Sección 'Paul Abbott'
Paul Abbott y
la comedia humana
Había una vez un niño que nació en un barrio pobre de un lugar llamado Burnley, en Reino Unido. Su nombre era Paul Abbott, y tenía muchos hermanos. Cuando cumplió nueve años, la madre de Paul se marchó de casa y nunca más regresó. Pasaron dos años más, y el padre también se fue. De modo que los hermanos Abbott se quedaron solos, al cuidado de sí mismos.
La hermana mayor asumió el rol de madre en el hogar abandonado, y se ocupó sobre todo de los más pequeños. Por entonces la gran amenaza eran los servicios sociales, cuyos agentes podían descubrir que los niños Abbott vivían solos –sin ningún mayor a cargo-, y separarlos. Para evitar esta situación, pero sobre todo para no morir de hambre, los que estaban en edad de hacerlo tuvieron que salir a trabajar.
“Cuando estaba en mi temprana adolescencia solía tener tres puestos de trabajo al mismo tiempo. Fui barbero, que es una de las mejores cosas que hice, trabajé en una tienda de antigüedades y en un restaurante. Algo de lo que ganaba iba para mí. La mayor parte, a un fondo común”.
Si viviéramos en la Inglaterra del siglo diecinueve, la infancia de Paul Abbott, tranquilamente, podría ser el comienzo de una novela de Dickens. Pero no; los tiempos cambiaron. Por eso en el siglo veintiuno esta historia, la historia de su propia vida, se llama Shameless.
A la edad de quince años Paul tuvo un intento de suicidio; algo más tarde fue a parar a un hospital como consecuencia de un trastorno bipolar.
Sin embargo, como en las cuentos de Dickens, donde los personajes principales obtienen lo que se merecen, Paul tenía un talento: le gustaba escribir. Descubrir y aferrarse a ese don fue el talismán que lo rescató del infierno.
Alentado por un profesor del instituto se convirtió en editor de la revista escolar. Más o menos por la misma época ganó un certamen literario, y poco después, a los dieciocho años, consiguió que Alan Bennett lo apadrinase para vender su primer guión. De allí en adelante las cosas fueron diferentes.
Una carrera enorme
Desde su primera experiencia en televisión a los veintitrés años -con un guión en colaboración para la serie Dramamara-, hasta Shameless -la gran saga de los disfuncionales Gallaghers-, Paul Abbott construyó una impresionante carrera, que entre otras cosas incluye las miniseries Reckless y Touching Evil, además de Clocking Off y el thriller político State of Play.
El momento bisagra de su trabajo profesional fue en 1994, cuando escribió algunos episodios y produjo la segunda temporada de la gran serie de culto Cracker. Además del reconocimiento, la serie le aportó una experiencia fundamental en el oficio.
Hasta que llegó Shameless (o "The Simpsons en ácido”, de acuerdo a la definición de David Threlfall, papá Gallagher en la ficción), y Abbott se consagró definitivamente como uno de los grandes autores de la televisión actual.
Shameless, aparte de reflejar la vida de la clase obrera británica, es también, como se dijo, un retrato de la infancia y de la juventud del autor. La maravillosa historia de cinco hermanos abandonados por su madre, que padecen a un padre adicto y patético, pero que sin embargo están vivos y, a su manera, son héroes, de verdad.
“Mi padre nunca fue como Frank, ¡pero pagaría porque lo hubiese sido! Muestro a Frank como un drogadicto que le roba plata a sus hijos e incluso llega a romperles la nariz, ¡pero mi padre abandonó a sus hijos y dejó que se muriesen de hambre! Lo único que me reprochó mi padre cuando vio por primera vez Shameless fue: ¿cuándo tuve yo el pelo tan largo? ¡Lo único que lo mortificó fue el largo del pelo del protagonista!”.
Acostumbrado a dar pelea, con la idea de Shameless en la cabeza, tuvo que batallar para que la serie fuera un hecho, “porque no es la clase de televisión a la que los ejecutivos están acostumbrados”, definió en su momento.
Su intención era hacer una comedia que a la vez tuviera verdad emocional. La quería realizar a partir de un mundo que conocía de cerca. Le salió una obra maestra.
Dueño de una voz propia y genial, muerto mil veces y resucitado otras mil, hoy Paul Abbott tiene cuarenta y nueve años, vive tranquilamente en Manchester, junto a su esposa y sus dos hijos, y –por suerte para nosotros- ha sobrevivido para contarlo.