Sección 'Big Love'
Publicidad encubierta
en la CTU
Tecnología contra el terrorismo. En el episodio S08E01 de 24, mi amiga Chloe O'Brian (Mary Lynn Rajskub) aparece manipulando el mismo mando a distancia que tenemos en casa, el maravilloso diNovo Mini de Logitech, que tanto sirve para cambiar los canales o descargar un torrent sentadito en el sofá. Un día tendré que hablar aquí de las bondades de ese aparato maravilloso. Mientras tanto, les dejo una imagen:
De todas formas, quedé sorprendido al ver mi mando en la tele, porque si en mi casa empieza a haber la misma tecnología que en la Unidad Antiterrorista de New York, quiere decir que Bin Laden entra y sale de Norteamérica cuando quiere. O quizás no. Tal vez quiera decir que en mi casa nunca irrumpirán albano-kosovares con armas químicas.
También he leído por ahí que Jack Bauer (Kiefer Sutherland), el sempiterno héroe de 24, se comprará un iPad en breve, para luchar contra los rusos de la octava temporada. Esto se debe a que la gente detrás de la serie cerró contrato con la empresa Apple para incluir las flamantes Tablet PC Apple iPad en algunas de las tramas de la historia, y promocionar el novedoso artefacto.
Ya es una costumbre en la serie la publicidad encubierta de gadgets modernitos: ya ocurrió en temporadas pasadas con el Apple MacBook Pro, el Cinema Displays y los —por entonces— recién aparecidos iPhones. Se calcula, dicen las noticias, que veremos a Bauer manejar su iPad allí por los episodios finales de la octava, dado que la mayoría ya han sido filmados. No me importa. Yo solamente sigo la serie para que Chloe aparezca otra vez con mi control remoto.
Matthew Broderick hará tele. Otra cara conocida del mundo cinematográfico que se lanza con todo a la televisión. Hace varios años, allá por 1995, vimos a Matthew Broderick en un episodio de Frasier. Y más aquí en el tiempo apareció también en Freedom: A History of Us y en un capítulo de 30 Rock. Pero ahora este simpático actor con eterna cara de niño —que en la vida real supo ganar el corazón de la actriz Sarah Jessica Parker-— se ha dejado convencer para protagonizar una serie de la NBC. El proyecto se llama Beach Lane, y será una comedia. Matthew encarnará a un escritor prestigioso que, por dinero, se hará cargo de un pequeño periódico de New Hamptons. Su jefe, o por lo menos la persona que lo contrata, es un millonario un tanto inconsciente.
Big Love va por más. Cuatro episodios de la nueva temporada alcanzaron para que la cadena HBO no dudara en renovar Big Love, y yo también lo hubiera hecho. Los primeros episodios de la cuarta temporada son redondos, generan un suspenso que las anteriores no tenían y ocurren tramas secundarias mucho más jugosas que antes. No quiero decir con esto que la Big Love del pasado no me gustara (¡me encanta!) pero estas nuevas vueltas de tuerca la hacen todavía mejor. ¿Entonces qué ha mejorado? Yo creo que algunos de los niños han crecido lo suficiente como para generar tramas adultas. La nueva relación entre el hijo mayor de Bill y la esposa menor ha explotado, pero se había ido gestando a fuego lento desde el episodio piloto. Estos cambios (o mejor: esta madurez) ha conseguido conquistar —también— a muchos más espectadores. En el share usamericano escaló un trece por ciento respecto de la temporada anterior. Y no es poca cosa, porque Big Love, que se emite los domingos por la noche, tiene una feroz competencia en la parrilla americana. ¡Bien por los mormones!
Una cuarentón en crisis. Y una última antes del fin de semana. Se trata del regreso del querido Matthew Perry a la pantalla pequeña- El proyecto tiene nombre (y apellido): Mr. Sunshine. El actor está totalmente involucrado en el proyecto, que desarrolla la cadena ABC. Él mismo se encargó de escribir el piloto, junto a Marc Firek y Alex Barnow. Esta noticia no es nueva, ya lo sé. Lo nuevo es que la serie acaba de sumar una nueva cara a su staff: hablo de Allison Janney, una actriz que conoce bien Perry, porque ambos trabajaron juntos en The West Wing (ella parte del elenco estable, Perry como actor invitado). En Mr. Sunshine, Matthew Perry interpretará al director de un recinto deportivo de San Diego, que atraviesa la crisis de los cuarenta: de pronto comprende que ha desperdiciado su vida, y entra en desesperación. Allison Janney se pondrá en la piel de su jefa.
No hay más noticias; me voy a ver el S06E01-E02 de Lost (que todavía no lo vi) Pueden dejar espoilers de todo tipo en los comentarios, porque no los leo.
El amor,
una regla de tres
(Publicado hoy, en el suplemento EP3)
Los Henrickson son los vecinos que nos hubiese gustado tener. El padre se llama Bill y es el dueño de un supermercado. Y también tenemos a su bella y madura esposa Barb, con una sonrisa perfecta, que hace el amor con su esposo los lunes y miércoles (dos por semana, no está mal). Y los siete hijos, claro, todos muy sanos y con el último botón de la camisa prendido. Y también la silenciosa Nicolette, que se acuesta con el padre los martes y viernes. Y la jovencísima y dulce Margene, que ama a papá Bill los martes y los sábados.
Miren otra vez a los Henrickson, ahora: tres casas con jardín compartido, tres esposas que entre ellas se llaman hermanas, un marido fanático de Dios, media docena de hijitos con multitud de mamás. Y la policía muy atenta y con ganas de meterlos presos a todos por promiscuos y amorales.
Big Love, la gran serie de HBO, nos muestra (con delicadeza de documental) la vida de una familia de mormones poligámicos de Norteamérica. No los señala con el dedo, no los juzga. Únicamente nos pasea por sus problemas domésticos: qué ocurre con los celos femeninos, qué pasa cuando los hijos mayores comienzan a sentir vergüenza o rechazo por la tradición del hogar, cómo logran hacer cuajar las leyes religiosas con las civiles. Cómo aman.
Es un placer Big Love, no importa por dónde uno comience a verla. Un extraño entretenimiento de televisión que nos provoca una pregunta incómoda: ¿no estarán, nuestros matrimonios monogámicos, destinados a fracasar por falta de convicción?
El boom de las
familias disfuncionales
Hace veinte o treinta años, cuando la humanidad era ingenua, la televisión nos hipnotizaba con series familiares. Ellos eran siempre papá, mamá y un grupo de criaturas adorables; a veces condimentados con un perro, otras veces con un abuelo y, en ocasiones, con una criada. Los malos eran los vecinos o los vendedores de enciclopedias: nunca ellos (válgame dios).
Las familias de la televisión (recordemos la tele de nuestra infancia) estaban compuestas por un grupo tumultuoso de gente noble, como los Brady, que eran muchos; o como los Ingalls, que eran santos. Los mayores nos dejaban moralejas sabias, y los niños hacían inocentes travesuras. La publicidad nos vendía estas series con una frase genial: “Vea, el próximo miércoles, una familia como podría ser la suya” y nosotros, claro, soñábamos con ser como ellos.
El problema es que no éramos así. Papá y mamá se peleaban más que Charles y Caroline Ingalls. Y nuestros hermanos eran mucho más perversos que Marcia y Greg Brady.
Por suerte, en los ochenta ocurrió el primer cimbronazo. Las familias seguían siendo idílicas, pero se agregaba a ellas un elemento extraño para generar conflicto. A la mansión de los Drummond llegaban dos huerfanitos negros. Y al hogar de los Tanner se presentaba un extraterrestre peludo.
Nos sentimos un poco mejor, porque nosotros también teníamos elementos extraños: un cuñado drogadicto, una tía psicótica, un padre ausente, una madre borracha. Alf (el extraterrestre) y el pequeño Arnold (un negrito con problemas de riñón) graficaban nuestra propia disfuncionalidad.
Pero sólo fue a finales de los noventa (casi casi en este siglo) cuando los creativos de televisión se jugaron la vida presentándonos verdaderas familias desgarradas. Ya no eran núcelos humanos perfectos en un mundo hostil, sino lo contrario: la familia, al completo, era rara. Y debían sobrevivir en un mundo normal en apariencia. Inauguraron este sistema dos familias que ya son míticas: los Soprano, que formaban parte de la mafia; y los Fisher, que tenían una estrambótica funeraria.
En los últimos años estas tramas se han convertido en una especie de boom, pero no todas las propuestas son aconsejables. En este artículo de Espoiler vamos a reseñar y recomendar cuatro series de este siglo con familias disfuncionales. Vamos a ello.
Arrested Development (2003)
La familia Bluth perdió toda su riqueza económica pero no puede aceptarlo. Allí reside su conflicto. Con dinero podían tapar sus miserias, pero sin dinero toda la mierda sube a la superficie. Un padre en la cárcel y todos los demás intentando recomponer su universo. Esta serie, tratada en tono de comedia negra, posee recursos narrativos arriesgados (presenta los hechos como si fuese un documental, por ejemplo) y fue aclamada por la crítica pero no por el público. Está en el puesto cuarto de nuestras recomedaciones.
The Riches (2007)
En el tercer puesto nos encontramos con una serie reciente (la primera temporada acabó este mes). Se trata de la familia Malloy, un grupo de gitanos yanquis, que viajan por todo el país practicando pequeñas estafas de guante blanco. Se disfrazan, timan, engañan y siguen viaje. Un mal día matan sin querer a los Riches, una pareja de ricos, y asumen su identidad. Desde entonces deben fingir ser millonarios en una barrio privado, Edenfalls. Y la serie cuenta cómo lo logran (o no). Es divertida, tiene ritmo y cuenta con dos grandes actuaciones estelares: Eddie Izzard y Minnie Driver.
Big Love (2006)
La nueva apuesta de HBO en el tratamiento de familia disfuncional ha sido un riesgo que les ha salido de maravillas. Los Henrickson sí son especiales. No tiene poderes ni roban. Sólo son mormones. Como se sabe, esta religión permite la poligamia y de esto trata la serie. Un marido ejemplar, sus tres esposas y sus… once hijos. Un absoluto drama sobre la xenofobia religiosa en el sur de Norteamérica, y también un canto al amor múltiple y abnegado. Si algo no son los Henrickson, es promiscuos. Y eso nos hará pensar en muchas cosas.
Weeds (2005)
Y quiero dejarle el primer puesto a mi comedia favorita de 2006. Los Botwin se han quedado sin papá, y entonces la viuda (de dos hijos a cual mejor logrado, sobre todo el pequeño) decide que seguirá teniendo la misma calidad de vida que cuando era una mantenida. Para ello, se pone a vender marihuana en su barrio privado. Y como si fuera poco, llega a vivir con ellos el tío (hermano del padre muerto) que es un personaje excepcional. Esta serie, mezcla de drama y comedia, nos habla casi únicamente sobre la hipocresía. Ése es el eje. Y divierte siempre. Tiene la extraña capacidad de cada vez que acaba un capítulo, necesitamos un poco más.
Está claro que recomiendo las cuatro, pero si alguno de ustedes no tuviera tiempo para todas, debería comenzar por la última. Weeds es —sin dudas— una serie maravillosa.
Qué ver en la 3ª
semana de junio
Siguen los comienzos de temporada en las TV de pago estadounidenses. Esta semana podremos comenzar otra vez con The 4400, interesante serie que destrozó la TV española con sus cambios de horario (va por la cuarta temporada); nos reencontraremos con los chicos de Entourage y sabremos si por fin se filma o no se filma la ansiada Medellín (también es cuarta); comienza la sexta y escalofriante temporada de The Dead Zone; y la tercera de una gran serie: The Closer, drama y misterio que va ya por la tercera y creciendo en fanáticos. Mis recomendaciones personales: Big Love y, por supuesto, Studio 60, que sigue viva y agonizando.