Sección 'Dr. Gaius (James Callis)'
Hay una rubia
en mi cuerpo
El Gaius más célebre de todos fue Gaius Julius Caesar (Cayo Julio César para los amigos). Pero como el romano, hay otro Gaius clave en la historia de la humanidad. Sí señores: me refiero al Dr. Gaius Baltar, el científico alucinado de Battlestar Galactica.
Hasta el momento llevo vistas casi tres temporadas de esta serie que algún día, como todo, terminará para mí; y a medida que avanza la historia —ese largo relato futurista que imagina una oscura tragedia para nuestra especie—, Gaius Baltar va acaparando mi atención cada vez más.
Battlestar Galactica tiene mucha tela para cortar en materia de secundarios. A mí, particularmente, me gustan la hermosa varonera Kara Thrace (Katee Sackhoff), Starbuck también para los amigos, y el alcohólico coronel Saul Tigh (Michael Hogan). Y hay más, sin duda. Pero puestos a elegir, el demente y pusilánime hombre de ciencia se queda con todos los premios.
Gaius está interpretado de forma magistral por el actor James Callis, un hombre que vino al mundo el 4 junio de 1971 en Londres, asistió a la Universidad de York y a la prestigiosa Academia Londinense de Música y Arte Dramático, y sus primeros pasos en el mundo del espectáculo le valieron el premio Jack Tinker al "actor joven más prometedor", otorgado del Círculo de Críticos de Londres.

Ambiguo y torturado
Gaius Baltar tiene la virtud invariable de caer siempre parado. Lo vemos de entrada, al comienzo de la serie, cuando toma su lugar en un Raptor a cambio del que ocupa el piloto Karl Agathon (Tahmoh Penikett). De todos los que forcejean por un sitio en la nave de rescate, Gaius es el que menos se lo merece. Pero esto sólo lo sabemos nosotros. Porque para los sobrevivientes del ataque cylons a las Doce Colonias resulta vital que una eminencia semejante siga con vida.
Está claro que Gaius es el responsable máximo de la masacre. Los cylons —enemigos de la raza humana— le pegaron donde más le duele, su talón de Aquiles: el sexo. No lo torturaron, no le lavaron el cerebro ni lo abdujeron. No hubo necesidad. Lo que hicieron fue ponerle delante a una rubia irresistible, la cylon Number Six (Tricia Helfer) y listo.
Mitad genio, mitad imbécil, Gaius parece protegido y guiado por un mano sobrenatural. De hecho tiene visiones. Extrañas alucinaciones propias de un lunático. Lo prueban las largas conversaciones que sostiene en el interior de su cabeza con Number Six, a quien le debe la vida; fue ella la que lo protegió de no explotar en mil pedazos el día del ataque a las colonias.
Gracias a esto logró esquivar la muerte, es verdad, pero a un precio muy alto, porque desde ese momento la bella humanoide está metida dentro suyo, zumbándole día y noche todo lo que tiene y no tiene que hacer. Como una esposa común y corriente, nada del otro mundo, salvo que ésta lo recompensa con largas y dichosas sesiones de lujuria virtual.

Está claro que a Gaius lo tortura la culpa. Egocéntrico y además cobarde, una combinación bastante espantosa, vive pendiente de que nadie descubra su verdadera responsabilidad en la masacre. Y en su locura tiende a reacciones extrañas y ambiguas, capaces de favorecer tanto a un bando como a otro. Aunque no es difícil darse cuenta de que en realidad está parado de un solo lado: el suyo.
Tom Zarek: —Gaius, usted es un genio.
Gaius Baltar: —¿Y?
Botón de muestra
Un contrapunto, de los tantos, entre Gaius y la bella Number Six, donde queda claro quién de los dos lleva los pantalones.
El recorrido de Gaius a lo largo de la serie, los diferentes lugares que ocupa, la manera en que va llegando a ellos y cómo ejerce luego cada uno de los roles que le tocan en suerte es uno de los grandes espectáculos en la larga trama de Battlestar Galáctica.
Por momentos lo compadecemos; casi siempre lo queremos abofetear. Pero es imposible que nos resulte indiferente. Incluso de aquí en adelante es probable que cuando digamos Gaius no pensemos en Julio César sino en el lunático Baltar, ese hombre que también lideró un período histórico de la humanidad y que, a diferencia del primero, siempre supo caer parado.