Eros

Test de rivalidad compartida

Por: | 09 de octubre de 2016

Hay cosas que pasan en las parejas, no importa de qué condición, edad ni religión (no importa si han firmado o no ante el Registro Civil). Son esos comportamientos en automático que se han ido fosilizando desde que dos personas se sintieron seguras la una con la otra y la una de la otra. A medio camino entre el sarcasmo, la hostilidad y la... hmmmm ¿complicidad con retintín?

Son esas cosas de las que jamás debería responsabilizarse a uno solo de los dos, porque siempre son neurosis de ida y vuelta. aceptadas y ejercidas por ambos (incluso cuando parece que hay una víctima y un victimario). Son esas cosas que constituyen un juego compartido (a veces algo sádico, perversito, fóbico o maníaco, pero compartido). Son esas cosas que, de afuera, y sobre todo cuando estamos desparejados, nos hacen pensar: "menos mal que no estoy encerrado ahí dentro".

Irene_aplastante

Foto de Irene Díaz. Ella, aplastante.

Sin querer, consciente o inconscientemente, en pareja, vamos negociando placeres, intercambiando frustraciones y, a veces, adoptando rutinas de mutuo flagelo. Se trata de mecanismos bien engrasados, que se repiten casi sin variaciones. Mecanismos que pasan inadvertidos para los miembros de la pareja y que, sin embargo, no dejan de horadar el bienestar psicológico individual y el compartido (si alguna vez lo hubo).

Nadie sabe si un día estallarán, si uno de los dos un día decidirá mirarse algo más profundamente, atreverse, o trabajarse un poco, o si ambos morirán, todavía juntos, en medio del bucle eterno de chantajes o de discusiones estériles que hayan sabido construir con cemento armado. Cosas de la rivalidad compartida (hasta que la muerte nos separe).

Son esas palabritas irónicas (y acciones) de 'baja intensidad' que, de tanto propinárselas mutuamente, se las trasladan también a las demás, casi como trato de costumbre. Pero sucede que los de afuera no están para aguantarse desplantes y, entonces, pueden dar una respuesta airada o poner un firme límite que descoloca al portador de pareja y costumbres fósiles ("pero si entre nosotros siempre nos tratamos así, no es para tanto, ¿no?").

Muchas son, quizá, aquellas cosillas que nos llegan 'empaquetadas' de la infancia, que nunca es tan lejana: ¿qué hay de los intercambios amorosos u hostiles entre nuestros padres o del respeto que ellos mostraron en su vínculo con sus hijos? ¿Había burlas?

Como sea, ya somos adultos y, en estas cuestiones de pareja, todos hemos sido alguna vez protagonistas y alguna vez, espectadores. Conocemos el  nudo de angustia en la boca del estómago cuando sentimos que algo que nos hiere se repite, sobre todo si viene de la persona en la que hemos puesto las expectativas del amor y el compañerismo. Y también sabemos reconocer el amargor cotidiano en las relaciones ajenas, sin tanta emoción en juego.

"Vine por donde tú me dijiste, pero si hubiéramos ido por el otro camino, hubiéramos llegado antes", dice el eterno frustrado obediente.

"Si siempre el que cede es el mismo, no hay equilibrio", dice el que está más acostumbrado a ganar todos los chantajes.

"Sabes todo, tú. Siempre tienes razón" (con tono irónico), a lo que el otro contesta: "Y a ti nunca te gusta algo si soy yo el/la que lo propongo".

"¿Por qué no te pides unas patatas fritas, en lugar de estar hurgando siempre en mi plato?". La compañera-rival: "Pero si solo te he robado un par, para probar".

"Déjame a mí".  El de enfrente: "cuando digo algo... porque me meto, pero cuando el agua te llega al cuello me reclamas: '¿por qué no interviniste?'"

"¿Quién te entiende?". Y el otro: "Tú, no".

"Te empeñaste en comprar en esa tienda, pero en esta tienen cosas de mejor calidad y mucho más baratas".

"Siempre, lo mismo".

A modo de test, querido lector: si se siente identificado/a con más de dos de estas situaciones, quizá debería pensar en barajar y dar de nuevo, actualizando las reglas del juego, para que el territorio compartido no se convierta fácilmente en un campo de batalla o, peor, en una competencia de sarcasmos.

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La convivencia entre la pareja puede ser difícil cuando pasa el tiempo y están pasando los años más duros de esa vida en común, pero eso suele pasar en muchas relaciones humanas y hay quién puede y quién no puede soportarlo; pero en el matrimonio es distinto, digamos que ya se va mentalizado a que se pueden pasar dificultades y que hay que ir superándolas, siempre que no sea maltrato físico o psicológico, y este sentimiento o digamos mentalización a las dificultades es mucho más intenso cuando el matrimonio es por la iglesia, para mucha gente, que hace que se respeten, se evadan o simplemente que cada uno busque su espacio, aunque luego tengan que conversar o, simplemente, dormir juntos.

La pareja consiste en eso, en ir acoplándose el uno al otro poco a poco, hasta que todas las piezas cuadran y nos hacen felices. Es cierto que si nos paramos a pensar en todo lo que hemos cambiado para vivir bien en pareja se nos pueden quitar las ganas de seguir en pareja y volver a ser uno mismo.

Ahí estamos retratados todo el mundo, hijos de nuestros ADN heredados, de nuestra educación, y de nuestras frustraciones acumuladas.
Una masa como la del pan, que luego se cuece a fuego lento en el horno de la vida dando como resultado nuestra forma de ser y nuestro comportamiento.
Mientras el cuerpo aguanta.
Hombres o mujeres, que tanto da. Pues personas que sufren y sienten las consecuencias de las carencias y excesos somos todo el mundo por igual.
A partir de los estereotipos y troqueles por los que hemos de pasar desde niños, educados como Dios manda.
Y ahí estamos vengándonos en cuanto podemos de todos los sinsabores y bilis amontonados en nuestra alma.
Muchas veces en función de nuestro poder económico, supeditados por imperativo de la subsistencia.
O la imposición de sacar a los hijos adelante.
Obligados a sonreír y a tragar saliva, mientras hemos de soportar la truculencia, o burda caricia.
Como si nos gustara.
Hombres y mujeres.
Metidos en el mismo molde social, mientras el cuerpo aguanta y la cabeza rige.
Esperando una muestra verdadera de afecto sincero sin pedir nada a cambio.
Mirándonos como personas y no como propiedades u objetos de usar y tirar.


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Sobre el blog

Ni enciclopedia ni consultorio sexual al uso. He aquí un rincón erótico festivo dedicado a las relaciones y la atracción entre seres humanos, esa faceta que nos hace la vida más placentera, tierna, amorosa, plena… Un blog coral, con cinco autoras de todo origen y condición, que apuesta por el juego, la provocación, lo sensual y el sexo como acto libre, adulto, compartido, real o ficticio, siempre divertido... Eso sí, si tu mirada no es amplia y tolerante, mejor no te detengas aquí. Coordina Analía Iglesias. No sólo se admiten firmas invitadas, sino que son deseadas.

Sobre las autoras

Anne Cé. Nació en el sur austral (Argentina), en un tiempo beatle y en un país con altísima densidad de psicoanalistas y jugadores de fútbol. Periodista, quizá incluso a su pesar, narra lo que se le ponga delante. Y narra, y narra. Un día descubrió que el simple roce de una clavícula le erizaba la piel y entonces comprendió por qué le gusta tanto abrazar a un hombre.

Esther Porta. Segoviana, fue becaria en el mítico Tentaciones y allí hizo de todo hasta que sus conocimientos de sexo la convirtieron en Beatriz Sanz. Y gracias a ella, publicó artículos semanales de sexo, dos libros y fue reclutada como sexperta guionista del programa de Canal +: 'Sex Pópuli'. Cuando casi se le había olvidado (lo de escribir de sexo...) se mete a bloguera. Y aquí está, con tantas ganas de sexo (del uno y del otro) como siempre...

Venus O'Hara, de Reino Unido, con raíces irlandesas. Modelo fetish, actriz y escritora. Licenciada en Ciencias Políticas y Francés, reside en Barcelona, ha sido columnista sexual en varias revistas, tiene su propio blog de fetichismo y es creadora de 'No sabes con quien duermes', un confesionario para personas que llevan una doble vida. Publicó su primer libro junto a Erika Lust, 'Deséame como si me odiaras', en 2010.

Tatiana Escobar, de Venezuela (1976), ha escrito ensayos y poesía en español. Traductora y editora, en 2004 abrió en Madrid junto a sus socios la primera boutique erótica de España, La Juguetería Erotic Toys, para no tener que vivir de la literatura. Desde entonces vive del sexo. Y escribe, a veces, para sus amigos.

. Madrileña. Soñó con escribir y pronto descubrió una vía: el periodismo. Pero como tampoco valía narrar sobre cualquier cosa, eligió suerte y remató la faena con un posgrado en Sexología. Ha trabajado en suplementos de salud y medios especializados. Con la práctica ha acabado por darle un toque más sensual a sus letras. Y con ellas sueña en escribir, ahora, un libro.

Ilustracion
Venus O'Hara, Anne Cé y Silvia C. Carpallo, según 'Mi Petit Madrid'.

Nuevo libro

El orgasmo de mi vida. Si ya no sueñas con príncipes azules, locos por pedirte en matrimonio, ni esperas que aparezca un millonario atormentado pero diestro en amores, con una Visa en una mano y un látigo en la otra, este libro es para ti. Porque El orgasmo de mi vida habla de eso, de mujeres realistas, lúcidas, independientes y eróticamente vivas, capaces de combinar esa cotidianidad que todas conocemos, con sus pasiones más salvajes. Ellas son las protagonistas de los relatos, sin guionistas que les digan lo que tienen que hacer, pero sobre todo, son las compositoras, directoras e intérpretes de los orgasmos más armoniosos de sus vidas.

Lux eróticaLux erótica. "Escribir sobre sexo era la propuesta y me sentí estimulada. Después de tantos años como periodista cultural y con mucha vida hecha en torno a la información y a la actualidad, tenía ganas de ponerle carne a la crónica. Porque nuestra más genuina actualidad como personas pasa por el relato del erotismo. Porque de atracción y de relaciones hablamos todo el tiempo en este tiempo occidental con ciertas libertades individuales garantizadas y rebosante de espíritu lúdico pero también algo desafectado y con nuevos descompromisos adquiridos...". Anne Cé.

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