Sección 'Little Dorrit'
La vida cabe
en un folletín
La británica Little Dorrit es una de las dos miniseries nominadas a los Emmy de este año, que se entregan en Los Angeles el próximo sábado; la otra es Generation Kill. Como a la serie bélica de HBO ya la vimos y reseñamos, hablaremos hoy de la inglesa. Primero, porque es nuestra apuesta a ganadora, y segundo porque es una obra recomendable hasta decir basta.
Little Dorrit (BBC, 2008) Drama
Basada en una novela que Charles Dickens escribió a mediados del siglo diecinueve, Little Dorrit fue adaptada para la BBC por Andrew Davies, responsable de la versión televisiva de Pride and Prejudice, Bleak House (también de Dickens, y con fichas en Espoiler.tv) y la telemovie Northanger Abby, entre otras.
En catorce episodios —el primero y el último de una hora, el resto de media—, Little Dorrit narra la historia de Amy Dorrit (Claire Foy), una muchacha buena como el pan a la que le tocó nacer en una cárcel para deudores, donde su padre lleva muchísimo tiempo encerrado.
La vida de la pequeña Dorrit es dura, sobre todo porque William Dorrit, su progenitor, es insoportable. En el deprimente encierro de Marshalsea (así se llama la cárcel que ambos habitan) hace un esfuerzo tan absurdo y descomunal para que lo sigan considerando un caballero, que más de una vez dan ganas de cagarlo a patadas para que se calle (gran mérito del nominado al Emmy Tom Courtenay).
Y sus dos hermanos, pobre pequeña Dorrit, no tienen remedio: Fanny (Emma Pierson), snob e interesada, y Edward (Arthur Darvill), un zángano total. Por suerte para ella está Arthur Clennam (Matthew Macfadyen), un muchacho recién llegado de China —al que acaba de conocer— y que será fundamental en su vida.
Eso no es todo: un buen día, por obra y gracia del melodrama, la suerte toca a la puerta de los Dorrit y la familia hereda una fortuna impensada. De la noche a la mañana dejan atrás el pasado de miseria y deshonra para escalar a lo más alto de los círculos sociales londinenses. Ahora todo es señor Dorrit de aquí, señor Dorrit de allá.
Sin embargo, y aunque ellos todavía no lo sepan, lo peor está por comenzar.
Entretenimiento y crítica social
La trama, llena de giros y ramificaciones, se puede leer en forma completa aquí. Porque está claro que, viniendo de la cabeza de quien viene, pasan muchísimas cosas más.
Al escribir esta novela, además de entretener a sus lectores, Charles Dickens se propuso pintar una sátira sobre la clásica hipocresía de la sociedad victoriana y el menosprecio de los ricos por los pobres. Quiso también criticar el absurdo sistema de las cárceles de deudores —su propio padre estuvo encerrado en una—, y reírse de la burocracia del poder.
En la miniserie de la BBC todo esto está presente. Hay un inventor que no puede avanzar con su trabajo porque la patente que necesita está trabada en la rueda burocrática; un viejo con mucho dinero que exprime a sus inquilinos mientras finge bondad, y un banquero exitoso al que todos llaman el hombre del siglo, pero que en el fondo es otra cosa.
Secundarios de novela
Como cada producción de la BBC, Little Dorrit es impecable; pero tiene, además, un valor agregado: los secundarios. Todos, incluso los que fueron trazados con líneas más suaves, están fantásticos.
No hay espacio para hablar de cada uno, pero no podemos dejar de mencionar al villano de la historia: Monsieur Rigaud, un auténtico malvado de folletín, oscuro y sobreactuado de manera genial por Andy Serkis (por este papel Serkis le disputa el Emmy como mejor secundario de miniserie a Tom Courtenay). Y por otro lado el señor Pancks (Eddie Marsan), un sujeto con una antipática ocupación, pero al que vamos a querer enseguida.
Al final del derrotero, poblado de obstáculos y pesares, los protagonistas tendrán su merecido happy end. El cierre, aunque forzado por un recurso que los guionistas llaman deus ex machina igual resulta poético y atractivo. Y nos recuerda, finalmente, que todo parte de un folletín.
Hay que ver Little Dorrit, tan bien hecha que parece filmada, in situ, por el propio Dickens.