Sección 'I, Claudius'
Del circo romano
a la televisión basura
El circo de la tele y la televisión de calidad son dos caras de una misma moneda, que —bajo distintos formatos— compiten entre sí desde su nacimiento. El teatro romano también pasó por esto: en aquel tiempo la gente se había volcado en masa a las grandes emociones del circo, que proponían otro tipo de goce estético. Más descarnado, más animal, incluso más humano y catártico que las ficciones teatrales.
Y el teatro, el bueno, decayó.
Sin embargo, la ficción romana no tardó en reaccionar, y como último recurso los actores apelaron al realismo extremo. Si alguien en la obra debía morir, el papel lo representaba un condenado a muerte. Más todavía: los personajes comenzaron a copular de verdad sobre las tablas, libres de escrúpulos, en lo que habrá sido el origen de la industria del porno.
Pese al esfuerzo, la gente siguió prefiriendo el circo, y la debacle del teatro se prolongó por mucho tiempo, hasta que nuevas plumas, otros aires, lo salvaron.
El problema de la tele no es nuevo. Se remonta a nuestros orígenes como civilización. Desde el principio, el circo romano late en nosotros, con su poder hipnótico, salvaje, espectacular.
El discurso de Penélope Cruz del lunes, en la entrega de los Oscars, iba sobre este asunto: "El arte ha sido, es y será nuestro lenguaje universal —dijo—. Debemos hacer todo lo posible para proteger su supervivencia".
¿Pero de qué hay que defenderlo? ¿De la voracidad de la industria o del circo romano? ¿O de los gustos instintivos que nos persiguen desde tiempos remotos?
Por fortuna, desde hace poco los espectadores tenemos un cierto poder: contamos con herramientas para separar el arte de la basura. No para renunciar a nada en particular —el circo abundará siempre—, sino para quedarnos con lo mejor de cada casa.
Las siguientes tres grandes historias de la tele narran los tiempos en los que la cultura de occidente comenzaba a perfilarse a pan y circo. Para narrar aquellas época de salvajismo y arte, HBO y la BBC utilizan los mejores recursos de la buena televisión.
Los programas de la tarde, los que cuentan con quién se acuestan los actores y famosos, son circo fingiendo hablar de teatro. Esto es lo contrario. Es teatro contando cómo empezó el circo.
Los que eligimos qué hay que ver, qué merecemos ver, somos nosotros.
Teatro sobre el circo
Creada por Nick Murph y Jeremy Hilton Davies (BBC, 2006) Drama, Historia | Valoración: 7
La primera gran revolución
sexual de la televisión
No. Muy pocos de nosotros pudimos ver I, Claudius la primera vez que se emitió en nuestros países. Y esto era porque la BBC se atrevía a mostrar culos y pezones en una historia, por primera vez, desde la tele empotrada en el salón de las casas decentes. Ahora, con los ojos acostumbrados y hastiados de hoy, la sexualidad de esta serie inglesa es naïf, pero entonces se hablaba de ella por lo bajo, cuando no había niños cerca.
Esto provocó —todo hay que decirlo— que la obra de arte se diluyera entre la chismografía sexual. Nadie la veía porque fuese buena, sino porque salían tetas en un tiempo en que las tetas tenían mucha demanda y poca oferta audiovisual en la pequeña pantalla.
I, Claudius, más allá de esta anécdota, es grandiosa. El texto pertenece al gran escritor e historiador Robert Graves (en la versión final ayudado por Jack Pulman) y se narra la historia del emperador Claudio y su manera un poco particular de dominar el mundo de entonces: lo hacía como si la Tierra fuese un comercio familiar, o una tienda donde se venden chorizos y empanadas.
La serie (o miniserie, porque nunca hubo continuación) dura 13 capitulos y comenzó a emitirse en noviembre 1976. A nuestros países, según las dictaduras de cada cuál, apareció a principios de los años ochenta.
Si los lectores no la vieron y les gusta el tema "romano", que es un género en sí mismo, le recomiendo que se haga un lugar en el disco duro y le preste atención. Es la prehistoria de Rome, esa gran serie actual de HBO de la que también hablaremos algún día.