Hay cosas que pasan en las parejas, no importa de qué condición, edad ni religión (no importa si han firmado o no ante el Registro Civil). Son esos comportamientos en automático que se han ido fosilizando desde que dos personas se sintieron seguras la una con la otra y la una de la otra. A medio camino entre el sarcasmo, la hostilidad y la... hmmmm ¿complicidad con retintín?
Son esas cosas de las que jamás debería responsabilizarse a uno solo de los dos, porque siempre son neurosis de ida y vuelta. aceptadas y ejercidas por ambos (incluso cuando parece que hay una víctima y un victimario). Son esas cosas que constituyen un juego compartido (a veces algo sádico, perversito, fóbico o maníaco, pero compartido). Son esas cosas que, de afuera, y sobre todo cuando estamos desparejados, nos hacen pensar: "menos mal que no estoy encerrado ahí dentro".
Foto de Irene Díaz. Ella, aplastante.
Sin querer, consciente o inconscientemente, en pareja, vamos negociando placeres, intercambiando frustraciones y, a veces, adoptando rutinas de mutuo flagelo. Se trata de mecanismos bien engrasados, que se repiten casi sin variaciones. Mecanismos que pasan inadvertidos para los miembros de la pareja y que, sin embargo, no dejan de horadar el bienestar psicológico individual y el compartido (si alguna vez lo hubo).
Nadie sabe si un día estallarán, si uno de los dos un día decidirá mirarse algo más profundamente, atreverse, o trabajarse un poco, o si ambos morirán, todavía juntos, en medio del bucle eterno de chantajes o de discusiones estériles que hayan sabido construir con cemento armado. Cosas de la rivalidad compartida (hasta que la muerte nos separe).
Son esas palabritas irónicas (y acciones) de 'baja intensidad' que, de tanto propinárselas mutuamente, se las trasladan también a las demás, casi como trato de costumbre. Pero sucede que los de afuera no están para aguantarse desplantes y, entonces, pueden dar una respuesta airada o poner un firme límite que descoloca al portador de pareja y costumbres fósiles ("pero si entre nosotros siempre nos tratamos así, no es para tanto, ¿no?").
Muchas son, quizá, aquellas cosillas que nos llegan 'empaquetadas' de la infancia, que nunca es tan lejana: ¿qué hay de los intercambios amorosos u hostiles entre nuestros padres o del respeto que ellos mostraron en su vínculo con sus hijos? ¿Había burlas?
Como sea, ya somos adultos y, en estas cuestiones de pareja, todos hemos sido alguna vez protagonistas y alguna vez, espectadores. Conocemos el nudo de angustia en la boca del estómago cuando sentimos que algo que nos hiere se repite, sobre todo si viene de la persona en la que hemos puesto las expectativas del amor y el compañerismo. Y también sabemos reconocer el amargor cotidiano en las relaciones ajenas, sin tanta emoción en juego.
"Vine por donde tú me dijiste, pero si hubiéramos ido por el otro camino, hubiéramos llegado antes", dice el eterno frustrado obediente.
"Si siempre el que cede es el mismo, no hay equilibrio", dice el que está más acostumbrado a ganar todos los chantajes.
"Sabes todo, tú. Siempre tienes razón" (con tono irónico), a lo que el otro contesta: "Y a ti nunca te gusta algo si soy yo el/la que lo propongo".
"¿Por qué no te pides unas patatas fritas, en lugar de estar hurgando siempre en mi plato?". La compañera-rival: "Pero si solo te he robado un par, para probar".
"Déjame a mí". El de enfrente: "cuando digo algo... porque me meto, pero cuando el agua te llega al cuello me reclamas: '¿por qué no interviniste?'"
"¿Quién te entiende?". Y el otro: "Tú, no".
"Te empeñaste en comprar en esa tienda, pero en esta tienen cosas de mejor calidad y mucho más baratas".
"Siempre, lo mismo".
A modo de test, querido lector: si se siente identificado/a con más de dos de estas situaciones, quizá debería pensar en barajar y dar de nuevo, actualizando las reglas del juego, para que el territorio compartido no se convierta fácilmente en un campo de batalla o, peor, en una competencia de sarcasmos.
Hay 4 Comentarios
La convivencia entre la pareja puede ser difícil cuando pasa el tiempo y están pasando los años más duros de esa vida en común, pero eso suele pasar en muchas relaciones humanas y hay quién puede y quién no puede soportarlo; pero en el matrimonio es distinto, digamos que ya se va mentalizado a que se pueden pasar dificultades y que hay que ir superándolas, siempre que no sea maltrato físico o psicológico, y este sentimiento o digamos mentalización a las dificultades es mucho más intenso cuando el matrimonio es por la iglesia, para mucha gente, que hace que se respeten, se evadan o simplemente que cada uno busque su espacio, aunque luego tengan que conversar o, simplemente, dormir juntos.
Publicado por: Nina | 10/10/2016 22:41:16
Something like it:
https://www.youtube.com/watch?v=_KCLuH6Q31U
Publicado por: Ragnhild | 10/10/2016 12:53:34
La pareja consiste en eso, en ir acoplándose el uno al otro poco a poco, hasta que todas las piezas cuadran y nos hacen felices. Es cierto que si nos paramos a pensar en todo lo que hemos cambiado para vivir bien en pareja se nos pueden quitar las ganas de seguir en pareja y volver a ser uno mismo.
Publicado por: DULCE | 10/10/2016 12:53:28
Ahí estamos retratados todo el mundo, hijos de nuestros ADN heredados, de nuestra educación, y de nuestras frustraciones acumuladas.
Una masa como la del pan, que luego se cuece a fuego lento en el horno de la vida dando como resultado nuestra forma de ser y nuestro comportamiento.
Mientras el cuerpo aguanta.
Hombres o mujeres, que tanto da. Pues personas que sufren y sienten las consecuencias de las carencias y excesos somos todo el mundo por igual.
A partir de los estereotipos y troqueles por los que hemos de pasar desde niños, educados como Dios manda.
Y ahí estamos vengándonos en cuanto podemos de todos los sinsabores y bilis amontonados en nuestra alma.
Muchas veces en función de nuestro poder económico, supeditados por imperativo de la subsistencia.
O la imposición de sacar a los hijos adelante.
Obligados a sonreír y a tragar saliva, mientras hemos de soportar la truculencia, o burda caricia.
Como si nos gustara.
Hombres y mujeres.
Metidos en el mismo molde social, mientras el cuerpo aguanta y la cabeza rige.
Esperando una muestra verdadera de afecto sincero sin pedir nada a cambio.
Mirándonos como personas y no como propiedades u objetos de usar y tirar.
Publicado por: Ávila | 10/10/2016 11:03:42