos en el idilio.
De 'Brainpickings' Según esta taxonomía de las relaciones, el círculo exterior es el de los conocidos; luego sigue el de las personas que conozco y me caen bien; en naranja, los espíritus afines y solo en el núcleo de color más oscuro están los verdaderos amigos.
¿Qué es ser amigo o tener un amigo (quizá un petit ami -'amigovio'- como dicen los franceses)? Vaya uno a saber. Cuando compartimos intimidad con alguien, no hay nadie que esté más con (y en) nosotros que ese alguien y, sin embargo, puede que fuera de la cama no compartamos ni una mínima razón para estar cerca. Quizá lo nombramos 'amigo', pero no se nos ocurriría contar con él. Según una 'taxonomía' de la amistad que propone Maria Popova en Brainpickings, hemos corroído el concepto de la amistad por sobreutilización, y no solo en términos de amigos con derechos, sino también por la cantidad de extraños conocidos a los que llamamos 'amigos'. Los amigos, viene a decir, son los que no nos juzgan, a los que les permitimos ver nuestras imperfecciones y los tropiezos una y otra vez. Admiración, intimidad y verdadero afecto son las nociones asociadas a la verdadera amistad.
Madre es mujer. Si no, ¿qué es ser madre sino mujer? Y, sin embargo, ese sacro concepto sigue boicoteando el placer posible de una mujer. Hay muchas hijas mujeres que creen que su madre tiene que dedicarse a mamá y luego, a ser abuela, y que con eso le basta. ¿Cómo imaginarán que acaba la vida sensible y amorosa de una mujer, a partir de haber parido?
Leí hace poco, en The Guardian, la carta de una chica muy angustiada que culpaba a su madre de daños e incapacidades diversas provocadas por el affair que había mantenido (la madre) durante varios años, con un amigo de la familia.
Claro que los hijos somos sujetos de traumas y también depositarios de bienestar. Y de todo eso estamos hechos y con esa argamasa de dolores y alegrías nos construimos y encaramos las relaciones afectivas. Pero, ¿cómo podríamos pedirle a alguien que renuncie a sentir por el bien de nuestros quizá futuros sentimientos?
Tráiler de la película danesa 'Un asunto real' o 'La reina infiel' (como se llamó en Latinoamérica), de Nikolaj Arcel.
A propósito, el drama romántico-histórico danés Un asunto real (2012) de Nikolaj Arcel está basado en una historia verídica de finales del siglo XVIII, en Copenhaguen, unos pocos años antes de la Revolución Francesa, en la corte de un rey loco al que el propio Voltaire enviaba cartas entre la perplejidad y la admiración. Producida por Lars Von Trier, la película cuenta un fragmento progresista de la Historia de las monarquías europeas, quizá por error o por azar, o justamente por el amor rebelde y clandestino de una reina. Ni más ni menos que una madre cuyos hijos (de dos padres diferentes y parejas simultáneas) honraron muchos años después, y muy probablemente, por haberles demostrado que, ante todo, era una mujer que se permitía sentir y vivir.
La pasión también es un compromiso.
Hay 7 Comentarios
El poliamor, toda una moda ahora mismo
Publicado por: Porno | 24/03/2019 3:25:21
Interesante el artículo, opinable, respetable...como queráis yo croe que también cada uno establece sus relaciones personales según entienda o conveniencia. Mientras exista respeto y sea dentro de los límites de la pareja ...no veo el problema.
Publicado por: Daniela | 29/01/2019 23:07:25
sexo para perder kilos el sexo solo desgata el cuerpo si quieres perder kilos haz ejercicio come saludablemente no consumas grasas de origen animal duerme lo suficiente y veras el cambio q tendras te lo digo porq soy fisiculturista
Publicado por: Alejandra hornos | 31/12/2018 14:35:42
Es un tema personal y a los mas una decision de pareja en el limite del respeto
Publicado por: Maria | 30/10/2016 8:22:54
Si la situación nos parece caótica es porque estamos en una época de transición de un sistema de valores a otro. Es una transición larga: llevamos en ella desde la revolución sexual de los años 60. Pero en términos históricos 50 años no son nada. Están en crisis el modelo tradicional de pareja monógama, con sus ideas de fidelidad sexual y de los celos. Por cierto, los celos y la posesividad no son "naturales", son creaciones culturales, y muy mortíferas, por cierto. Detrás de la mayor parte de los crímenes machistas contra mujeres están los celos, ese sentido de la posesividad del hombre hacia la mujer tan defendido por la tele, el cine y las novelas. Por eso es por lo que debemos darle la bienvenida a modelos nuevos de relación como las parejas abiertas, el poliamor y la anarquía relacional. Aunque no los practiquemos personalmente, servirán para marcar el camino hacia unas relaciones menos conflictivas y violentas. Estos modelos nuevos de relación no son caóticos ni irracionales, simplemente se rigen por unas normas nuevas que hay que estudiar y comprender. De hecho, se están escribiendo muchos libros sobre ellas.
Publicado por: Hermes Solenzol | 26/10/2016 5:53:07
Cad@ un@ establece sus relaciones personales como le antoja. Y no digamos más las sexuales. Magnífico hoy el artículo.......
Que lo pasen bien
Publicado por: Abracadabra Noticias | 25/10/2016 18:41:11
Creo que cada un@ establecemos nuestros propios límites en cuanto a fidelidad y relaciones con terceros. Siempre y cuando esté aceptada por nuestras parejas, el disfrute sexual será pleno. El problema puede surgir cuando no se está de acuerdo en el sexo con otros.
Publicado por: DULCE | 25/10/2016 12:15:41