Tengo una amiga que dice que hay hombres que te gustan de lejos y hombres que solo te gustan a distancias ultracortas; esto es, que no soporta verlos venir, ni cómo caminan ni su figura a distancia. Esto último es peligroso, concluía mi amiga, porque quiere decir que no te gusta la persona en su vida alejada de ti, que no lo admiras -como siempre debería suceder con una pareja- cuando está despegado, en su ámbito, en otras cosas. El que te convenza cuando está cerca puede ser simplemente un consuelo a nuestra necesidad de afecto, el efecto de la fricción, piel con piel sin perspectiva ni contexto.
Yo digo que la de verlo a distancia es una prueba, sí, efectivamente, porque la cama calentita puede ser placentera más allá del personaje que te acompañe. Mucho más exigente es que esa persona te guste cuando se levanta, habla y actúa. Pero este cierto requisito va, a mi parecer, un poco más allá del simple aspecto físico. A ver si me explico...
Fotografías de Irene Díaz.
Una vez, por alguna adversidad pasajera con el transporte público, salí de trabajar y, en el aparcamiento, tuve que pedirle a un colega lejano si me podía acercar. Era la primera vez que lo veía por la empresa (luego supe que era un abogado que venía solo en grandes ocasiones) y realmente era un tipo muy sexy. Cuando lo vi venir caminando me gustó mucho pero realmente yo necesitaba prioritariamente un transporte y él fue el primero que pasó por allí, en el momento indicado. Es decir, el hecho de que el 'chófer' estuviera muy bien solo le agregaba un poco de buena suerte a la circunstancia.
El caso es que, al acercarnos a su coche, vi que se trataba de una de estas berlinas alta gama de la más cara de las marcas alemanas (y del mundo), por dentro mucha madera y cuero que parecía verdadero, y su muñeca con Rólex sobre el volante con el logo parecido al de la paz. El tío era amabilísimo y también, de cerca, su sola presencia, daba 'ganas'. Sin embargo, mi libido bajó bruscamente ni bien me abroché el cinturón de seguridad y él me preguntó adónde me llevaba. No fue nada en su apariencia, ni su voz, ni sus gestos, ni su elección de palabras lo que me alejó. Tampoco fue el escenario lujoso del interior del coche lo que me hizo correr un escalofrío poco compatible con el sexo o el amor. Fue, en cambio, la idea de él pensando en el dinero, la idea de él actuando por el dinero, buscando dinero, generando dinero, la que me deslibidinizó irreversiblemente.
Fotografía de Irene Díaz.