Sección 'Mad Men'
Ya no hay con
qué medir Mad Men
El día que se comenzó a hacer ficción en la tele (digamos, con I Love Lucy) la humanidad supo que allí había un entretenimiento barato, más cómodo que el cine, pero muy pobre en comparación. Era, por decir algo, como un horno de verdad, a leña, y un microondas.
Pasó el tiempo. En los '90, cuando la ficción televisiva empezó a mutar tímidamente, en calidad y técnica, ya empezábamos a decir que algunas series, muy poquitas —Twin Peaks, por ejemplo— estaban a la altura del cine.
Diez años más tarde, cuando llegó a Estados Unidos la televisión por cable (y especialmente HBO con Six Feet Under y The Sopranos— comenzamos a decir que ciertas series eran como cine.
Estaban a la altura. Eran como. Fin para siempre a aquellas frases.
Entonces, llegó Drapper
Con la emisión, el lunes pasado, del último episodio de Mad Men (S04E13, llamado Tomorrowland) el cine como concepto se queda tan corto, tan pequeñito, tan solo él con sus 100 minutos, con sus efectos especiales, con sus palomitas, que no hay con qué comparar a Mad Men.
No hay con qué. Y me alegra muchísimo.
Miré ese episodio con la boca abierta, desde el minuto uno al cuarenta y siete.
Solamente sonreí cuando Don Drapper le da a su equipo una noticia que no desvelaré. Sonreí exactamente en este fotograma:
Los rostros de Roger Sterling, Pete Campbell, Lane Pryce y, sobre todo, el giocondismo de Joan Harris, no tienen perdón de Dios. A los que hayan visto el episodio y sepan por qué se genera ese póker de sorpresa múltiple, verán que esos gestos dicen, respectivamente, "Te has vuelto loco", "¿Lo admiro o lo odio?", "Quisiera ser como él pero soy feo" y "¿Tú también has caído, guapo?".
Todo el episodio (que para más datos, no se queda corto con los doce anteriores) es perfecto en intensidad, desarrollo e interés. Pero hay algo al fondo de Mad Men, algo secreto que nunca logro definir, que hace a esta serie única en todo el espectro de la televisión. Y es, sospecho, su literatura.
Digo que no sonreí más que con aquel fotograma de la sorpresa, y ahora diré en qué momento empecé a llorar. Fue aquí, exactamente promediando el minuto cuarenta y dos:
Los ojos de Betty Drapper, el personaje emocionalmente más inestable de todo el grupo, el que encarna a la mujer de los '60 (en contraste con Peggy Olsen, que encarna a la mujer que vendrá), sus ojos, por fin, dejan de ser los de una mujer en crisis, una crisis que comenzó en el episodio uno de la primera temporada. Se le nubla la vista; dice lo impensado. Betty nace en esa imagen, nace y se va.
Sobre Don Drapper se escribirá mucho, durante años de análisis televisivo y literario. La cultura entera del mundo tendrá que hablar, y mucho, sobre los entresijos de este personaje que, por fin, supera en eficacia narrativa a Tony Soprano.
Nadie creía en Jon Hamm, y hoy es, posiblemente, el mejor actor del universo. En realidad no es ni siquiera un buen actor (lo vimos en el episodio en directo de 30 Rock, hace una semana) pero a quién le importa. Jon Hamm es una bolsa de carne que tiene la forma de Don Drapper, es un cambiaformas de Fringe. No importa Jon Hamm si no es con un traje cruzado, un cigarro y una media sonrisa.
Mad Men es la última película buena del Hollywood de los cincuenta. Don Drapper es una breve reencarnación de Bogart. Todo lo demás es magia. Incluso el cuadro, la luz quieta, del fotograma final:
Y ahí lo dejamos. Que funda a negro. Pasemos a otra cosa.
Pero sepamos esto de una vez y para siempre: por fin se podrá decir de alguna película, dentro de unos años, veinte o cincuenta años, la siguiente frase: "Fui al cine a ver tal cosa, y lo que vi casi, casi, estuvo a la altura de Mad Men".
No confío tanto en el cine, pero ojalá.
Larga vida a los
lunes del cable
Las tres televisiones por cable usamericanas (HBO, Showtime y AMC) están haciendo todo lo que pueden para desterrar la idea —ya mítica— de que el lunes es el peor día de la semana.
Está bien, es cierto: ellos emiten cuatro de sus mejores series el domingo. Pero para nosotros, con la traducción de por medio, ya es el fastidioso lunes.
¿Fastidioso? ¿Cómo puede fastidiar un día que nos trae a Dexter, a Mad Men, a Boadwalk Empire y a Rubicon? A mí lo que me fastidian son los domingos, que solamente ponen Metalocalypse.
Los cuatro dramas de los lunes están cada vez más apasionantes. Pequeño resumen con algunos espoilers:
Dexter
Estamos en la quinta temporada (hoy se emite el tercer episodio). Hay un clima muy enrarecido en la serie a causa de la muerte de Rita; por suerte los huerfanitos han desaparecido de la pantalla, porque esa historia ya no daba para más. Su salida de escena fue abrupta, es verdad, pero necesitábamos con urgencia ver más sangre y más psicopatía. Estamos llegando al hueso, y la serie, así como está, es imperdible.
Mad Men
¿Qué se puede decir a estas alturas? ¿Qué es lo mejor de la historia de la tele? Es que eso ya lo han dicho todos. Yo puedo aportar poco a la admiración general. Quizá solamente pueda hablarles a aaquellos que todavía no ven Mad Men. Les diría: “soporten los primer cuatro episodios de la primera temporada, ese es el derecho de piso”. Mad Men está en su cuarta temporada, hoy se emite el penúltimpo episodio, llamado “Blowing Smoke”.
Boardwalk Empire
Como dijimos hace un par de semanas, la serie de Scorsese empezó mostrando mucho dinero. Quizá tanto como para hacer sombra al enorme talento de su producción. Ahora, que ya vi tres capítulos, me olvidé por completo de la superproducción y estoy disfrutando como un chancho de una historia apasionante. Es The Sopranos, obviamente. Es lo mismo, con un enorme componente histórico. Buscemi está increíble, y también Michael Pitt. Como si eso fuera poco, Paz de la Huerta nos está entregando unos desnudos integrales que no sabemos si agradecer a ella o a los guionistas.
Rubicon
Dejo para el final a este drama psicológico de AMC porque es el más difícil de catalogar. Como en el caso de la primera temporada de Mad Men, es una historia complicada para entrar, pero conforme nos vamos introduciendo al mundo del análisis político nos va carcomiendo un virus del que ya no podremos salir. La serie parece estancada en los episodios 6 a 9, pero está tomando envión. El episodio 11, de la semana pasada, es bestial. Hoy se emite el penúltimo, y todo confluye para que se convierta en la tercera de culto que emite la AMC. (Y cuidado, porque en breve llega The Walking Death, que será la cuarta.)
Larga vida a los lunes, entonces. El mejor día de la semana, de lejos.
Mad Men ilustrado
por un fan
Hace un tiempo, mi amigo Bernardo Erlich —de paso por Barcelona— me presentó los dibujos de Dyna Moe, la chica que ilustra los episodios de Mad Men para su cuenta de Flickr. Lo que no me dijo Bernardo es que Dyna fuera una muchacha tan rara.
Que un actor de Mad Men se emborrache en las fiestas y pierda el conocimiento no tendría que extrañar a casi nadie. Así como se les debe exigir a los participantes de ciertos realitys shows que cumplan determinados requisitos, beber hasta quedar sin conciencia debe haber sido una condición sine qua non para superar el casting de Mad Men.
De todos modos, no comprendo la actitud de la flemática ilustradora. Que se ponga a contar —así porque sí— estas intimidades acerca del actor Rich Sommer (Harry Crane en la ficción) me desconcierta tremendamente. ¿Qué necesidad? ¿Y observaron, por otro lado, su insistencia en aclarar que pagó para descargar la serie?
Más allá de todo, a esta diseñadora gráfica independiente no le va nada mal. Recordemos que comenzó dibujando a los personajes de Mad Men por pura diversión, con Adobe Illustrator y un ratón como únicas herramientas, y que ahora puede contar con orgullo que vive casi exclusivamente de esta faena.
No sólo ha publicado un libro con sus ilustraciones -Mad Men: The Illustrated World- sino que es la responsable de los dibujos de "Crea tu propio Avatar Mad Men", con el que se puede jugar en el sitio oficial de la serie de AMC.
Entre las miles de expresiones que en este momento pueblan la web referidas a la historia creada por Matthew Weiner (cada vez te queremos más, ¡maestro!), la de Dyna fue la que más lejos ha llegado. A mí particularmente me gusta la idea de What Would Don Draper Do?, un consultorio on line en el que el director creativo y socio de Sterling, Cooper, Draper & Pryce se encarga de responder todas las preguntas y los interrogantes de los simples mortales, aunque dudo que consiga tanto.
Dyna, que nos recuerda a la actual secretaria de Don Draper en sus años más tiernos, fue capaz de captar el estilo icónico de la serie, el espíritu sofisticado e irónico de sus personajes, y plasmarlos en estos dibujos extraordinarios.
Que siga dibujando sus hermosas criaturas. Pero que sea más discreta con sus viejos amigos, ¡por el amor de Dios!
¿Qué haría Draper
con una Mac?
¿Qué sucede? ¿Dónde estamos? ¿Quién soy yo? A golpe de vista, la foto descoloca.
Es tan natural para mí que estos dos señores, y los demás personajes que pueblan el universo Mad Men, habiten otro tiempo, que la foto parece trucada.
Pero no. Ambos están en Los Angeles, en uno de los sets donde se rueda la serie de Matthew Weiner, y fueron fotografiados por un reportero gráfico de la revista Rollings Stones para la siguiente producción de tapa.
Es lógico. Porque más allá de los premios y la gloria mediática, Mad Men es la serie del momento. Y por eso vamos a cerrar la semana con ella.
La producción fotográfica completa, en la que hay algunas imágenes imperdibles, se puede ver aquí mismo. Y la nota que acompaña la maravillosa galería (en inglés) en este otro link.
Todo se lo debemos a este señor, un hombre serio que, para fumar —al contrario de sus criaturas— abre la ventana.
Viendo Mad Men es muy difícil que alguna vez dejemos el tabaco. Pero eso sí, seguramente nos convirtamos en mejores personas.
Mad Men y otro
episodio histórico
Igual que en el episodio The Grown-Ups de la temporada pasada, en el capítulo de Mad Men del lunes (The Suitcase), Matthew Weiner volvió a utilizar un hecho histórico como telón de fondo para narrar los dramas personales de Don Draper y compañía.
En el primer caso fue el asesinato de John F. Kennedy; en el último, el legendario knockout de Cassius Clay a Sonny Liston, el 25 de agosto de 1965. Un golpe fulminante y demoledor, en el primer minuto del primer round, que acaso pocos esperaban.
En la vida real, igual que en la ficción, esta imagen que recorrió el mundo sirvió de inspiración para una campaña de Adidas.
Podemos hacer una review minuciosa del episodio del lunes de Mad Men, bestial por donde lo abordemos. ¡Cómo no! Podemos hablar del significado de las maletas en la trama, del lugar que ocupaba Anna en la vida de Don, y del que ahora ocupa Peggy. Podemos ponderar cada detalle del guión, la cohesión milimétrica de todas sus escenas, hasta llegar al punto final en la oficina de Draper —una mañana despejada después de una noche larguísima, de esa clase de noches larguísimas— con el boceto resuelto y la puerta abierta.
Pero a esta altura tengo la sensación de que necesitamos distancia —una distancia razonable— para hablar con algo de propiedad acerca de lo que está haciendo Matthew Weiner con cada episodio histórico de Mad Men, en todos los sentidos de la palabra.
Aunque, con la mano en el corazón, si todavía seguimos escuchando teorías sobre el asesinato de Kennedy, si todavía hay quien afirma que la pelea entre Liston y Mohamed Alí estuvo arreglada, lo más probable es que nunca lleguemos a nada.
La maestría de Matthew Weiner para hablar de las cosas más profundas (lo invisible, el misterio, la verdad) mientras en la superficie la vida de todos los días transcurre con sus grandes acontecimientos y hazañas deportivas, no tiene nombre.
Nadie vio venir el disparo que terminó con la vida del presidente de los Estados Unidos. Tampoco nadie —salvo Norman Mailer y unos pocos más que esa noche de 1965 estuvieron cerca del ring—, vio el golpe fantasma que noqueó a Liston para siempre.
Pero así es la vida, en ocasiones, como Mad Men: un cross fulminante e inesperado a la mandíbula, mientras dormíamos un sueño inocente. Un golpe que nos recuerda nuestra simple condición de mortales, y que al mismo tiempo viene a decirnos que todo, incluso el knockout menos pensado, también es pasajero.
Familias de hoy,
de ayer y de siempre
Mad Men (otra vez) y Modern Family se quedaron con los premios Emmy de anoche. El que no esté de acuerdo con esta decisión que arroje el primer mando a distancia.
Modern Family, como sabemos, ganó en la categoría mejor comedia de televisión, mientras que Mad Men se quedó con el galardón al mejor drama que la caja boba haya emitido el año pasado.
La ceremonia también premió a Edie Falco, Jim Parsons y Bryan Cranston, los dos primeros como mejores actores de comedia, y el último como mejor actor de drama. Insisto: ¿acaso tenemos algo que objetar?
Respecto de mi pronóstico de la semana pasada, la efectividad en estas cuatro categorías —las más importantes de la ceremonia, por otra parte— fue de un setenta y cinco por ciento. No me puedo quejar, teniendo en cuenta que esto de los pronósticos es una de mis maravillosas especialidades, junto con la habilidad de vomitar y andar en moto al mismo tiempo.
Me gusta cuando las cosas riman, cuando en la vida real podemos encontrar ciertos equilibrios que se corresponden a una rara y muy personal idea de justicia poética.
En el caso de hoy, que los premios a las mejores series se los hayan dado a la historia caótica de una familia contemporánea, por un lado, y a los dramas particulares de una familia antigua, por el otro —porque Mad Men también es eso— me parece lógico, justo y paradigmático.
Tanto una serie como otra, por opuestos de géneros, de épocas, de tonos y de todo lo que queramos agregar, nos hablan más o menos de lo mismo: el hombre, en sus diferentes facetas, y la familia.
Porque, bien mirado, ¿Phil Dunphy no es el reverso exacto de Don Draper? Este entrañable padre de familia, ¿no es la caricatura fiel de lo que ahora somos nosotros respecto de lo que fueron nuestros abuelos?
Bien por el premio a estas dos series maravillosas. ¿Y qué cosa agregar acerca de los galardones que se llevaron Edie Falco, Jim Parsons, Bryan Cranston, Kyra Sedgwick, The Pacific y nuestros queridos secundarios Eric Stonestreet y Aaron Paul —amén de todo lo que callo: el silencio incluye los resultados obtenidos por Glee— que no sepan ustedes?
Como en la ficción, está visto, a veces en los Emmy también ganan los buenos.
Y al que no le guste, a llorar a la iglesia.
Portadas que
miran televisión
Desde hace un tiempo las revistas mensuales para hombres se decantan por los personajes más sensuales de las series de televisión. El próximo mes de septiembre la GQ británica y la Rolling Stone usamericana escogen dos portadas de tv por cable. Una de HBO y la otra de AMC.
El rojo abunda en ambas. Observen:
Arriba, la despampanante y excesiva Christina Hendricks (secretaria muy, muy deseada entre los publicistas de Mad Men), y abajo el trío más repugnante de la televisión actual: el sueco, el pálido y la rubia de True Blood.
Es interesante el contraste entre ambas portadas. La una es recatadísima y sensual, y la otra espeluznante. Igual que sus respectivas series.
Mad Men se convierte en algo más cinematográfico cada semana. True Blood ya no sabe qué inventar para que sus escenas sexuales sean más asquerosas, con tripas fuera y regurgitaciones.
Pero por alguna razón oscura, miro las dos con las mismas ganas.