Sección 'Aaron Paul (Jesse Pinkman)'
El chico que
volvió de la muerte
Tendría que haber ganado un Premio Emmy, pero se lo llevó Ben Linus. Su nombre completo es Aaron Michael Paul. Nació el 27 de agosto de 1979 en Emmett, Idaho. Trabajó en películas independientes, actuó en Mission: Impossible III y participó en un video musical de Korn. También hizo apariciones en las series The Guardian, CSI y CSI: Miami, ER, Bones, Criminal Minds y Big Love, como el mormón Scott, entre otras. La consagración, por supuesto, le llegó con Breaking Bad. Y hoy vamos a contar por qué.
Un caso perdido
Jesse Pinkman tiene un sobrenombre de guerra: Capitán Cook. Su compañero, Walter White (Bryan Cranston), también tiene uno, que suena menos romántico y más duro: Heisenberg. Ambos son socios. Se dedican al negocio de la metanfetamina.
Walter, profesor de química, aprovecha sus conocimientos para fabricar los cristales más preciados del mercado. Ese es su rol en la empresa y, para ser justos, le sale impecable. A Jesse le toca comercializar y distribuir; la coordinación de los grupos de ventas y el control de las bocas de expendio.
Pero lo cierto es que no es una tarea fácil, y tampoco para cualquiera. Sobre todo para Jesse, que carece de experiencia y además le gusta en exceso la mercadería que vende, cosa que saca de las casillas a su colega.
Jesse es diestro en el trámite de resultar insoportable. Sus padres, un matrimonio de clase media tirando a alta, lo echaron de casa. ¿Por drogas? Lo más probable. Pero tampoco él habrá movido un dedo para redimirse.
Sabemos que no terminó la secundaria, aunque la escuela le sirvió para algo: conocer al profesor Walter White. En sus años mozos jamás se hubiera imaginado que el circunspecto docente, con el que reprobó química, algún día se transformaría en su socio y camarada. Mucho menos que ambos iban a fabricar cristales de anfeta, en el interior de una caravana y en mitad del desierto de Nuevo México.
Desterrado del hogar paterno, Jesse vivió un tiempo en la casa de su tía muerta. Allí le pasó de todo. En un efecto semejante al de los relojes blandos de Dalí ("quien vea el cuadro un instante no lo podrá olvidar nunca", según Gala) quienes vimos la secuencia del cuerpo fundido en la bañera jamás vamos a sacarnos de la cabeza esas imágenes.
Walter no soporta que Jesse sea tan imbécil y desmañado. Para Jesse, en cambio, White es un verdadero artista, y un padre al que en el fondo respeta. Lo sigue llamando señor White, como en la escuela, y en ocasiones, cuando algo le toca el orgullo, intenta hacerse valer.
Caer y levantarse
Típico en alguien como Jesse: de vagar por las calles, sin nada y con la ropa llena de mierda, de un día para el otro es capaz de alquilar una casa y comprar un televisor enorme de pantalla plana. Cuando promediando la segunda temporada conoce al amor de su vida, Jane Margolis (Krysten Ritter), abrigamos la esperanza de que, a lo mejor, el chico empiece a levantar cabeza.
Lo vemos entusiasmado por ampliar el negocio. Lo vermos en una reunión de trabajo con el equipo de venta, un grupo de perdedores irremediables, con cereales y refrescos en lugar de alcohol. Y pensamos que así funcionan los emprendedores. ¡De ese modo se forjan las grandes empresas! Pero todo sale mal. Muere uno de sus amigos, el negocio se complica y la relación con Jane termina mal.
Pensar que el plan original de Vince Gilligan, el creador y productor de la serie, era matar a Jesse al final de la primera temporada. De hecho, la producción ya tenía sus medidas exactas para fabricar el ataúd con el que lo despedirían definitivamente de la historia. Pero su personaje creció y se afianzó tanto que eso no fue necesario.
Botón de muestra
“Usted puede saber mucho de química, pero no sabe nada sobre vender drogas.”
Leemos que, en la temporada que se avecina, Jesse regresará de las tinieblas, ese lugar horrible donde lo vimos por última vez, para reclamar su lugar. Va a volver transformado. Va a ser otro.
Después de todo lo que pasó es lógico que así sea.