Este es mi deseo: empezar el año con una oda al deseo como ineludible expresión del cuerpo lastimado. Esta carne dolorida se alivia en el deseo. Somos este cuerpo y todo lo que él siente. Deseo es también compasión, apunta sabiamente John Berger.
Somos nuestra acción, también la de desear. Somos 'esa belleza' de John Berger, y también la herida de la carne trágica.
Quizá sea momento de dejarse de definiciones e intentos de clasificación entre las prácticas de eso que se llama amor y las del deseo. Ya intentamos, aquí, hace algún tiempo, borrar dichas fronteras, eludiendo la mala prensa del deseo y esquivando las supuestas virtudes del 'verdadero' amor (¿el romántico?). Entonces, citábamos al terapeuta Steven Sosny: "'Te deseo' es mucho más amoroso (y probablemente conduce a una relación más segura y satisfactoria) que el 'te necesito'".
También hemos hablado en el Blog Eros de la biología de las emociones y las motivaciones y de lo indefectiblemente ligados que están los circuitos cerebrales que liberan la dopamina (asociada al romance) y la testosterona (relacionada con el impulso sexual).
Vamos por esta vida de limitada consciencia entre trampas de enumeraciones: "Si sientes esto, esto y esto, entonces es amor" o "si te pasa esto otro, entonces solo es deseo sexual". También debemos saber a ciencia cierta qué es cuerpo y qué es alma. O, lo que es lo mismo, dónde está la frontera entre lo puro en nosotros y lo impuro, la carne, el resto, los restos.
Hay tests para casi todo, y las contradicciones de la carne desbordan todos los resultados.
Foto de Irene Díaz. Nada más nutricio que el cuerpo de una mujer.
Sabemos cuánto nos engañamos cuando nos hablamos a nosotros mismos de amor, y con cuántos atributos subjetivos revestimos a nuestros objetos eróticos al narrarlos. ¿Cómo podemos seguir confiando en la limitada convención de la palabra para dar cuerpo a nuestra sensorialidad, a nuestra espiritualidad y a la afectividad?
El cuerpo concita el odio de las religiones, sobre todo de la que se sienta a este lado del mundo, la cristiana. Y, esencialmente, desde el 'pecado original' de Eva, castigada a parir con dolor, y en ella, a todas las mujeres. Sin embargo, también hay ambigüedad en esa religión de fundación pecaminosa: Jesús comía y dormía, y amó hasta la extenuación de su propio cuerpo.
Sin embargo, los instintos provenientes de nuestra solidaria animalidad debían ser borrados, y a partir del relato mismo de aquello que llamaban 'Paraíso'.
"Hemos hecho todo lo posible por disociar al individuo de la noción de su cuerpo", comenta el antropólogo del cuerpo David Le Breton. El reconocido autor francés habla también del "odio al cuerpo" que ejerce el transhumanismo, una corriente que llega a considerar esta carne como un estorbo. Para esta corriente de cyborgs, según Le Breton, hay funciones de las cuales podríamos deshacernos, gracias a los avances tecnológicos: ¿para qué perder tiempo en comer o dormir?
A propósito, en este blog hemos mencionado el desprecio hacia ciertas funciones del cuerpo femenino, como la menstruación, por parte de la industria farmacéutica, que en el mercado promociona las virtudes de píldoras anticonceptivas que anulan no solo la ovulación sino la 'molestia' de la menstruación.
Mientras la medicina sea heredera solo de la historia de la Anatomía, como dice Le Breton, y no de la filosofía, seremos órganos que a veces hablan con otras pieles, más o menos sensibles, cubiertas de batas blancas.
Y por todo esto, porque la oda es deseo (y no solo crítica sociológica), llegamos al magnífico John Berger, un maestro recientemente fallecido a quien ya citamos largamente en este espacio. En su ensayo Esa belleza, y frente a la obra del escultor Alberto Giacometti, escribió:
"El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos. El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor. En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin una herida. Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo. El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo).
"El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que encarna y, lo que es más, se cree capaz. La conspiración consiste en crear juntos un espacio, un lugar de exención, necesariamente temporal, de la herida incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites (hablar de 'volver al útero' es una vulgar simplificación).
"Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. No hay altruismo en el deseo. Al principio están implicados dos cuerpos y la exención, siempre y cuando se logre, los protege a ambos. La exención es inevitablemente breve, y sin embargo, lo promete todo. La exención suprime la brevedad y con ella las penas asociadas a la angustia de lo efímero".
Hay 2 Comentarios
El amor, el sexo, siempre y nunca unidos, simepre juntos y algunas veces se confunden y no hay amor sin sexo pero si sexo sin amor
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Publicado por: pasion castellon | 28/04/2023 10:20:52
Estoy muy de acuerdo con tu punto de vista sexo-positivo y tu defensa del deseo y del cuerpo. Pero no le veo lógica a eso de que "el deseo es la expresión del cuerpo lastimado". No existe ninguna evidencia de que el deseo sexual esté asociado al dolor o al sufrimiento, dos cosas que, por otra parte, no deben confundirse. El dolor es una forma más de sentir al cuerpo, es parte del cuerpo, por lo que el rechazo al dolor es rechazo al cuerpo. Habría que aprender a ser felices con o sin dolor. Habría que disociar el dolor del sufrimiento. Por otro lado, no entiendo ese ataque a la medicina o al transhumanismo. Parece que Le Breton no está muy informado sobre el tema, pues el transhumanismo no rechaza al cuerpo y está vinculado con filosofías que buscan transformar la sexualidad y las relaciones, como el poliamor.
Publicado por: Hermes Solenzol | 09/01/2017 23:14:15