Apuntes
Nos mudamos
Y volvemos a recomendar series:
Espoiler blog ya no se fabrica aquí
Después de tres años y medio de recomendar series de televisión, me tomaré un descanso. No de ver series, sino de hablar o escribir sobre ellas.
Muy pronto habrá en El País un nuevo blog sobre TV, coral, escrito por un grupo de personas que seguirán recomendando y conversando sobre ficción mucho mejor de lo que lo hice yo durante este tiempo.
Sin embargo, Espoiler TV seguirá vivo. Desde esta semana hemos incorporado la opción de agregar series, modificar y editar la información y las sinopsis. Este apertura será progresiva y tendrá que ver con el karma de los usuarios: los que más hayan participado en la página ya pueden ver los cambios.
Durante 2011, Espoiler TV se convertirá en una web social desde la que los usuarios podrán hacer reseñas, reviews y creación de contendios. Yo seré un usuario más y escribiré desde allí.
Los invito también a espiar mi nuevo proyecto, y el motivo por el que ya no me queda tiempo para hablar de televisión: es la revista Orsai, de la que pueden descargar gratis el número 1, y en la que hay, por ejemplo, notas como esta:
Gracias por todo, y nos vemos en Espoiler TV.
Dexter
Michael Hall: 10 años en estado de gracia
Algo hay en Dexter, cuando acaba una temporada, que te hace pensar que no estás cansado, que vas a esperar un año más para verlo de nuevo. Al revés que otras series (me viene a la cabeza 24) en Dexter las repeticiones de estructura no parecen estancar la trama. No te frustran.
¿Qué diferencia hay entre el antiguo y negro sargento Doakes, que casi descubre las actividades de Dexter Morgan en las primeras temporadas, con el policía Joey Quinn, que está a punto de descubrirlas ahora?
¿Qué diferencia hay entre la flamante Lumen y la ya olvidada inglesita de la que se enamoró hace dos años? ¿Qué diferencia entre esas escenas del crimen que Dexter debe analizar sabiendo que estuvo allí la noche anterior?
¿Qué diferencia entre una hermana Deb que siempre, siempre, está a punto de descorrer la cortina de la verdad?
Nada. La vida de Dexter parece eternizarse entre sus dos caras: la luminosa y la oscura, el filo del secreto, el gancho febril entre un episodio y otro; pero hay algo que nos permite seguir sin pensar —nunca— que los guionistas están usando papel carbón.
Si me dejan plasmar una teoría fácil, diré por qué Dexter no nos cansa nunca. La razón es Michael C. Hall, un actor hipnótico que, además, parece vivir en estado de gracia desde la primera temporada de Six Feet Under.
Diez años en estado de gracia. Michael no tiene altibajos: cada escena que interpreta, cada gesto, es creíble. Se ponga en la piel de un homosexual reclusivo o de un asesino en serie.
En el último episodio de Dexter (S05E12, emitido esta semana) hay otra vez un recurso usado en otros cierres de temporada: un final con globos, con alegrías ajenas, con chicos jugando y parejitas dándose besos. En medio de ese escenario, Dexter camina siempre como Neil Armstrong caminó la luna: sabiendo que no pertenecía allí, que la gravedad interna era otra, pero al mismo tiempo maravillado del lugar y de que las cosas resultasen de ese modo.
Michael C. Hall nos acostumbró a disfrutar de su perfección actoral. Lo siento mucho si hay alguien aquí que ve la serie doblada al español: se pierden el 71% de Michael. Hay una inflexión en su voz (en la voz real y en el fluir de su conciencia) que nos llevan de la mano a cualquier parte. No importa a dónde: le creemos el cuento.
Dexter acabó esta semana su quinta temporada con un cumpleaños. En la ficción fue el de Harrison, el nuevo hijo del personaje. Pero en el momento de la secuencia final, cuando el actor soplaba la vela, yo pensé en otro aniversario.
Casi estamos en 2011, y acabó una nueva temporada de Dexter. En 2001, hace ya una década, conocimos por primera vez a Michael C. Hall, el hermano del medio en Six Feet Under.
Enhorabuena. Hace diez años que un gran actor nos hace felices.
This is England 86
Esto es Inglaterra: la película y la serie
No sé si hay que ser argentino para que esta serie (con película incluida) te llegue hasta los huesos. Pero me arriesgo a recomendarla de todas formas para un público mayoritariamente español. Me arriesgo, porque es de las mejores cosas que vi en los últimos tiempos y porque, además, no puedo entender cómo no la vi antes, ni cómo no la recomendé en septiembre, cuando se emitió en Channel 4.
Para empezar, descarguen ustedes la película This is england (2006), que se encuentra en su torrent amigo y tiene subtítulos bien sincronizados en los sitios de siempre. Aquí un fotograma del film:
Quizá ya hayan visto la peli, quizá no. Si es no, tienen que verla. Cosechó premios hasta un punto que parece alarde, y se los merece.
La trama ocurre en el verano de 1983, justo cuando acaba la guerra de Malvinas que ellos, los ingleses, llaman Falklands. En ese escenario, un grupo de adolescentes tardíos, junto al protagonista (un adolescente temprano de 12 años) caminan por los suburbios ingleses de la depresión, y con el racismo de fondo. Y con la guerra de fondo.
La película es brillante y nos descubre (al menos a los argentinos) qué tan parecidos somos con la clase media baja inglesa. El mismo descubrimiento que nos causa, por ejemplo, Shameless. El protagonista de la película (Shawn) tiene la misma edad que yo tenía durante la guerra: doce años. Y eso lo hace todavía más crudo, más real, más parecido a un poema muy famoso de Borges.
¿Por qué hablo de una película en un blog de series? Porque unos años después, en septiembre de 2010, los mismos personajes del film se adentran en una miniserie de Channel 4 llamada This is England 86. Bestiales cuatro episodios que le dan un epílogo necesario a la peli, y en donde otra vez la sombra argentina recorre la trama. Si la película tenía a las islas Malvinas como telón o excusa, la serie transcurre cuando Maradona hace sus dos goles más famosos, ambos a los ingleses, en el mundial de México.
¿Hay algún modo de que no sea increíble esta historia? ¿Puede haber algo mejor que lo ya dicho? Sí, lo hay. Es la actuación del niño Thomas Turgoose, en el papel de Shawn, protagonsta absoluto de los dos formatos. Nunca un chico de doce años había actuado así en el cine. Dos fotogramas del muchacho.
Primero en la película, de 2006:
Después en la serie, de 2010:
La primera escena de la serie (episodio S01E01) nos muestra, de un modo visual, el crecimiento físico de este personaje, de un fotograma para el otro. Impresionante. El crecimiento actoral se demuestra durante las cuatro horas aproximadas que dura la miniserie.
No importa si el lector es argentino, en todo caso. Si lo es, sentirá con mayor intensidad lo absurdo de las guerras. Pero de verdad no importa. Nadie puede dejar de ver esta obra maestra. Ni la película, ni la serie.
Ambas patadas en la cara son una maravilla.
The Walking Dead , Fringe
Avances y puntos
de inflexión
La semana pasada no tuvimos Fringe. Pero la serie de J.J. Abrams regresa mañana jueves dos de diciembre con un episodio del que ya hemos adelantado algo, y que promete un intenso punto de giro en esta historia de mundos paralelos.
Recordemos: a Peter Bishop una voz anónima en el teléfono le acaba de revelar una verdad crucial, mientras en el otro lado la verdadera Olivia —que ahora sabe quién es en realidad— está atrapada sin salida, presa de la voluntad del durísimo Walter alternativo.
Fringe no sólo aportó un tema interesante a las series de ciencia ficción. En esta temporada —por si fuera poco— también vino a reformular la noción de triángulo amoroso.
Para generarnos más expecativas de las que ya tenemos, la FOX dio a conocer un trailer cinematográfico. Luego de haberlo visto pienso que tal vez, más allá de las especulaciones respecto de su posible cancelación, Fringe tenga una chance.
Compartamos, entonces, una promo del próximo episodio, que se llama Entrada, en español y a secas.
Y ahora un avance de poco más de tres minutos que me dejó lleno de expecativas.
Como sabemos todos, la próxima semana —el domingo cinco de diciembre— termina la primera temporada de The Walking Dead. Otra historia en la que también tenemos un triángulo amoroso, más convencional que el de Fringe, y que según adelantan algunos tendrá su punto de inflexón en la season finale que se avecina.
Hay fans del comic original —en el que se basa la serie— a los que no les están gustando nada ciertos giros arbitrarios de la trama. Otros, en cambio, juzgan necesarias estas desviaciones, propias del formato televisivo, y no se quejan tanto.
Por mi parte, The Walking Dead me está gustando mucho, salvo en aquellos momentos en que los personajes se ponen melodramáticos. Entiendo que para ellos el mundo ha cambiado, todo se ha puesto muy raro y feo, pero evitaría hacerles pronunciar determinados parlamentos más cercanos al culebrón que a otra cosa.
Veamos el avance del que les hablaba, amablemente subtitulado por la gente de Llegaron para quedarse. Es un fragmento enterito de los supervivientes en el interior del CDC, el sitio al que se dirigían desesparadamente en el último episodio emitido.
Si no quieren saber nada de antemano, no lo vean. Ustedes se lo pierden.
¡La pucha! ¡Qué corta se nos hizo The Walking Dead!
Downton Abbey
Dieciocho personajes inolvidables
Lo más increíble de Downton Abbey es esta foto de aquí abajo. Estos dieciocho personajes. Yo jamás hubiera sospechado que, después de ver tres episodios de la serie, pudiera saber quién es quién. Y sin embargo lo sé. Los conozco a todos. De cada uno puedo contar una historia, decir quién es, qué busca, qué le ocurre.
Downton Abbey acabó su primera temporada hace dos semanas (son siete episodios) y se convirtió en uno de los éxitos más grandes de la televisión británica. Y ni siquiera es de la BBC. Es de ITV, que ya anunció que habrá una segunda entrega en 2011.
Y no es para menos, porque al capítulo séptimo (emitido el 11 de este mes) lo vieron más de diez millones de personas. Al día siguiente, el crítico Dan Sabbagh, de The Guardian, habló directamente de un renacimiento del drama comercial.
Hablemos de eso. Del drama comercial que supone esta serie. Si vamos al meollo (y me pasó mientras la veía) es un grandioso culebrón sudamericano. De esos en los que ocurren cosas entre “los señores” y “el servicio”.
Tiene todos los condimentos del culebrón: historias de amor, historias de clase, etcétera. Esa es la parte comercial. Lo que cambia es la estructura, los recursos. Y sobre todo los tiempos.
Se filma cada vez mejor para la televisión. Eso es lo que pasa. Ver Downton Abbey resulta tan placentero, tanto, que da asco. Uno se siente un privilegiado de los tiempos. El desarrollo de la trama (sin buenos ni malos) hace de este enorme culebrón victoriano una especie de Mad Men inglesito, pulcro, dulce, sarcástico, que uno no puede dejar de ver.
Cada episodio llena. Te deja con ganas de otro pero no ahora, sino mañana. Hay que dejarlos reposar. Y es verdad lo que digo al principio: te encariñas con esa gente, los conoces a todos (¡y son dieciocho!) y no hay ni una sola escena que quieras pasar de largo. Es como el clímax de las historias corales, aunque en este caso son las mujeres (las increíbles mujeres de 1912) las que se llevan todas las palmas.
¿La historia? Simple y encantadora. Pero no la voy a contar. No hace falta; ni siquiera es lo más importante de la serie. Lo importante es sentarse y verla.
Tiene 8.8 puntos sobre diez en Imdb. Tiene 8 puntos en EspoilerTV (aunque creo que por el momento solo la voté yo). Y es, sin dudas, una de las mejores producciones inglesas de este siglo. ¿Se puede pedir algo más?
Ay, britain, britain, britain... Si no fuera porque nos robaron las Malvinas, cómo querría yo a esta gente.
Fringe
Fringe en peligro
de muerte
A esta altura no sé qué me preocupa más: la posibilidad de que Fringe sea cancelada, o la noticia de que vamos a tener que esperar hasta el dos de diciembre para ver el próximo episodio de la serie, que tiene el irónico nombre de Entrada, cuando lo correcto —cosiderando las lúgubres novedades— hubiera sido su antónimo.
Es sabido que la serie de J.J. Abrams tiene serios problemas de audiencia, y que esto es una clara razón para que la FOX la destierre de su parrilla. Pero ahora la cadena ha dado muestras claras de sus reales intenciones, al destronarla de las noches de los jueves para reemplazarla, nada menos, que por (arcada) American Idol.
Fringe, desde enero, pasará a emitirse los viernes, una especie de patíbulo antes de la sentencia definitiva. Esta es la triste verdad. Por lo tanto, amigos y deudos, es probable que este año sea el último de esta maravillosa historia, vapuleada por muchos, incomprendidas por otros y defendida por un grupo minúsculo pero fiel: nosotros.
La casualidad quiso que unos días atrás recomendara Fringe, con fervor, a un par de amigos. Igual que yo, ellos también la habían abandonado en los albores de la primera temporada, en aquellos tímidos y lejanos episodios procedimentales en los que la serie no terminaba de definir su camino personal entre The X Files y The Twilight Zone, por nombrar dos casos.
Los alenté a seguir; los animé a que le dieran una segunda oportunidad, como en su momento también hice yo siguiendo el sabio consejo de un amigo. Incluso les dije que, si así lo deseaban, podían saltearse algunos capítulos, porque la historia comenzaba a madurar promediando la primera temporada. Y les juré que, llegado un punto —ese en el que la trama comienza a profundizar en la guerra entre nuestro mundo y "el otro"—, agradecerían haber llegado hasta allí.
Y ahora, estas novedades...
Tendríamos que haber puesto mayor énfasis en evangelizar a los descarriados, pienso ahora. La realidad indica que no hemos logrado convencer a nadie. Tal vez la culpa no la tengamos nosotros sino el propio J.J. Abrams. Tal vez la decepción de Lost no nos haya sido de mucha ayuda a la hora de renovar ciertas confianzas.
Para peor, dicen los que saben que el próximo capítulo de Fringe será para alquilar balcones. Nos auguran mucho llanto y emociones fuertes. Los más entusiastas suben la apuesta y hablan de un episodio histórico. Les creemos. Avala la hipótesis el final del glorioso The Abducted, pero también la certeza de que, en ese aciago dos de diciembre, nos estaremos comenzando a despedir de esta gran historia.
Y llegados a este punto ahora ya no sé qué me preocupa más: si tener que esperar otra semana para ver el próximo episodio que se anticipa demoledor, o saber que —en un día ya no lejano— tendré que separarme para siempre de la agente Olivia Dunham.
Tal vez, en el otro mundo, Fringe alcance las siete temporadas y se despida con toda la gloria. Pero esta es la realidad que nos toca. Y aquí, tal como están las cosas, es muy difícil que eso suceda.