
Para hombres de cierta edad.
Estoy avanzando (con paso lento, porque
los subtítulos bajan con cuentagotas y todavía está por caer el S01E07) con la primera temporada de
Men of a Certain Age (
Hombres de cierta edad, en criollo), la serie de la
TNT que empezó en diciembre de 2009 y que finalizó (con diez episodios) el pasado 22 de febrero. Dije aquí, después de ver el piloto, que no me quedaba claro si era comedia o drama. Ahora, con seis capítulos vistos, ya puedo decir que me gusta mucho. Es un drama patético, con toques de comedia negra.
La serie explora el vínculo de amistad que se forma entre tres amigos que están experimentando los desafíos que supone la mediana edad.
Joe (
Ray Romano, al centro) está recién divorciado y tiene dos hijos adolescentes; el morocho
Owen (
Andre Braugher, a la izquierda) está felizmente casado, tiene sobrepeso y no le gusta su trabajo; mientras que el rubio
Terry (
Scott Bakula, derecha) sigue viviendo una eterna adolescencia de soltería, impuntualidad y citas con mujeres de cualquier edad y credo. Han sido amigos desde la adolescencia, pero ahora, a sus cuarenta años, navegan el segundo y conflictivo acto de sus vidas.

Recomiendo la serie casi exclusivamente a hombres de cierta edad. De 35 a 45 años; menores abstenerse por el momento. Posiblemente haya que soportar el
primer episodio con alguna confusión, pero cuando entramos en la frecuencia, en el tono íntimo e incómodo de las tramas, veremos que los tres amigos hablan un idioma cercano y real. Es una serie austera, oscura, por momentos autista, en la que se agradecen los pocos pasos de comedia, y todavía más las grandes escenas de drama cotidiano. Si el lector descarga esta serie y, como a mí, finalmente le gusta, podrá decir —con total confianza— que se está haciendo viejo.

Mía es nuestra. Parece que las historias de narcotraficantes encarnados por personas comunes se están poniendo de moda (pienso en
Weeds, o en
Breaking Bad, de la que hablaremos en extenso mañana). En estos momentos
Mía Maestro negocia para protagonizar un piloto de la
Fox para la cadena
ABC. El piloto de marras contará la historia de
Nina Cabrera, una joven madre (viuda, la pobre, pero dueña de una generosa fortuna) que maneja un cartel internacional de drogas sin salir de su mansión de Beverly Hills. De aceptar el papel,
Mía reemplazaría a
Roselyn Sanchez, prevista en un principio como protagonista de esta historia, dada en llamar "Cutthroat".
Mía interpretó a
Nadia Santos en
Alias y a
Olivia en
Crusoe. En el cine trabajó en
La niña santa y
Diarios de motocicleta, donde hizo de
Chichina Ferreyra, la primera novia del
Che Guevara. Y es argentina; probablemente lo sabían, pero mis genes no podían dejar de resaltar el detalle.

Camelot da para mucho. Se viene una versión contemporánea del mito artúrico, esta vez en la ascendente cadena
Starz. La producción estará basada en
Le Morte D'Arthur, del viejo
Thomas Malory, que murió en la segunda mitad del siglo quince y cuyo aporte fue fundamental para la leyenda del rey bretón, sobre todo si hablamos de las adaptaciones audiovisuales que se hicieron a posteriori. La serie ya tiene título: Camelot, además de diez episodios previstos para su primera temporada, que veremos recién el próximo año. Detrás del proyecto está
Chris Chibnall, el escritor principal de
Torchwood. De su pluma también salieron dos capítulos de
Life on Mars y tres de
Doctor Who.
Chibnall, entonces, y una visión moderna para esta inagotable leyenda, que apostará a la aventura y al romance.

Gol de Ricardo.
Y para acabar por hoy, es complicado no darle al menos una línea al fabuloso episodio S06E09 de Lost, emitido ayer con el nombre de Ab Aeterno. Tuvimos que esperar ocho capítulos, casi el primer tiempo completo del partido, para ver el primer gol, a los tres minutos de comenzada la segunda parte. Pero fue un golazo. Sigo pensando que estamos muy mal en defensa, que la pelota no avanza fluida en el mediocampo —como sí lo hacía en temporadas anteriores— pero hay que decir que este gol (en jugada personal del veterano defensa Ricardo) reconcilian a la afición con la filosofía del equipo.
Hubo épocas, no lejanas, en las que cuando se promediaba la temporada ya estábamos con tres o cuatro goles arriba. Éste no ha sido el caso. Acabó la primera parte con un cero a cero confuso: demasiados flashforwards en posición adelantada, pelotazos a nadie, paredes inconclusas, un cansancio comprensible en ciertos atacantes (un Sawyer desconocido, demasiado solo contra la raya) y remates sin fuerza a las manos de la trama. Pero ahora estamos uno a cero arriba y falta sólo el segundo tiempo. Volvemos a tener esperanzas. Además, éste no es un partido cualquiera. Es la final. Y muchos de los que nos estábamos yendo del estadio antes de tiempo, hemos regresado a los asientos para alentar a los jugadores.