Tengo la cadencia de las Cuatro babys de Maluma y los Capos del Trap incrustada en el cerebro, de tanto escucharla y solo por razones profesionales: creo que tenemos el deber de escribir -sí, otra vez- sobre el asunto del pedido de la retirada del vídeo por ser "absolutamente denigrante para el género femenino", según reza el escrito que se gestiona en Change.org.
Una cosa es el mal gusto y otra, un hecho criminal, ¿no?
Aunque decir que algo es de mal gusto es una manera elitista de despreciar algo por cutre, hortera (en España), mersa (decíamos en Argentina) sin usar palabras despectivas. El gusto es algo demasiado personal como para darle calificaciones morales, aunque por supuesto que hay parámetros en la concepción e interpretación de lo artístico y para medir el valor de un mero producto de la industria del entretenimiento. Pero a lo que vamos es a las consideraciones ético-jurídicas del tema. Y aquí creo que donde escandalizarse equivale a no querer (o no poder) entender el fenómeno debajo de la superficie lírica: "La letra es toda una apología de violencia hacia las mujeres que las describe como meros cuerpos intercambiables y disponibles al servicio del deseo sexual ilimitado, irrefrenable e incontrolable de los varones", escribió la bloguera Yolanda Domínguez en El Huffington Post.
Creo, yendo un poco más allá del adjetivo, que hombres y mujeres somos objeto en este sistema. Juguetes de este sistema, rehenes del sexshop y las grandes superficies navideñas. Como audiencia voyeur somos, además, mercancías intercambiables del cine mainstream, la tele, Youtube y los sitios de contacto en internet (porque nos venden por kilo o clics a los anunciantes).
Dentro de este universo de hombres y mujeres-objeto, contenemos a este grupo de chicos latinoamericanos que vienen de (o representan a) los barrios pobres, olvidados de toda la vida, que han nacido en esta lógica del ansia de la pantalla led de 40 pulgadas y las zapatillas de la NBA con luces, y que solo han aprendido a rebelarse con vigor sexual. Recuerdo ahora aquello de la dignidad del burro apaleado (pero erecto) de Elias Canetti.
Vigor sexual real o pretendido. Son jóvenes, enhiestos y nacen de a miles de millones en el mundo de la inequidad (no solo en Latinoamérica sino en África: cristianos y musulmanes sentimentales, cantándole al amor y al sexo con toda esa fuerza intacta como único capital). El reggaeton, el trap y otras músicas melosas comercialísimas no hacen más que constatarlo.
¿Perrean también las chicas? Foto de Irene Díaz (de la serie 'Perras y coronas').
He extraído algunas partes de la letra de las Cuatro babys que creo que hablan, sin lugar a dudas, de un hombre-objeto, como sugería esta inteligente columna en una publicación de música latinoamericana, contextualizando un poco más la sociedad de procedencia del cantante colombiano y sus compañeros del rap mexicano:
"Todas sabes maltratarme, de sexo me tienen bien".
"Estoy enamorado de cuatro babys (...), dos son casadas, hay una soltera, la otra es medio psico y si no la llamo se desespera (...) ninguna me pone 'peros'".
"Hay una que se encojona si se lo echo afuera (...) hay otra que me paga para que se lo hunda".
Ella "quiere con Maluma y conmigo a la vez".
"Estoy confundido porque ninguna de mi mente se borra".
"Tú tienes toas mis cuentas de banco y el número de la Master Card. Tú eres mi mujer oficial".
Por lo demás, hay billetes sobre los que se retoza y a ellos los tienen "comprando por San Valentín". Las chicas les salen caras, y encima los confunden: no pueden dejar de pensar en ellas.
Es cierto que todo es amol sin freno, mucho bicho duro (tanto vigor juvenil) y sexo sin protección pero con consentimiento y súplicas por parte de ellos, enamolados. Eso, al menos, en las canciones. He aquí un signo de época, nada elegante ni auspicioso, pero que no solo habla de misoginia (o de machismo, si acaso) sino de excesos tóxicos, acumulación y dinero como valor supremo de hombres y mujeres neoliberales a la fuerza, formados en el capitalismo de la seducción, como le llamaba el filósofo Michel Clouscard. Seres impelidos a circular por un único pasillo sin atajos, siempre funcional y conveniente a la reinvención del sistema de consumo.
Clouscard explicaba que hasta ahora (escribía en los 80), la represión había permitido que el capitalismo funcionase, pero que el sistema estaba virando hacia la seducción y el desarrollo de un nuevo mercado del deseo, en el que la publicidad y la moda resultan esenciales. Quién duda de que ya estamos de lleno en aquello que el filósofo francés predecía: una nueva cultura de masas falsamente subversiva ("subversión subvencionada"), a través de la música rock, con los vaqueros,"los flippers, los jukebox, las melenas y la droga". Según Clouscard, que escribió El capitalismo de la seducción en 1981, antes del reggaeton y el trap, el rock representaría la "esencia misma de la sociedad de consumo. Mientras que su imagen ideológica pretende lo contrario". Así, sostenía, la liberación sexual se convierte rápidamente en "liberalización sexual" integrada al capitalismo, lo que hace pasar a la mujer de mujer-vientre a mujer-sexo.
"Digan qué me quieren hacer", les canta el niño Maluma, casi llorando, a las mujeres.
Maluma haciéndose un selfie con Ricky Martin, en un éxtasis palmero-cementicio-caribeño, para la canción 'Vente p'acá'. Después de este videoclip, el colombiano tuvo que vérselas con el asunto de la orientación sexual en las redes.
Si queremos analizar el producto en sí, más allá de su función en el mercado, basta con escuchar un poco más algunas letras del género:
"Quieles enamolalme. Y yo loco por dalte (...) Tú nunca vas a poder olvidalme". Cito textual la lírica de Quieres enamorarme, de Noriel y los Capos del Trap.
"Yo me sé tus poses favoritas. Te hago todo lo que necesitas para hacerte venir (...) Yo tengo flow, él no tiene flow (...) Quiero hacerte cositas que nunca te han hecho", ofrecen Bad Bunny, Ozuna, Farruko, Arcangel y Ñengo Flow, en Diles.
"Me despierto y no tengo ni mensajes ni llamadas ni una sonrisa (...) Si tú no estás no se siente nada (...) Me hace falta la peleona en casa", canta Ozuna.
Hay mucho sentimentalismo con decorados californianos. Como en aquellos clips del gangsta rap, pero sin revólveres, con menos coches descapotables. Y siempre alguien pidiendo a una chica que lo llame, por favor, que no deje de llamarlo.
Tienen novios en la cárcel. Ellos las consuelan, diciéndoles que no tienen que enamorarse, pero sin dejar de pensar en ellas. Según las canciones, ellos también viven pendientes de la telenovela en las redes sociales, el Snapchat y el celulal: "si no le contesto los mensajes me pelea (...) Me manda por Face".
¿Quién puede creerse que esto va en serio, en términos de mensaje o contenido? Los personajes son absolutamente grotescos (e infantiles), y hacen humor con ellos mismos. Es una vuelta de tuerca desorbitada al culebrón caribeño: 'Tú quieles dolmil hoy en mi cama', canta Noriel. Y sigue, hablándole a la novia de un amigo: "cuando te quedes sola, me llamas. Con él te la pasas peleando (...) Algunos somos amigos, pero en la cama enemigos (...) Tú te vuelves loca por estar conmigo. Con él peleas y conmigo haces las paces".
Hay 1 Comentarios
La vida es así, hoy por hoy los tríos y cuartetos y si son felices los 4 sin hacer daño a nadie no veo el problema.
https://pasionclasificados.com/localidad/castilla-y-leon/palencia/
Publicado por: pasion palencia | 17/05/2023 10:03:19