El ministro José Ignacio Wert en su escaño parlamentario. / CRISTÓBAL MANUEL
Dice el ministro que no le gusta que a la ley educativa que ha impulsado, y que votará el Congreso la semana que viene, se la llame ley Wert porque es una ley de un partido, no suya. Razón no le falta. Con tantos pitidos que se está tragando en cada acto al que va, el ministro ha debido de pensar que esto de seguir en la política no es lo suyo y ha anunciado que en cuanto acabe este trabajito se va. Como ha señalado el portavoz de educación del PSOE en el Congreso, Mario Bedera, a José Ignacio Wert le ha encargado el PP “un trabajo sucio, con daños colaterales, como es liquidar el sistema de equidad y romper con la igualdad de oportunidades”. Wert se va de la política porque “no tiene ambiciones políticas de ningún género”, ha confesado. Una afirmación algo delicada para venir de un ministro en ejercicio que está realizando una reforma que va a dar un nuevo vuelco a la educación española.
Pero Wert ha dejado claro que sí cree en su reforma, por eso aceptó el encargo y ha lanzado el mensaje al aire de la calle de que “las leyes no se frenan con protestas”. Pues no sería la primera vez que el malestar social frenara una ley o, a posteriori, su aplicación. Es más, la anterior reforma educativa que aprobó el PP usando su mayoría absoluta, la de la Ley de Calidad, la paró Zapatero nada más llegar al poder. Y no se aplicó. El motivo principal en el que se apoyó entonces el Gobierno fue precisamente el malestar social manifestado por miles de estudiantes, profesores y decenas de rectores ante las leyes que entonces estaban impulsando los populares.
Es verdad que el pueblo no puede entrometerse en mitad de una Cámara para frenar una iniciativa legislativa, pero resulta como mínimo poco prudente hacer afirmaciones tan taxativas cuando aún se ostenta una cartera. Porque, como todo el mundo sabe, la vida da giros repentinos (y en política más, como sabemos) que ni los mejores analistas pueden prever. Lo que sí está comprobado, y es además de sentido común, es que cuanto más consenso tenga una reforma más posibilidades hay de que su aplicación se consolide.
Me pregunto si es razonable, por tanto, que un partido escoja a un profesional alejado de la política, y que manifiesta sin pudor que no tiene interés en seguir en ella cuando aún ostenta el cargo de ministro, para realizar una reforma tan compleja, comprometida y que va a afectar a la base en la que se asentará el futuro del país, que es la educación de nuestros hijos.
Decía Mariano Rajoy hace años, en 2000, nada más dejar de ser ministro de Educación, tras una conferencia en el Club Siglo XXI, que esto de la educación “es un lío, con tantos sectores representados, las asociaciones de padres, los sindicatos, los estudiantes, las patronales, la pública, la concertada, la privada, los rectores..”, que no hay manera de mantener a todos contentos, comentaba. Pero, a continuación, aseveraba que la reforma educativa de los socialistas había que cambiarla (se refería entonces a la LOGSE, de 1990). Por eso su sucesora en el ministerio de Educación, Pilar del Castillo, la reformó (con la Ley de Calidad). Aunque luego la volvieron a cambiar los socialistas (con la LOE, actualmente en vigor) y le devolvieron la filosofía de la LOGSE, basada en la igualdad de oportunidades y la equidad, entendidas al modo de la izquierda, no como defiende Wert. ¿Qué cuál es la diferencia?
La igualdad de oportunidades para la derecha significa, explicándolo de forma sencilla, que todos los niños tengan las mismas oportunidades, procedan de donde procedan. Para la izquierda, en cambio, quiere decir que tengan las mismas oportunidades pero compensando con ayudas (apoyo educativo, becas, etcétera) a los que proceden de familias con nivel sociocultural más bajo y a los que tienen dificultades para seguir el ritmo normal de la clase pero no necesitan repetir curso, sino que un profesor de apoyo les ayude a alcanzar a los demás.
Esto segundo, lo que defiende la izquierda, que no es tan difícil de entender, Wert, que es licenciado en Derecho y sociólogo de profesión, no lo comparte. Prefiere pensar que todos tienen las mismas
oportunidades (tengan en casa un libro o un millón y tengan padres universitarios o con el graduado escolar) por el mero hecho de estar escolarizados. Por eso habrá aceptado el encargo de Rajoy. Y como esto de la educación al PP le parece un lío, quizás es la razón de que hayan escogido a un
pistolero para hacer el trabajo. A lo mejor con la esperanza de que cuando se vaya Wert de la política se lleve consigo la mala fama de la ley Wert.
De momento, la nueva norma en unos días se quedará ahí, aprobada, y causará los daños colaterales de los que habla Bedera, como los ocasionados por el recorte de las becas, hasta que llegue otro, que llegará seguro en unos años, y la cambie. Y luego vuelva el PP en algún momento y la vuelva a
modificar. Y puntos suspensivos. A ver si me equivoco y, entretanto, aparece alguien que entienda de las repercusiones de una reforma educativa y que entienda de consenso y pare ya de una vez esta infinita cadena que está volviendo locos a alumnos, padres, profesores, y centros.